El técnico catalán se dio a conocer en Girona con el dibujo 4-2-3-1 y manejando un plantel no muy amplio, en el que los canteranos tenían cabida

Joan Francesc Ferrer Sicilia, Rubi, es un técnico joven, de apenas 44 años, que se dio a conocer en la temporada 2012/13 dirigiendo al Girona, al que clasificó, contra todo pronóstico, a la promoción de ascenso a Primera División.
Mediapunta en su época de jugador, en la que jugó principalmente en Segunda División B, debutó como entrenador una categoría por debajo, en Tercera, en la Unió Esportiva Vilassar de Mar, el equipo de la localidad que le vio nacer. Desde allí saltó a varios clubes de mayor tradición, como L’Hospitalet o el CE Sabadell, antes de pasar a formar parte del cuerpo técnico de Raúl Agné en el Girona.
Su labor como técnico analista fue destacada en un contexto convulso, tanto que Javier Salamero, tercer entrenador del Girona en la temporada 2011/12, apostó por él como ayudante más directo, junto a él, en el banquillo. Una vez acabado el curso, la entidad albirroja apostó por él como técnico principal. Y acertó, hasta tal punto de luchar en el play-off por dar el salto a Primera División.
En su primera campaña como entrenador de élite, Rubi se destacó como un entrenador de un ideario alegre y ofensivo, que gusta del fútbol combinativo, aunque no a cambio de descuidar la parcela defensiva. Su Girona, que acabó cuarto, jugaba con un dibujo ya clásico como el 4-2-3-1, en el que la salida de balón correspondía a los centrocampistas y los laterales, sin renunciar al ataque, no subían de manera suicida.
El doble pivote era de largo recorrido y estaba dotado de condiciones aptas para la circulación del esférico. Una vez recibido el balón, se volteaban y miraban hacia adelante, bien hacia los costados, donde habitaban dos extremos abiertos, rápidos y técnicos, o bien al mediapunta, al que dejaban espacio en zonas interiores para campar a sus anchas.
En su once tipo se encontraban, como mediocentros con más minutos, Marcos Tébar, jugador dotado de una buena visión de juego, y Luso Delgado, lateral reconvertido y con gran recorrido. En la zona de tres cuartos, mientras tanto, aparecía en el carril del ‘diez’ Jandro, y en las bandas, cerca de la cal, el exblanquivioleta Jofre o Juanlu Hens.
Y en la punta del ataque, jugadores de perfiles variados. El paraguayo Javier Acuña fue el máximo goleador, con dieciocho tantos, gracias a su velocidad y capacidad de anticipación en el remate. El segundo máximo anotador, con once tantos, fue Benja Martínez, un hombre de área, capaz de jugar de espaldas y favorecer las llegadas de la segunda línea. A ellos hay que sumar la aportación de Felipe Sanchón, mediapunta capaz de actuar como falso ‘nueve’, que hizo nueve goles.

Lo que se puede esperar
El Girona que entrenó Rubi fue un equipo atractivo, divertido y entretenido, por el espectáculo que ofrecía en las dos áreas. Aunque no era un ‘kamikaze’, sufría en defensa, como demuestra el hecho de que catorce de sus rivales encajaron menos de los 56 goles que recibieron. Sin embargo, supo contrarrestar esta faceta con su acierto de cara a la portería rival, al convertirse en el tercer equipo más goleador con 74 dianas.
Luso, en su condición de lateral reconvertido, como Kitoko en los minutos que las lesiones le permitieron jugar, se encargaban de aportar un equilibrio que, a priori, el Real Valladolid tendrá con Álvaro Rubio. E igual que Marcos Tébar se veía obligado a fajarse en defensa, se verá Víctor Pérez si, tal y como parece que sucederá, continúa.
Defensivamente su Pucela es una incógnita, ya que se desconoce cuáles serán sus jugadores. No obstante, que por tratarse de un equipo con unas aspiraciones mayores que aquel Girona, y por su propio estilo, se espera el equipo sufra menos en defensa. A la vez, por esta misma razón, en ataque ha de ser una máquina engrasada en la que, como cuando dirigía al conjunto albirrojo, todos marquen.
Otro de los puntos flacos que deberá mejorar en su estancia en Zorrilla es la seguridad del equipo a domicilio. Aun con el cuarto puesto global, este apartado está entre sus debes, puesto que ganó seis veces y empató cinco frente a las diez derrotas cosechadas. Para más seña, marcaron 27 goles y encajaron 39, el cuarto equipo que más tantos recibió lejos de su casa.
En el otro lado de la balanza se encuentra el buen hacer en Montilivi, que se tradujo en quince victorias, tres empates y tres derrotas que les convirtieron en el tercer mejor local, solo por detrás de Villarreal y Elche, los ascensores, y en el equipo con mejor promedio de goles, gracias a los 47 anotados y los diecisiete recibidos.
Al fútbol de toque y posesión le acompañó una enorme pegada que convendría que mantuviera su nuevo equipo, si bien a día de hoy no cuenta con una sola punta de lanza. En parte, ese éxito en ataque se debió al buen papel de Jandro, quien, salvando las distancias, podría asemejarse a un Óscar perdido, que ha de relanzar su fútbol y ser de nuevo capital.
Además de ser capital de cara a la definición de un estilo, debe volver a aportar un buen número de goles. En general, la segunda línea debe hacerlo. Sin ir más lejos, en el Girona 2012/13, hubo hasta dieciséis goleadores distintos, de los cuales doce marcaron en más de una ocasión, lo que habla mucho y muy bien del grado de implicación ofensiva y de la pulcritud del juego coral.
Estudioso, con carácter y de cantera

Aunque no se le puede considerar, a priori, experto en juego de posición, el modo de operar de su Girona llevó a Rubi al FC Barcelona. En parte, porque el recientemente fallecido Tito Vilanova vio en él a un entrenador preparado y estudioso, capaz de encajar y sumar en su organigrama técnico.
Es, el de Vilasar de Mar, un preparador analítico, que si bien apuesta por que su equipo demuestre una personalidad definida, estudia a sus rivales e introduce pequeños matices en cada encuentro para ser capaz de hacerles daño. Y, además, no vacila con la estrategia.
Aunque no se le recuerda una presión elevada –y tampoco se le puede definir como un técnico ‘cholista’–, con el catalán el esfuerzo no se negocia. Aunque suene a tópico, no hay rival pequeño, y ni siquiera con equipos de la zona baja se debe bajar el pistón. Y el que lo haga, al banquillo o a la grada. Y si hace falta, entra un canterano.
A priori, la plantilla que manejará con el Real Valladolid será corta, y tendrá que mirar a las categorías inferiores. Pero, incluso aunque no fuera esta la intención del club, podría ser su idea, ya que es un técnico que se encuentra cómodo con los jóvenes, tras entrenar tres años al Espanyol B, tal y como se vio en Girona, donde dio la alternativa a varios jugadores de la base.
Con ellos o sin ellos, está llamado a ser, de nuevo, como en la temporada 2012/13, uno de los entrenadores referenciales en la Segunda División. A consolidarse en los primeros niveles del fútbol patrio y, a poder ser, a ganarse un sitio en la élite que acarició en Barcelona y que el Real Valladolid quiere volver a tocar sin más dilación que ‘un añito en el infierno’.
