Un aplicado Mirandés mereció más ante un Real Valladolid que sigue ofreciendo más dudas que certezas

Quizás no sea yo el más indicado para contaros esta historia, pero alguien lo tiene que hacer. Como algún día alguien tendrá que poner el grito en el cielo por la horrible temporada de Jesús Rueda, que en el gol del Mirandés tuvo una muestra más.
Existen varios tipos de estudiantes, pero, a grandes rasgos, de entre los que pueden ir aprobando, siempre se han distinguido dos que llaman poderosamente la atención por antagonismo. Uno es el del buen estudiante, el que el profesor llama buen estudiante. Es aquel esforzado, que pone empeño, que se hace resúmenes y esquemas antes de los exámenes, incluso un calendario para ellos. También se dispone con tiempo de sobra para las pruebas pertinentes, coge apuntes todos los días, los presta si hace falta, va a las tutorías e incluso hace los deberes voluntarios.
Luego está el mal estudiante, el que llama el profesor mal estudiante. Es aquel vago por naturaleza y por inercia, que pasa olímpicamente de los estudios. Enfrenta los exámenes como quien desayuna por la mañana, y, a veces, peor, porque ni se acuerda de ellos. Cuando lleguen, llegaron. No le hace falta ni quiere tener apuntes por ningún lado, ya los conseguirá por otros medios. No pisa el despacho del profesor para nada, no le hace falta, y piensa que los deberes son para quien los necesita o para quien no tiene mejor cosa en la que emplear su tiempo.
Y al final, ¿quién saca mejores notas? Puede haber de todo, evidentemente, pueden suspender los dos incluso, pero, generalmente, quien acaba por encima es el mal estudiante, el que llama el profesor mal estudiante. Los esfuerzos que haga el buen estudiante no servirán para superar al mal estudiante. ¿Por? Este tiene más calidad académica, más coco, más cerebro, más capacidad. No sabemos si es más listo, pero más inteligente seguro que sí. Se impone la calidad al esfuerzo, sobre todo cuando el nivel se intensifica, cuando llega el final, cuando se pone todo más difícil y cuando uno tiene mucho más margen de mejora que otro.
Todo esto para deciros que el Real Valladolid fue el mal estudiante frente a un Mirandés que fue el bueno. El bueno, pero el limitado. Un poco corto (de efectivos), un borderline de la Segunda División que arrancaba la temporada en Segunda B, pero que lo tiene bien encarrilado para permanecer una temporada más en la división de plata. Y con todo merecimiento. El bueno que nunca superará al malo. Porque el malo, el Real Valladolid, tiene mucho más de dónde tirar, aunque no lo haga como debe. Se dispone mal, fatal. Y pone menos actitud, pero, claro, tiene a Óscar, Roger, Hernán Pérez… más capacidad en definitiva. Y gana, acaba ganando, como siempre.
Cimentó su victoria el conjunto de Rubi en aprovecharse de su única superioridad, la calidad. Y así lo hizo y se fue 2-0 en una engañosa primera mitad. Engañosa para quien no quiera ver que el Real Valladolid lo hizo todo peor que el Mirandés, salvo conseguir dar dos pases seguidos y tener en su plantilla jugadores de Primera División. Y claro, cuando el Mirandés se entonó, consiguió arrinconar y meter el miedo al Real Valladolid en el cuerpo.
El Mirandés desplegó una lección de fútbol en Zorrilla, semejante a como lo hace el buen estudiante en clase. Una lección humilde, casi imperceptible sin saber de quién hablamos, que mereció más premio. Pero claro, normalmente gana el mal estudiante, que para eso tiene más capacidades.
