El irundarra fue el mentor de los guardametas de Zorrilla en su paso por Valladolid. Este fin de semana vuelve a la que fue su casa tres años, en su nueva etapa como entrenador del Alavés

La temporada 2006-07 será recordada con gran cariño por la afición blanquivioleta. El llamado año de los récords se culminó de la mejor manera posible, con la vuelta a la Liga BBVA por parte del Real Valladolid. Para ello, ser el equipo menos goleado de la categoría fue un factor clave.
Gran parte de culpa fue de la portería. Alberto y Jacobo formaban la dupla de porteros del equipo en esa campaña. Alberto, recién fichado de la Real Sociedad, abandonaba el club de su vida y a pesar de su avanzada edad -36 años- se mantenía con fuerzas para continuar jugando. El Real Valladolid se interesó en sus servicios, ya que el perfil del portero vasco era el ideal para que formase a una promesa de la cantera como era el vallisoletano Jacobo.
Un portero veterano que había disputado 382 partidos en Primera División, y otro que era una apuesta de futuro. La idea era clara, y Alberto adoptó su rol de mentor de Jacobo, que comenzó la temporada como titular. Una faceta que ya había adoptado en la Real Sociedad cuando Westerveld y Asier Riesgo estuvieron por delante de él.
Sin embargo, el vallisoletano no se mostró solvente en el puesto y José Luis Mendilibar dio la posibilidad al irundarra de enseñar a su homólogo de la mejor forma posible: demostrando cómo hay que hacerlo bajo los palos.
Y es que Alberto no era el perfil de guardameta con el que los jóvenes sueñan identificarse; sin embargo, el vasco era eficaz. No era el portero que acaparaba los telediarios con paradas imposibles, pero sus dotes de comunicación y su colocación, sumado a su experiencia, permitían que sus equipos encajaran pocos goles. Veintiocho goles en 36 partidos le condecoraron con el Trofeo Zamora, en el ya citado año de los récords.
En Primera División, también tuvo la oportunidad de enseñar demostrando con el dubitativo Ludovic Butelle, que comenzó en la titularidad. El francés mostró su enorme inseguridad en el primer tercio de campeonato, por lo que Alberto tuvo de nuevo la oportunidad, otra vez de la mano de Mendilibar. No obstante, a pesar de su enorme experiencia, no tuvo buenas actuaciones y la alternativa la tomó un Sergio Asenjo que venía por detrás pisando fuerte. El palentino se afianzó en el puesto y el irundarra le acompañó en las convocatorias para transmitirle su enorme experiencia. El regreso a la categoría de oro de fútbol español se completó con la enorme explosión de Asenjo, gracias a la colaboración del vasco.
La siguiente temporada, dos serían los cancerberos veteranos que curtirían la progresión de Asenjo: Justo Villar y el propio Alberto. En esta campaña, el segundo tuvo un rol mucho más secundario -de hecho renovó con el club blanquivioleta el último día del mercado veraniego-, pero no por ello menos importante.
El mentor de los guardametas tuvo su premio en la Copa del Rey, ya que disputó sus últimos partidos -ida y vuelta- como profesional ante el Sporting de Gijón. Un broche de oro para un guardameta con dotes de maestro. Unas cualidades que le han permitido ser dueño de la portería de la Real durante muchos años en la élite, y dueño también del arco blanquivioleta en una de las temporadas con mejor recuerdo para el aficionado.
De portero a entrenador

Pero las enseñanzas de Alberto no podrían quedar ahí. En los casos de futbolistas como Alberto se percibe que hay un entrenador dentro. Una faceta que en su situación ha vivido un crecimiento vertiginoso. Rápidamente se preparó para ser técnico y sacó la licencia que le atribuye como tal, para poco después dirigir al filial del Real Unión de Irún.
Su crecimiento como míster le otorgó la oportunidad de formar parte del cuadro técnico del Deportivo Alavés en la temporada 2013-14 como segundo entrenador de Natxo González. Tras un play-off de infarto frente al Real Jaén, el conjunto vitoriano volvía a la categoría de plata, después de mucho sufrimiento en las campañas en Segunda B.
Más convulsa fue la temporada pasada para el banquillo blanquiazul. En la decimosexta jornada Natxo González fue sustituido en el cargo por Mandiá. Pero no sirvió. Tras los malos resultados del último técnico, la directiva del Alavés tomó en marzo una decisión a la desesperada: destituir a Mandiá y dar las riendas del banquillo a Alberto. La solución no pudo ser mejor.
El técnico consiguió conjurar a sus jugadores para conseguir el objetivo de la permanencia, precisamente en el campo del Real Jaén, en donde tan solo un año atrás habían conseguido el retorno de la categoría. Un gol en el último minuto de Guzmán permitía que el Club Deportivo Alavés fuera un año más equipo de Segunda División. Ocho años después, el equipo blanquiazul volverá a Zorrilla liderado por un entrenador que demuestra sus dotes de maestrazgo de la mejor forma posible: sobre el campo.
