La localidad de Medina de Rioseco vibró con ‘Zizou’

Nunca profesé un especial odio hacia Zinedine Zidane. Y en mí, ello es sobresalto si tenemos en cuenta que no soy muy partidario de cualquiera que vista de blanco, más allá de las señoritas en bata alba que te atienden cuando no queda otro remedio que saturar (todavía más) la ya de por sí colmada sanidad española.
Tampoco a los señoritos con bata blanca, en ese contexto, aborrezco; como no aborrecía, como os decía, a ‘Zizou’. De hecho, en un Real Madrid que me repugnaba –yo con un carácter más repulsivo y repelente, si cabe– era el franco-argelino una pieza por la que no experimentaba ninguna arcada.
Dentro del galáctico pastelón merengue, hasta me gustaba. Es más, mi número favorito en cualquier jugador de fútbol –yo no lo era, ni lo soy, ni lo seré, para desgracia mía y de los titulares de prensa-. era el 5. Más por Puyol que por Zidane, pero también por él, qué narices. Quizás me atraía sobremanera ver cómo era silbado en el Santiago Bernabéu. Me encanta ver a un madridista equivocarse, aunque sea poniendo un resultado en la quiniela.
En Medina de Rioseco se presentó Zidane con su equipo, el Real Madrid Castilla, para disputar un amistoso de pretemporaada frente al Real Valladolid Promesas de Rubén Albés. Pobre hombre este último. Sabiéndose, porque de fútbol sabe, mejor entrenador que el internacional francés, nadie más que Cata y los pocos que sabíamos quién era aquel tipo bien peinado de camisa azul marino le atendimos. Mientras, contra Zidane, la marabunta. La misma que había sido avisada pertinentemente de que no saltara al terreno de juego. Dio igual.
Yo ya sabía que iba a dar igual. La invasión del terreno de juego una vez finalizado el mismo se pagaba a muy poquito en las casas de apuestas y la locura colectiva frenó solo ante el guardaespaldas (que, a veces, de forma nominativa y cercana al vilipendio se denomina ‘gorila’) que se había encaramado a Zinedine Zidane.
El caso es que quien estuvo más avispado e irrespetuoso, consiguió una firma o una foto. Mientras, Rubén Albés explicaba que el césped del municipal riosecano había sido el mejor campo donde habían jugado en esta pretemporada. No creo que muchos de los que se abalanzaron contra el astro galo escucharan esto, pese a ser lo mejor que se dijo en boca de un entrenador en esa tarde con respecto a Medina de Rioseco y el evento en sí.
Zidane como jugador fue muy bueno. Si me dicen que está entre los mejores de la historia, puede que no lo discuta, de veras. Ahora, como entrenador… como entrenador es bastante mejor Rubén Albés, el que comanda la segunda nave blanquivioleta –y también más accesible; el francés se negó a atender a los medios–.
De hecho, y pese al desgaste del día anterior frente a la Gimnástica Medinense, la mayor parte de los primeros 45 minutos fueron blanquivioletas debido a la mejor disposición táctica de los vallisoletanos. Sí, luego Zidane ganó y tenía a Aleix Febas, que es una máquina, pero Albés hizo gala de su carnet. O de su título, o de lo que sea, pero la sensación de que mientras de él dependiera, la cosa sería blanquivioleta, fue latente.
Y con el gol de otro gran jugador madridista, José León, central pulido, el equipo blanco se llevó el partido. Y el ‘efecto Zidane’ alcanzó su punto álgido, manteniéndose hasta el abandono de las instalaciones del susodicho. Muchos habían venido para ver a ‘Zizou’ y, con suerte, rescatar algo suyo.
Pocos consiguieron lo segundo en medio de una vorágine de gritos, escándalo y devoción por una leyenda de su equipo. Otros estaban allí como el famoso bolardo de la Plaza Mayor: en medio, molestando y sin que nadie les hubiera llamado. Porque iba un famoso, como si hubiera ido Yola Berrocal.

Ojalá Zidane demuestre en un futuro ser un buen entrenador y arrastre gente a los campos por culpa de los equipos que, merecidamente, dirija. En Medina de Rioseco parecía José Mourinho dirigiendo al Getafe, con todos los focos y miradas sobre él. Tampoco quiero mentir: hubo gente que fue a ver fútbol y, supongo, que salió contenta, porque allí se vio un partido de fútbol, no un amistoso recaudatorio.
Julio estuvo inmenso bajo los palos, mientras que Enzo Zidane demostró no merecer el 10 que llevaba en la espalda: cambió el “ni un paso atrás” por “ni un pase hacia adelante”.
En fin, esto último para quien quiera leer aquí algo de fútbol. Tampoco importa demasiado, creo, como lo hiciera Enzo, ya que no fue su partido, sino el de su padre, quien dio nombre a esa tarde y a este artículo.
