El Real Valladolid perdió ante el Llagostera ofreciendo imagen de equipo pequeño y sin recursos. Todo lo que se logró durante semanas desapareció en noventa minutos

Pintaba bien el domingo. Las Palmas empató en Vitoria y el Betis derrotó al Sporting en El Molinón. Todo de cara para un Valladolid que debía dar un puñetazo en la mesa venciendo al Llagostera. El rival, la racha del Pucela y los pinchazos de los de arriba anunciaban una tarde dulce. Pero fue todo lo contrario.
Soplaba un fuerte viento en Palamós, como si quisiera ser el futbolista número 23. Lo tenía en contra el Valladolid durante la primera parte, por lo que intentó ser serio en su planteamiento y aguantar las escasas embestidas del Llagostera. Se mantuvo firme, con el 0-0 como aliado y una segunda mitad en el horizonte que dibujaba mejores sensaciones. Sin embargo, el castillo de naipes se vino abajo.
Fue lo más parecido a ver al lobo soplando con fuerza sobre una casa hecha de paja. El viento se llevó hasta las sensaciones del pasado. Desnudó al Pucela, que se convirtió en algo mediocre, excesivamente frágil. El Llagostera, sin alardes, golpeó primero el mentón y después las costillas. Rival al suelo. De rodillas. Un espejo al que nunca hay que mirarse.
Porque no duele la derrota, sino cómo se produce. Porque el equipo local es muy inferior y no necesitó más que un poco de empuje y ganas para ganarte. Porque los cracks se escondieron, despreciando el balón y la toma de decisiones. Porque, en definitiva, hiciste el ridículo.
Recordó el Pucela a ese equipo que caminaba sin pena ni gloria por los campos de primera división asumiendo que el descenso era su meta. Con el alma desprendida y el pasado más tenebroso cogiendo en brazos a los mismos futbolistas que habían devuelto la ilusión a una afición que amenazaba con anestesiarse.
Pero la puntilla, como en una película de terror en la que siempre pasa algo más, estaba por llegar. La puso Bergdich en Twitter. “Perder 2-0 y sin jugar ni un minuto. Asco.”, escribió en la red social. Lo hizo horas después del final del partido, buscando, evidentemente, que su mensaje tuviera calado y no fuera interpretado como un calentón del momento. Quiso hacer ruido.
Lo peor es que el Real Valladolid lo permite. Rubi, al leer ese tuit –que lo ha leído–, tendría que haber tomado decisiones que vayan más allá de valorar una posible salida del jugador. Un jugador, dicho sea de paso, que aporta en el césped lo mismo que yo. Bueno, yo aporto más, que al menos pago y animo. Siempre recordaré a Bergdich como un futbolista que todo lo hace mal y lo que hace bien es sin querer.
Así todo, esperemos que lo ocurrido el domingo quede en la típica tarde para olvidar que tienen los equipos de vez en cuando. Que el Mallorca sea nuestra reconciliación.
			