Alejandro Alfaro es un extremo derecho tendente a aparecer en posiciones interiores, de fantasía y con gol, más cercano a Óscar que a Jeffren

Si por algo se vienen destacando los refuerzos acometidos por el Real Valladolid de cara a la temporada recién comenzada, sin lugar a dudas, es por su polivalencia. Defensas versátiles, atacantes que pueden ocupar cualquier lugar del frente y ahora un extremo de esos que algunos dirían falsos. Solo falta que a Javi Varas le dé por ser un Rogério Ceni o que venga imitando a su excompañero Palop, porque lo que es imitar a Neuer en alguna ocasión le va a tocar, viendo lo adelantado que quiere jugar Rubi.
Pero volvamos al ‘falso extremo’. Resulta que ahora todos son así, por lo menos en ataque. Así le llaman a la liquidez, falsedad. Y todo porque no son rígidos como los muñecos de ese invento gallego llamado futbolín.
Si existen, Alejandro Alfaro es uno de ellos. No es, al uso, un amigo de la cal, sino que se encuentra más cómodo en el fuera-dentro habitual de los mediapuntas acostados en el extremo del rectángulo. Como funambulista que es, puede hacer equilibrios sobre la línea, pero frecuenta a perfilarse más hacia zonas interiores que a mirar hacia el ángulo del fondo, allí donde se acaba el pasto y comienzan los dominios del enemigo.
Es, en el buen sentido del término, un trilero. Esconde el balón pegado a su bota, con esa querencia de ir al centro de los grandes matadores, pues para algo es paisano de ‘El Litri’ y toreó cerca de La Maestranza, tras salir de la cantera del Sevilla, de donde brota arte. Deja, así, el carril para que el lateral le doble, y busca asociarse con los de su condición, los llamados ‘jugones’.
De Huelva, creativo, tiene gol, como demostró principalmente el año que ascendió al Tenerife, en el que anotó veinte. Pero también en otras plazas, como la de Mallorca, de donde llega a Valladolid y donde marcó nueve el último curso para un total de 72 en sus más de 300 partidos como profesional. Sin embargo, no se le ha de medir así, por los apéndices y las tardes en que se ha presentado, sino por su nivel en el albero.
Llegó a convertirse en uno de los más aclamados en su antigua casa en las islas gracias a su capacidad para filtrar el último pase, de terciopelo, y a su pausa, que hará mucho bien en Zorrilla. Y es que todo lo que ocurre alrededor suele suceder a una velocidad mayor que la suya, ya que si es ‘falso extremo’ es porque adolece de un gran cambio de ritmo. No es eléctrico ni el más ancho de los mediapuntas, pero sí profundo, vertical y de gran calidad.
En clave blanquivioleta, comparándolo con lo ya conocido, por si él no lo es, podría decirse que es más Óscar que Jeffren; imaginativo, pero no eléctrico. Llega a Valladolid, además, en un momento de madurez que le valida para las grandes empresas, por lo que ha vivido en Mallorca y por la continuidad devuelta. A la vez, arriba en vísperas del día de la marmota, con el invierno –metafórico– amenazante si no termina de ser el que podría.
Si es el que puede ser, si se gana la confianza de Rubi, dará mayor consistencia si cabe al perfil derecho del equipo, ese que tanto lució en el debut. Puede ser el que complete el triángulo con Leão y Óscar, con el primero y con Chica, con el segundo y Roger o con cualquiera que tenga bien a acercarse a él, que lo harán, ya sea en los dominios del diez o más escorado.
Por sus características, viene a ahondar en el semblante del resto de fichajes, serio, conocido y reconocible. A profundizar en un proyecto que quiere ser grande y que pasa, a trazos gruesos, por el dominio y la circulación balón. Sea extremo o mediapunta, si el cuero pasa por él, al menos por nombre y condición, una cosa es segura: el fútbol será real.
