Análisis del próximo rival del Real Valladolid

Momento de alegría, sonrisas y jolgorio en Valladolid. Con tres triunfos consecutivos, sin siquiera un gol encajado, doce transformados y un juego más que aceptable, la próxima meta está clara; dar carpetazo también a las dudas lejos de casa. El último triunfo en La Romareda, qué duda cabe, ya se trata de un gran paso de por sí, pero es el momento de refrendar sensaciones y, por qué no, pensar en el asalto al liderato que ostenta Las Palmas, a cuatro puntos.
La posible víctima, a priori, se presenta más que asequible para que el Pucela continúe con sus pretensiones.
Los de Rubi harán un viaje al pasado a Palamós, donde se consiguió aquel ascenso mítico hace ya veintidós temporadas, para visitar a un Llagostera que no vive su mejor momento desde que comenzó su andanza en Segunda.
Situación delicada
Y decimos asequible porque el conjunto dirigido en duopolio por Lluís Carrillo y Oriol Alsina desde la secretaría técnica no está en una situación envidiable en la clasificación. Vigésimo primero con diecinueve puntos en veinte jornadas, el conjunto catalán no está cumpliendo en demasía el objetivo de la permanencia fijado a principio de temporada, si bien un arreón en forma de victoria aseguraría la escapada de los puestos rojos al ser el Barcelona B el primero fuera con veinte puntos, solo uno más.
Esa es precisamente la pretensión que tienen entre ceja y ceja plantilla, entrenador y afición del Llagostera; la salvación. De hecho, se puede decir que esta quedó marcada desde el mismo momento en el que se alcanzó el ascenso frente al Nástic de Tarragona el verano pasado, después de que el Racing dejara en primera instancia fuera a los gerundenses tras quedar primeros de grupo III de Segunda B.
Ahí arrancó el nuevo proyecto. El club presidido por Isabel Tarragó afronta su primera temporada en la categoría de plata y, cómo no, la intención es prolongar la estancia el mayor tiempo posible. Las premisas, las habituales para un equipo de estas características. Mucho esfuerzo e ilusión que compensen la falta de nombres y dinero en las arcas.
Por supuesto, la intención no siempre lo es todo. El conjunto gerundense tan solo ha ganado cinco partidos en las veinte nombradas jornadas, que sumado a cuatro empates dan con como resultado una cifra insuficiente para alcanzar de manera provisional el ansiado objetivo. Todavía queda mucho temporada por delante, pero las dos últimas jornadas, con derrotas ante Mirandés (1-0) y Girona (1-2), además del hecho de tener que recibir al Pucela suponen un momento complicado para el Llagostera.
Poco nombre, mucho hombre

Es aquí donde entra el estilo marcado por el nuevo entrenador, que relevó en el cargo a Santiago Castillejo hace casi tres meses, cuando los resultados no terminaron de acompañar. Las arcas del club han obligado a mantener el bloque de jugadores como Tarradellas, Tito, Jordi López o Masó, con poca notoriedad en la categoría pero mucho trabajo detrás.
Lo cierto es que los catalanes no cuentan con los números a su favor, toda vez que con solo tres victorias como local en diez partidos se antojan cortas y apenas quince goles en veinte partidos no son demasiados –de los cuales nueve en Palamós–, precisamente.
Sobra decir que los choques del Llagostera no se caracterizan por contar con marcadores demasiado altos, por lo que el principal problema para los de Rubi debería ser el abrir la lata.
Ahí reside su estilo de juego. Pocos goles, una defensa sólida dentro de las posibilidades y a la espera de poder sentenciar a la contra. El de este domingo podría calificarse como uno de esos partidos trampa, donde es necesario sacar la victoria para seguir en la pomada del ascenso.
Curiosidad del rival de esta jornada: El Real Valladolid se enfrentará este domingo al Llagostera en lo que los graciosos del fútbol suelen llamar un ‘futbolín’. Y es que Palamós, con una capacidad para 5.824 espectadores, es el segundo campo más pequeño de la categoría, tan solo por detrás del de Santo Domingo, en Alcorcón, donde caben poco más de 5.000. Bien hay que decir que los gerundenses no pueden jugar en su estadio por normativa de la LFP, precisamente por no cumplir con los requisitos necesarios.
