Inmejorables. Así son las sensaciones que percibe hoy día el aficionado del Real Valladolid. Así son las sensaciones transmitidas por el equipo que dirige Abel Resino una semana más, tras su victoria frente al Barcelona B.
Pusieron los culés el tacto. Más concretamente, el manejo del cuero. Con muchas ocasiones, pero sin culminar en gol más que una de ellas. De echar al traste las demás se encargaron la mala suerte y un vital Javi Jiménez.
Puede, también, que fuese simplemente porque a los culés les falló la vista. La cuestión es que la pelotita no entró en la meta blanquivioleta más que impulsada por Javi Baraja por error.
Engaño no existe para el oído de los hombres de Resino. La afición ha respondido en la enésima final de la temporada, sabiendo agradecer el esfuerzo de los suyos con una generosa ovación al final del encuentro.
Instantes antes de que se produjese éste, sería el otro Javi, el eterno Guerra, el que dejase en la boca de esos aficionados el sabor de la victoria. Un sabor dulce, pese a las idas y venidas precedentes.
Después de aguantar más de veinte minutos con un hombre menos, y de disponer incluso de oportunidades para la victoria, completamente opuestas debe ser el sabor que se le queda a un filial plagado de grandes jugadores.
Y es que, a pesar de que la primera aproximación del encuentro culminó en un testarazo de Sisi, las más claras fueron del nueve culé, Jonathan Soriano, quien estrelló dos balones en el larguero.
A pesar de las ausencias de Thiago y Sergi Roberto, ‘seis’ y ‘ocho’ habituales en los planes de Luis Enrique, el buscar trenzar jugada era una obligación, cumplida hasta el punto de convertirse la primera mitad en casi un asedio a la portería de Javi Jiménez.
Con Nolito en el banquillo y sin Víctor Vázquez, lesionado, Benja y Edu Oriol carecían de éxito en sus intentos de hacer daño a la defensa albivioleta, a pesar de su continua movilidad.
Muniesa, que volvía al once, iniciaba en corto con demasiada facilidad; mientras que Marc Bartra apenas pasaba apuros frente a un Óscar González desaparecido hasta el tiempo de asueto.
A la vuelta de vestuarios éste cambió, como lo hizo la cara del equipo. Del monólogo culé y su facilidad para pisar área rival se pasó a unos primeros minutos en que los blanquivioletas adelantaron líneas e iniciaron una asfixiante presión que facilitaría su entrada definitiva en el partido.
Apenas seis minutos después de la reanudación, Nauzet Alemán ponía un centro medido desde la derecha que era rematado por Javi Guerra a las mallas que defendía Oier.
Minutos después, el propio Nauzet era derribado dentro del área por Marc Muniesa, de una forma tan inocente como a la vez culpable. Penalti de inexperto, pero a todas luces incontestable.
El mismo jugador canario se dirigió al punto de castigo para buscar ajusticiar al meta culé, sin éxito. El balón se estrelló en la cepa del poste y salió repelido tras golpear en la espalda de Oier.
Decidía entonces Luis Enrique dar entrada a Javi Espinosa en el lugar de Rafinha, con personalidad pero sin acierto, y a Nolito en el lugar de Ilie Sánchez, a fin de ir sin complejos a por la remontada.
Apenas dos minutos después, el ex blanquivioleta Carmona botaba desde la zona izquierda del ataque catalán una falta que era prolongada por Marc Bartra y enviada a la red por Javi Baraja en un error en el despeje.
Siete minutos después, en el minuto del número erótico, Carlos Carmona volvería a ser protagonista, esta vez por ser enviado a la ducha antes de tiempo después de recibir la segunda tarjeta amarilla por una entrada por detrás.
Parecía abrírsele el cielo al equipo de Abel Resino con tal sanción, pero no fue así a la postre, ya que en ningún momento dio la sensación de que el filial barcelonista contase con un hombre menos.
Haciendo honor a las comparaciones con Andrés Iniesta, Javi Espinosa aparecía entre líneas bien para superar la última vallisoletana o para tratar batir en primera persona a Javi Jiménez.
Ancho y profundo, como acostumbra a ser casi cualquier equipo blaugrana, el filial dispuso de oportunidades suficientes como para llevarse los tres puntos, todas ellas desbaratadas por la realidad que guardaba la meta.
Convertido ya el partido en un correcalles, fue el Real Valladolid, ya en el tiempo añadido, quien golpeó para alzarse con los tres puntos. Después de que Abraham callase por unos instantes a la grada, Barragán puso un centro desde la derecha que nuevamente era rematado dentro por Javi Guerra.
Sumaba así su vigesimotercer tanto en lo que va de temporada. Veintitrés tantos que han servido al Valladolid para sumar nada menos que treinta y tres tantos, esta vez con la inestimable colaboración de su tocayo de la portería.
Tres puntos más que sirven para continuar adelante en la lucha por el play-off y que dejan en el público, propio y extraño, la sensación de que a este equipo le sobra fe para luchar por cotas altas.
La sensación, parafraseando el slogan del club, de que el equipo no se deja nada. Como hoy, por fin, tampoco lo ha hecho la afición. Y que así siga siendo.