Jesús Rueda se despide del Real Valladolid rodeado de sus allegados y reconociéndose “un vallisoletano más”

Foto: Real Valladolid
En su despedida solo faltó la canción del Dúo Dinámico que da significado al final del verano. Hubo amigos, estuvo su pareja y gente del club. Rodeado de los suyos, Jesús Rueda se despidió del Real Valladolid después de trece años ligado a la remera blanquivioleta.
El titular hace referencia a otra canción, aunque más que adiós, el pacense, ya vallisoletano, espera que lo entonado no sea más que un hasta luego. Por eso, quizá no derramó una lágrima, aunque nada más sentarse por última vez en la sala de prensa del Estadio José Zorrilla advirtió que esperaba no derrumbarse.
“Después de tantos años aquí, me apetecían nuevas vivencias, disfrutar de algo nuevo. Era el momento, por la familia; mi niña es pequeña y es más fácil ahora. Quiero conocer nuevas culturas, nuevos idiomas”, esgrimió para justificar el paso dado, tras una retahíla emotiva de agradecimientos a gente con la que ha convivido en estos quince años en el club.
En este apartado se detuvo especialmente en el presidente, Carlos Suárez –también presente–, por darle la oportunidad de ser lo que es y tratarle como si esta fuera “su casa”. “Me siento un privilegiado. Aunque no sea de aquí, me considero un vallisoletano más”, afirmó, antes de hacer público su deseo de volver, tarde o temprano, sea como jugador o cuando cuelgue las botas, en otra parcela.
Esta ligazón viene de que el Pucela se lo ha dado “todo”, desde que llegó con quince años a la Residencia, hasta el mismo día de su marcha. Y ese todo son multitud de vivencias, dentro y fuera del tapiz, en el mismo centro, en Los Anexos o los diferentes vestuarios, ya fuera de la mano de compañeros, técnicos o empleados. “Como todo canterano, me costó. He podido hacerlo mejor o peor, eso forma parte del juego, pero lo he dado todo y me voy con la cabea muy tranquila y bien alta”, arguyó.
Arraigado al equipo y a la entidad, reconoció que intentó “ayudar” en lo que pudo “a los chavales de la cantera, a los que venían y a la gente del primer equipo”, que también se lleva allá donde vaya. Y no podían faltar entre esos agradecimientos sus padres, por dejarle salir de casa “siendo un niño”, y su pareja, que le ha dado una niña, cómo no, “pucelana”.
Se va, en fin, deseando con el corazón “los mayores logros” al Real Valladolid. Y reiterando ese compromiso de “echar una mano” en lo que el club quiera; “yo voy a estar ahí”. A corto plazo, solo en espíritu, pues todo hace indicar que su cuerpo partirá hacia al extranjero en las próximas fechas. Ya sabe dónde jugará, explicó, aunque todavía tardará unos días en hacerse público el destino.
La demora en la rescisión se debe solamente a él, puesto que “el acuerdo fue fácil”, tan fácil como sentarse a hablar con el presidente, que no puso ningún tipo de impedimento en su marcha, después de todos los servicios prestados. “Hace tiempo que se lo comenté. No era cuestión de la categoría, me hubiera ido igual si hubiéramos ascendido. Lo tenía muy bien pensado con mi familia y nos apetecía un cambio”, ponderó.
Curiosamente, sus últimos minutos los jugó como portero. Demostrando su habitual total disponibilidad. “Solo me ha faltado ser recogepelotas”, dijo en tono jocoso, algo que sin duda habría sido de haber llegado a Zorrilla aún más joven. Lo hizo siendo un adolescente, sin embargo, y ahora se va siendo un hombre. Que tarde o temprano volverá. Como lo que es, blanquivioleta.
