La normativa FIFA sobre nacidos fuera del territorio retrasa el debut oficial de muchos niños, como Mariel, de once años, cuyos padres, Nelson y Susana, tuvieron que hacer frente a una odisea para poder inscribir a su hija en la FCyLF

Supongamos que usted, padre, o usted, club, es justo. Pongamos que paga como pecador. O lo que es peor, que su hijo, o uno de sus niños, lo hace. Debido a que algún aprovechado ha usado algún subterfugio para beneficiarse, bien como individuo o como entidad, de un menor.
Centrémonos en usted, padre. Por culpa de una de estas personas, física o jurídica, una institución no gubernamental le ‘obliga’ a tener que justificar cuestiones de índole estrictamente personal, tales como su entrada en el país, incluso si es español. Bajo la amenaza de que, si no lo hace, su hijo no podrá cumplir el sueño de todos: jugar al fútbol.
Por extraño que pueda parecer a quien es ajeno a este escenario, pasa. Le pasó a Nelson Borges y a Susana Ochoa, como a otros muchos padres. La burocracia atrapó el sueño de jugar al fútbol de su hija Mariel llegando a amenazar con que no pudiera cumplirlo.
Oriundo de Venezuela el padre, española la madre, Mariel posee la doble nacionalidad, aunque nació en Caracas. Y hete aquí el primer problema: la reglamentación para su inscripción en la Real Federación Española de Fútbol no la reconocían como “española de origen”.
Como aparece explicado AQUÍ, la coyuntura va más allá de la terminología. Aunque, como es comprensible, Susana y Nelson no entendían cómo siendo española a su hija se le podía ‘negar’ la filiación por el hecho de provenir de fuera de España. Creían que valdría con el DNI, pero… “Tuvimos que hacer un documento explicando las razones por las cuales vinimos a España, nos pedían un contrato de trabajo, una justificación del sustento familiar… Además de otros papeles como un certificado de nacimiento, el DNI o una declaración del club de cómo conoció a la niña”.
El exceso de celo, cuenta Susana, provocó que no fuera suficiente, por ejemplo, el permiso provisional de su marido para residir en España o un extracto bancario que atestigua que, aun sin empleo –de momento ambos carecen de él–, la familia se puede sustentar.
“En el banco nos decían que esa documentación es privada y que no teníamos porqué dársela a nadie. Entonces, dándole vueltas, caí en la cuenta que lo que nos pedían era para los españoles no de origen, y ella sí que lo es. Lo achacaron a un error de forma y me dijeron que es una reglamentación que viene de la FIFA. A mí me parece una falta de respeto; ningún compañero de mi hija ha tenido que entregar tantos requisitos”, explica.

Actuación sí, pero no previa
Susana Ochoa y Nelson Borges ven en un agravio en los requisitos y en la maraña de papeles que debieron entregar, aun sabiendo que no es el suyo el único caso como este.
“Los niños están en el derecho de practicar deporte. Lo que haya que investigar debe ser a posteriori; allá la Federación con lo que luego haga, con lo que investigue. Si se da el caso de que verdaderamente alguien se está aprovechando de un niño, debe actuar la FIFA. Pero no así. Así se está partiendo de una presunción de culpabilidad“, lamenta Nelson.
La explicación que recibían por parte del órgano correspondiente es que existen o han existido casos de explotación de menores. Aun así, el sinsabor existía, dado que contaban con todos los papeles en regla. Si es así, ¿dónde está el problema? En la burocracia. En el engorro de tener que “dar explicaciones a un ente que no es oficial”, si uno entiende por oficial el que emana de los poderes públicos.
Incluso en el propio club, relatan, resultaba extraño, entre los padres. Algunos, por desgracia, están en el paro. “¿Les pide la Federación una garantía de que puedan mantener a sus hijos?”, se preguntan Nelson y Susana, conociendo la respuesta. Él reflexiona y reitera. “Entiendo que la FIFA tenga que controlar lo que pasa”. Ella apostilla, indignada. “Pero Mariel está reconocida como española desde el año 2005 –nació en 2004–. ¿Qué pasa? Que como ha nacido en Caracas…”.
A su modo de ver, las condiciones exigidas para su inscripción, ya fuera porque nació fuera de España o porque proviene del otro lado del charco, van de algún modo “en contra del derecho a la circulación” que los tres poseen y que el Estado les ha “reconocido”. “Me llegaron a preguntar por qué me había casado con un venezolano, como si fuera ese el problema” –que no lo es–, cuenta Susana.
No obstante, la FCyLF les ofreció una alternativa para que la niña pudiera jugar: su escuela de fútbol femenino, que, como el club en el que está inscrita, desarrolla su actividad en Arroyo de la Encomienda y no es competitiva, por lo que todo ese papeleo sobraba. Lo descartaron: todas las partes querían que jugara en el Unión Arroyo.
Y al final, el tránsfer

Mariel ya está jugando con el resto de sus compañeros. El último de los requisitos fue la contestación de la federación venezolana conforme la niña no estaba federada en ningún club, algo con lo que Susana no contaba. “En nuestro país, que cualquier estamento conteste a un email es tan difícil como aquí tener una audiencia con el rey”. Aunque llegó la respuesta: vía libre para su inscripción.
Aunque llamativo, el aquí narrado, no es el único caso de este estilo que registra la Federación de Castilla y León de Fútbol. Eso sí: da a todos la misma respuesta, aunque cada uno tenga sus características propias, porque así, restrictiva, es la reglamentación FIFA, sobre todo cuando atañe a menores.
El paso final es el manido tránsfer, que es el permiso internacional que rige para cada transferencia entre dos países cuyas federaciones están asociadas a la FIFA. Con independencia de si se trata de niños, de adultos, de aficionados, de profesionales o, como en el caso que aquí se explica, pertenecientes al fútbol femenino, sin duda, menos sospechoso de que pueda suceder algo ‘punible’.
“El fútbol femenino está en pañales en España; sabemos que no está profesionalizado. Y los dos estamos regularizados. Si queremos que nuestra hija juegue, como es su ilusión, no entendemos que tenga que haber pasado por todos estos problemas. Dicen que piensan en los niños, pero ella lo ha pasado mal”, explican los padres de Mariel, que está, por fin, feliz, cumpliendo su sueño.
