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La Pizarra de Blanquivioletas | Deportivo Alavés

Una mirada al Alavés de Coudet, rival de la próxima jornada para el Real Valladolid en el José Zorrilla

por Miguel Ruiz
18 de mayo de 2025
en Primer equipo
Alavés Pizarra

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El Deportivo Alavés ha vivido una temporada 2024/2025 de pura montaña rusa, entre las dudas con la plantilla, el juego y la capacidad para mantenerse en la Primera División de España. Y, a pesar de todo, ha conseguido mantenerse con vida en una competición tan exigente como LaLiga y con el varapalo de una destitución dolorosa y una llegada llena de dudas.

Un cambio de rumbo a mitad de curso que, en este caso sí, ha supuesto un espaldarazo a un objetivo complejo, por capacidad, pero al que Eduardo Coudet ha podido acercarse tanto como parecía posible. La llegada del argentino supuso un giro estilístico evidente y también una adaptación inteligente a lo que pedía una plantilla con matices interesantes, pero demasiado necesitada de equilibrio.

Una estructura reconocible y bien trabajada por el Alavés

Desde su llegada, el ‘Chacho’ Coudet ha tratado de afianzar su idea sobre un 4-2-3-1 que ha sido la base estructural del equipo en casi todos los partidos dirigidos por el argentino. Este sistema, conocido por todos como uno de los más equilibrados para sostener equipos y plantillas con carencias, le ha permitido mantener una línea defensiva fija.

Abqar Alavés

Con hombres como Abqar, Diarra, Garcés o Mouriño protegiendo la línea defensiva y una zona central con un doble pivote funcional y con capacidad para mostrar varias caras: Ander Guevara, Protesoni o Joan Jordán para mantener la calma, destruir y dirigir el balón a Antonio Blanco, la sala de máquinas del Alavés. Esa idea y estructura ha sido clave para otorgar sentido táctico a un equipo que, antes de su llegada, sufría en los balances y en las vigilancias. Destruir, ordenarse y construir.

Y eso que el matiz ha estado en los automatismos. Con balón, el Alavés no pretende dominar en largas posesiones, pero sí ser preciso cuando la jugada lo exige para sostener la idea y, sobre todo, evitar sorpresas a la contra. Los interiores, especialmente Guridi, han sabido dar continuidad, mientras que jugadores como Carles Aleñá o Carlos Martín han servido de enlace para soltar la transición cuando el rival se desorganiza, haciendo de extremos y constructores en un todo en uno.

Pero donde más se ha notado el sello del ‘Chacho’ es en las transiciones ofensivas. El Alavés es un equipo que, sin hacer un uso excesivo de la presión alta, elige bien cuándo salir a robar y cómo salir jugando tras esa recuperación (vital el papel de Antonio Blanco en esto). En este punto, la figura de Carlos Vicente ha sido capital para robar y morder. Su capacidad para recibir en amplitud, encarar y centrar con precisión lo ha convertido en una de las armas más utilizadas por el técnico y uno de los jugadores más sorprendentes en cuanto a su rendimiento.

Carlos Vicente Alavés

En un equipo sin demasiado talento anotador y con carencias en el área contraria, su voluntad para crear peligro de la nada es muy valorado. Sin florituras, pero con mucho convencimiento en lo que se hace ofensivamente, si el rival permite espacio a la espalda, el Alavés sabe lanzarse a hacer daño. Una realidad que les obliga, a menudo, a replegarse y esperar si las condiciones no son las propicias. Un papel en el que también ha encontrado solidez.

Fiabilidad atrás, dudas arriba

Con la defensa posicional, el equipo ha mostrado una clara mejoría con respecto al inicio de temporada en el que, para el rival, era mucho más fácil encontrar las vías hasta el gol. El bloque bajo ha funcionado con acierto, sobre todo gracias al liderazgo silencioso de Sivera bajo palos y al crecimiento de perfiles como el de Garcés o Mouriño en el centro de la zaga. Además, los laterales han sido intensos en el uno contra uno y la línea ha mantenido una buena altura para evitar metros innecesarios, con un gran papel de Tenaglia y Manu Sánchez en esa labor, más defensiva que progresiva.

Sin embargo, es en el área contraria donde las dificultades se muestran más claramente. El panorama no ha sido tan regular en ataque, donde Kike García ha sido el nueve más utilizado, conscientes de que las alternativas no han acabado de funcionar. Ni Villalibre ni Toni Martínez (ambos con pasado blanquivioleta) han sido rivales eficientes para un Kike García que, a pesar de su veteranía, ha sabido conseguir números eficientes, aunque no espectaculares. El Alavés ha dependido en muchos momentos del balón parado y de los goles desde la segunda línea, lo que habla bien de su capacidad colectiva para ensanchar estadísticas, pero deja a la vista una falta grave de rematadores de garantías y de su solvencia ante la portería rival en la línea atacante.

️ Coudet en la previa del #RealValladolidAlavés

“El objetivo es claro. Está en nuestra mano. Y es mañana. Pero debemos no sobrepasarnos con la emoción”

Rueda de prensa ⏯️ https://t.co/xVXZSMDjyj#AquíNadieSeRinde #GoazenGlorioso pic.twitter.com/hdQeWdNy42

— Deportivo Alavés (@Alaves) May 17, 2025

Un equipo reconocible y con recorrido

Pese a las limitaciones de plantilla y al escenario completo tras la salida de Luis García Plaza, el trabajo de Eduardo Coudet ha sido muy claro: orden, velocidad y reducción de acciones en las que el equipo se parta y no sepa reaccionar. En LaLiga, donde sobrevivir requiere algo más que buenas intenciones y suele salir caro, este Alavés, por el momento, ha sabido responder con creces siendo competitivo contra todo pronóstico. Incluso en campos grandes, especialmente fuera de casa, donde ha firmado algunos de sus mejores partidos.

Sin enamorar, el Alavés de Coudet en esta 24/25 convence por su capacidad para solventar sus propias carencias y tratar de disimular problemas evidentes. Sabe a lo que juega y tiene automatismos bien definidos que han logrado que casi todos los futbolistas de una plantilla con huecos encuentren su lugar y se vean relevantes en el todo. El reto, en adelante, sería afinar en el último tercio y dar un paso más en esa capacidad de construcción ofensiva, en una temporada en la que lo estructural debía ganar la partida a lo emocional para sostenerse en Primera.

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