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Trampas que desnudan vergüenzas

por Jesús Domínguez
13 de junio de 2011
en Noticias

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Guerra 13.6
Foto: El Norte de Castilla

Por más que el tramo final de la temporada rozase la brillantez, la inoperancia en determinados aspectos del juego seguía ahí, dormitando; escondida detrás de la columna vertebral blanquivioleta.

Incluso los infantes que acostumbran a acudir al Nuevo José Zorrilla conocían su escondrijo. En realidad, lo extraño habría sido que alguien cualificado como el técnico del Elche no supiese invitar a la fatalidad a volver a aparecer.

El modelo de juego que éste expone puede ser considerado, como de hecho lo es, poco vistoso. Habrá quien lo considere también ilícito. A tenor de lo visto en el Martínez Valero, entre quienes así lo ven no se encuentra Julio Amoedo Chas.

El ferrolano, trencilla favorito para el ascenso a la primera división, permitió la elevación a la máxima potencia de la intensidad con que los ilicitanos se aplican en la destrucción del planteamiento ajeno.

No dio la sensación al comenzar el partido de que el Real Valladolid fuese a sufrir insomnio. Tal y como estaba previsto, Bordalás devolvió la titularidad a Xumetra y a Cristóbal a su perfil natural, buscando mayor posesión y profundidad por banda.

Los hombres de Resino, los mismos que habían sido de la partida en la ida, se encontraban cómodos incomodando la posesión franjiverde y llevando el cuero arriba y a los costados, donde debían multiplicarse en las ayudas los hombres interiores del Elche.

Xumetra y Mantecón intentaban cortar con rapidez las salidas vallisoletanas, con éxito dispar. No lo tuvieron en el minuto veintitrés, cuando un Óscar estelar hizo el primero desde dentro del área, escorado a la derecha.

Xumetra apenas tenía oportunidades de ir hacia adelante. Cristóbal se centraba buscando más contacto con el balón. La desesperación de Kike Mateo le llevó incluso a ser sustituido. La seguridad y sobriedad que los de Abel exponían hacía presagiar un pase sin excesivos apuros. Hasta que llegó Albácar.

Una incomprensible pérdida de balón de Óscar terminó con la señalización de una falta lejana en la zona central. Edu Albácar la colocó, presto a cobrarse el castigo. Abajo y centrado, el balón salió despedido allí donde Javi Jiménez se había colocado.

En las décimas de segundo en que el esférico y el meta se encontraban en un campo de visión cercano, seguramente nadie esperaba el gol. Y sin embargo, llegó. A Javi, seguro de vida hasta la fecha, le temblaron las manos a la hora de atajar.

Poco después serían otra vez los dos partícipes de una situación que nada habría tenido que ver de no ser por Amoedo Chas. Incomprensiblemente, el colegiado señalizó como mano un claro despeje de Marc Valiente con la testa.

Otra vez el lateral, quizá el mejor de la categoría en el costado izquierdo, colocaba el balón frente a la barrera. Lo arrojó con precisión a la derecha, lugar contrario a la barrera donde Javi Jiménez debería estar, y sin embargo no estuvo.

La frustración y la desesperación terminaron con la calma antes mostrada. José Bordalás puso las trampas y el árbitro los errores. El Real Valladolid, que hasta entonces había hecho caso omiso a provocaciones varias, se fue del partido antes del asueto.

En el descanso con él se fueron Carlos Suárez, con sus ya habituales problemas de nervios; y Fernando Gaspar, un preparador físico desquiciado y cuyo mayor mérito es supervisar los calentamientos apoyado en una valla.

Resino no entendió que el encuentro requería una guerra de guerrillas, que pedía a gritos dar al Elche su propia medicina. Lo que Rueda fue en Zorrilla durante unos minutos pudo haberlo sido en Alicante, pero el técnico no lo entendió así.

Quizá porque, a pesar de que su título dice lo contrario, no sabe. Sus errores en la lectura no fueron los primeros, pero sí los últimos. Tanto las permutas como el hecho de, con la eliminatoria a su favor, nadar y no guardar la ropa.

Comenzó la segunda mitad con el mayor número de toques por parte del Real Valladolid desde que Abel llegó a su banquillo. La verticalidad con que hacen daño Nauzet, Óscar y Guerra dio paso a un juego sin profundidad del que se aprovechó otra vez el Elche.

Allí donde Rueda debería estar, cerrando a David Sánchez, nació la contra matadora. En el contexto en que debió haber actuado el Valladolid, bloqueando las acometidas del rival y saliendo en busca del cierre de la eliminatoria, apareció el infortunio de Jordi.

Ángel anotó el tercero para un Elche que a partir de entonces, con la complacencia de Amoedo Chas, que incomprensiblemente permitió aún menos juego del previo. Con la entrada de Acciari, el hombre más importante de Bordalás, a pesar de su habitual suplencia, el partido se acabó.

Abel, hombre que ha manejado hasta seis pivotes desde el mercado invernal, retiró del césped a Mehdi Nafti y centró a Sisi, con la esperanza de que éste se erigiese organizador, algo que no capacitan sus características.

Antón entró para dar la razón a sus detractores y Bacari para deslizarse y demostrar que sus números en el filial no van en consonancia con las características que un equipo profesional requiere.

Sus patinazos personificaron el tropiezo del equipo. Su incapacidad de crear ocasiones de juego fueron reflejo de la inoperancia de un conjunto incapaz de llevar el peligro a la meta de Jaime, en parte por las trampas y el juego marrullero de los compañeros del guardamallas y en parte por unas vergüenzas que, después de tiempo, volvieron a verse desnudas.

Con la derrota acabó el sueño. Con la derrota apareció el insomnio en los trescientos viajeros y muchos más aficionados que habían creído en un equipo que, a la hora de la verdad, se amilanó ante un rival rocoso que si bien no mereció la clasificación, hizo que tampoco los blanquivioletas la mereciesen por deméritos propios.

Los errores de un trencilla hasta la fecha bien considerado deberían acabar por provocar que el gallego se quede sin el sonado ascenso a primera división, pero no han de esconder los de un Real Valladolid desconcertante y bipolar, capaz de realizar cuarenta minutos de gran empaque y un streaptease en cincuenta posteriores en el que dejar al descubierto las múltiples carencias que ha ido lastrando a lo largo de la temporada y que han terminado por dejarle fuera de la pugna por volver a la máxima categoría.

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