El Real Valladolid ha anunciado que el extreno canario abandona definitivamente su disciplina. Como Lluís Sastre, podría acabar recalando en el Leganés

Era cuestión de tiempo, y el Real Valladolid ha terminado por confirmarlo este viernes, después de romper oficialmente la ligazón que los unía. Omar Ramos ya no es jugador blanquivioleta; ha rescindido su contrato, que finalizaba el treinta de junio de 2016, para tratar de dar fuera de Zorrilla lo que sobre su tapiz nunca terminó de ofrecer con regularidad.
Después de despertar el interés de su Tenerife natal, ha recibido una oferta formal del Leganés, donde podría acabar jugando con otro ya exblanquivioleta, el balear Lluís Sastre, si bien esta opción se encuentra todavía alejada. En todo caso, todo parece indicar que la próxima temporada militará nuevamente en un club de Segunda División, probablemente en el pepinero.
El extremo izquierdo canario dejará de vestir una camiseta que ha defendido durante tres cursos, con una suerte bastante dispar, incluso, casi inexistente. En su primera campaña, de la mano de Miroslav Djukic, en Primera División, rindió especialmente bien en el inicio, en una primera vuelta en la que el buen sabor fue general. Pero, en la segunda, se diluyó. Para (casi) siempre.
Entonces jugó 34 partidos, en los que acumuló 2.422 minutos. Y festejó un único gol, el único en su estancia en Pucela y uno de los dos solitarios tantos en sus nueve años como profesional –fue ante el Mallorca en la jornada que cerraba el campeonato–. Esos guarismos en los siguientes años se vieron disminuidos, hasta los veinticinco encuentros ligueros y 1.302 minutos a las órdenes de Juan Ignacio, el año del descenso, y hasta los 32 partidos, pero solamente 1.251 minutos.
Esto habla a las claras del deterioro y descenso de la confianza que depositaron en él sus técnicos y de su rendimiento, puesto que siempre dio sensación de frialdad –salvo en ese incidente dichoso con la periodista de La 8 Marina Marcos–. Con el tiempo, acabó enemistado con la grada de Zorrilla, que le silbaba cada vez que salía al terreno de juego, disconforme con esa apatía.
Estos pitos tenían la raíz, también, en una alta exigencia. Lógica, después de lo que la afición vio en él antes de que el Real Valladolid se hiciera con su pase definitivo, y teniendo en cuenta que a los buenos –y a él se le cree bueno– siempre se les demanda un plus que si dio en los últimos dos años fue con cuentagotas.
Y sin embargo, casi siempre tuvo una reválida; no así una recuperación. JIM se empecinó en múltiples ocasiones en utilizarle en la banda derecha para exprimir su presunto –e invisible– buen disparo exterior y Rubi confiaba solo a medias, ya que solo lo usó como titular quince veces, contando la Copa del Rey, y solamente cinco completó los noventa minutos.
Su bagaje, en los 99 partidos oficiales que disputó y en los 5.433 minutos que tuvo, fue paupérrimo, por números y sensaciones, tal y como se ha comentado. Aunque tiene todavía veintisiete años, por lo que el fútbol, carente de memoria, o por lo menos con una memoria de carácter selectivo, le dará todavía otra oportunidad. Que, con ganas de hacerlo, quizá pueda aprovechar.
