El angoleño afronta la temporada de su redención en el Real Valladolid. Con su actuación ante el Numancia, con gol incluido, demuestra que puede ser un jugador útil para Djukic espantando los fantasmas del pasado.
“Mi meta es marcar 30 o 40 goles”. Estas palabras fueron, en julio de 2009, la tarjeta de presentación de un jugador ambicioso, que prometía ser el delantero de referencia del Real Valladolid después llegar con el aval de haber militado en el Manchester United.
A la postre estas declaraciones se convertirían en una lacra con la que el angoleño tuvo que arrastrar hasta el día en el que se consumó el descenso del equipo en el Camp Nou -en el que Puyol le privó de hacer un gol-, en el que fue el último partido del Manucho analógico con la camiseta blanquivioleta.
La temporada del descenso, si ya fue difícil para el equipo, lo fue más aún para él, ya que el eco de sus declaraciones pesó sobre cada una de sus actuaciones. Sólo pudo llevar a cabo una décima parte de los goles prometidos (cuatro, uno más que el central Nivaldo), bien por él o por un desacertado traductor.
Sea como fuere, el angoleño, partido tras partido, acabó desquiciando a buena parte de la grada, que no tardó mucho en darse cuenta de que aquel punta que celebraba sus aciertos haciendo el avión no iba a ser ese hombre gol que el equipo necesitaba.
Sin embargo, pese a ser escasos, los goles del delantero siempre fueron valiosos, pues otorgaron siete puntos a un equipo al que finalmente lo faltó uno para conseguir la salvación.
El delantero anotó en los compromisos ante el Valencia en Zorrilla (2-4) -único partido con gol suyo y derrota blanquivioleta-, frente al Sevilla en el Pizjuán (1-1), contra el Sporting en El Molinón (0-2) y, de nuevo ante el Sevilla, en Zorrilla, en plena lucha por la permanencia en la recta final de la competición con Clemente en el banquillo (2-1).
La discreta actuación de Manucho, unida al descenso blanquivioleta, propició la salida del delantero rumbo a Turquía,en calidad de cedido. Su destino era el Bucaspor, un recién ascendido a la primera división turca que había rechazado en primera instancia cerrar su cesión, ya que le consideraban un jugador propenso a lesionarse al hallarle los médicos del club vestigios de artrosis en una rodilla.
Finalmente el club turco cambió de opinión tras probarle en un amistoso, y el conjunto blanquivioleta pudo deshacerse de una de las fichas más altas de la plantilla. Sin embargo, la aventura de Manucho en el Bucaspor no duraría mucho, ya que en diciembre se le buscó otro destino tras haber anotado únicamente dos goles en doce partidos.
La falta de efectivos atacantes en el equipo de Abel Resino, por entonces entrenador vallisoletano, y las dificultades de encontrarle un segundo equipo dispararon los rumores de su posible vuelta a Zorrilla en el mercado invernal, aunque finalmente el segundo ‘culebrón Manucho’ acabó con el jugador angoleño recalando en otro equipo turco, el Manisaspor, club en el que disputó nueve partidos y no logró ningún gol.
La llegada del pasado verano supuso el fin de su aventura turca y el regreso a Valladolid con un triste balance de veintiún partidos jugados y dos tantos anotados. Durante la pretemporada Carlos Suárez trató de buscarle una salida definitiva, al igual que a Alberto Bueno, pero la elevada ficha de ambos jugadores hizo imposible su salida en un mercado afectado por la crisis.
Sin embargo, mientras Alberto Bueno contaba cada vez más para Miroslav Djukic, el angoleño estaba condenado al ostracismo, disfrutando únicamente de minutos en la Copa Castilla y León. Mientras tanto sí marcaba goles con su selección, Angola, donde parece que no le falla el olfato goleador, a diferencia de en los diferentes clubes por los que ha pasado en los últimos años.

Estuvo al margen del equipo hasta hace un par de semanas, cuando su destino cambió por obra y gracia de Djukic. El serbio pensó en él para el encuentro copero disputado en Vigo, para el que decidió dejar a los habituales en casa ante los tres largos desplazamientos que el equipo debía afrontar en una semana.
Así, Manucho entraba por primera vez esta campaña en la convocatoria de un partido oficial. No conforme con el cambio de situación, Djukic decidió darle minutos, y el angoleño respondió asistiendo a Marquitos en el único gol blanquivioleta de un partido para olvidar. Gracias a su buena actitud terminó de convencer al técnico serbio, que le incluyó posteriormente en Liga en la convocatoria ante el Recre, donde volvió a jugar dejando buenas sensaciones.
Sin embargo, su reconversión en jugador útil para el equipo no terminaría de llegar hasta el reciente encuentro ante el Numancia, en el que angoleño lideró la remontada del equipo, primero participando en la jugada del primer tanto con un soberbio pase a Javi Guerra y anotando después el segundo gol, jugándose el tipo tras una buena jugada del delantero andaluz.
Cuando nadie contaba son su redención, salvo quizá él y su gran amigo Jaime, la media hora disputada por el angoleño supuso su definitivo renacer. Cuando nadie contaba siquiera con su participación, Manucho ha dejado sus cosas a un lado para buscar, en su versión 2.0, resarcirse del pasado.
