Corría el año 1995. Las féminas sumaban al ya de por sí calor veraniego el provocado por las caderas de un jovencito puertorriqueño. Un tal Ricky Martin. Se llamasen Yolanda o Teodomira, viendo el menear de sus caderas, todas querían ser María.
Casi dieciseis años después de aquella irrupción – ya llovió desde entonces -, todo lo contrario ocurrió con el Tenerife en su encuentro frente al Real Valladolid. A pesar de estar virtualmente descendido, no quiso ser María.
Lo demostró adelantándose en el marcador, y después de ver cómo el Real Valladolid remontaba el resultado, haciendo lo propio a pesar de jugar durante más de una hora con un hombre menos.
Nino, en el minuto ocho primero y en el once después, obligó a Javi Jiménez a esforzarse para mantener la meta a cero. Lo hizo también en el quince, pero Dubarbier estuvo fino al rematar de volea el pase de Marc Bertrán.
“Un, dos, tres, un golito pa’lante mi Tete” podrían haber cantado los seis mil aficionados locales de no encontrarse inmersos en una profunda depresión y mayor mosqueo ante su futuro más próximo.
El tanto hizo que el Valladolid se desperezase e igualase la contienda gracias a un tanto de Javi Guerra apenas dos minutos después tras una contra. Por otra, cuatro minutos después, llegó la expulsión de Luna tras agarrón a Sisi.
En la grada, más mosqueo. En el campo, en el bando local, otra vez cuenta de tres y paso inverso al antes dado. No porque sirviese la igualada, sino porque era el equipo de Resino el que manejaba el cuero, y con un hombre menos…
Antes del descanso hicieron los de Abel su segundo tanto. Sisi enviaba a la escuadra de Sergio Aragoneses una falta lejana que enviaba irremediablemente al Tenerife a la categoría de bronce del fútbol español.
Tras la reanudación muchos esperaban que el conjunto blanquivioleta cerrase el partido como frente al Córdoba se hizo. Casi todos menos Sergio Aragoneses y Nino. El primero lo demostró salvando en repetidas ocasiones a su equipo. El segundo, con sus letales movimientos.
En uno de ellos llegó el tanto de la igualada, pasados veinte minutos del segundo periodo. Pilló a Jordi Figueras, fallón, en medio de un torpe baile y dio de nuevo ese pasito pa’lante en busca del milagro.
Pa’trás pudo darlo de nuevo cuando Abel Resino introdujo al verde a Bacari, pero para entonces las piernas y caderas de Nino se habían desatado cuan puertorriqueño ante un ritmo salsón.
De esta manera, tras una jugada personal del canterano Germán, hizo el tercero y ajustició a un Real Valladolid hipnotizado ante su propio péndulo. Su cocina a fuego lento tuvo la réplica de un mojo picón que le resultó indigesto.
Más de uno y de dos se preguntan en Valladolid desde la finalización del partido cómo pudo darse tal derrota. “Esto es fútbol”, diría Abel. Ricky Martin diría más bien que el “Pucela es un equipo especial”, pero “tan caliente y frío” que es capaz de dar un pasito pa’trás allí donde menos se espera.
Éste puede provocar que se aproximen los rivales por el play-off y se alejen aquellos que se encuentran por delante. Lo que seguro ha de provocar es más trabajo. Gastada la bala en la recámara, frente al Nàstic toca volver a contar de tres en tres y dar un nuevo pasito adelante.