Las matemáticas muestran que el ascenso directo es posible, pero no que el no creer en ello sea una opción reprobable

Está ahí, a seis puntos. Ahí mismo. Hay cosas mucho más lejanas. Por ejemplo, la Luna de La Tierra está mucho más lejana y, fíjense, la conquistamos en el ’69. También muy lejano está el 2020, año en el que se espera que el hombre pise Marte. Sin embargo, no hace mucho estaba también muy lejano el 2015, año en el que también se suponía que ya pisaríamos el planeta rojo, y ya casi lo mediamos. Muy grande parecía ser la distancia que había entre EEUU y Cuba y miren, Obama estrechando la mano de Raúl Castro. Claro, que eso es política, porque la distancia en kilómetros siempre ha sido la misma.
Seis puntos no son nada. Son dos partidos, dos encuentros mucho más cercanos que toda la enumeración anterior, que, curiosamente, engloba conceptos que se encuentran, hoy por hoy, más próximos de lo que parece. Hay cosas que por imposibles que parezcan, se acaban cumpliendo, porque, en realidad, ni son tal quimera ni resisten el paso del tiempo, que todo lo bate y abrasa. Son posibles y plausibles; ojalá vea usted al hombre en Marte… vimos a España ganar un Mundial, y eso sí que parecía, lejano, imposible, de hombrecitos verdes.
Sin embargo, para todo hay posturas. Es el caso de la consecución del ascenso directo del Real Valladolid. Es posible. Repetimos: seis puntos. Y es plausible el pensar, no solo que se pueda lograr, sino que se va a lograr. Como es posible, es plausible. Y sabe Dios que las matemáticas no fallan, que mientras hay vida, hay esperanza; y que si la hay en Marte, estaremos allí en el 2020.
Para entonces, no sé si el Real Valladolid estará en Primera División, a ocho años vista de ser centenario. Tampoco sé si el equipo blanquivioleta logrará el ascenso de forma directa, obteniendo la segunda o primera plaza en la clasificación. Sé que es posible, pero no lo creo, y esto también es plausible, por mucho que haya quien piense que esto es un desagravio.
Señores, seamos serios. Los seis puntos que nos separan del Girona pueden ser un argumento tan a favor como en contra de un posible ascenso directo. Que sí, que es posible, que los números no fallan, pero el que ha fallado, y mucho, es el equipo de Rubi. Sin embargo, no escribo para dar ninguna razón de peso sobre por qué creo que el equipo no ascenderá de forma directa, no. Vengo a decir que también es posible que no lo haga, y que esta postura es tan plausible como creer que acabaremos por delante del Betis, y que ni una ni otra demuestran más amor al blanco y al violeta.
Sé que es posible que ascendamos sin pasar por el play-off, pero también es posible que no lo hagamos. El argumento de los seis puntos vale tanto para una postura como para otra, pero lo que no vale es aducir que se quiere el mal para el Real Valladolid por pensar que no se subirá de forma directa. Que una cosa es la creencia y otra la querencia. Yo aplaudo cualquier postura, pero no espero abucheos a la mía, tan posible como cualquier otra que las matemáticas permitan. Dudo de que quien no creyera que el hombre pisaría la Luna, deseaba que así no fuera, y mucho menos que se tapara los ojos frente al televisor. Y si aún de esto, casi cincuenta años después, hay dudas, imagínese las certezas que puede ofrecer un caso que no se ha resuelto y al que le faltan aún seis jornadas.
