El delantero deberá justificar la tensa espera previa a su fichaje por el Real Valladolid con goles, como los que hizo la temporada pasada en el Cádiz CF
Habemus punta. Después de 34 horas, hubo fumata blanquivioleta y Alfredo Ortuño es, al fin, nuevo jugador del Real Valladolid para la temporada ya comenzada. Y su carta de presentación no puede ser mejor, después de marcar diecisiete tantos la pasada campaña con un equipo de play-off como el Cádiz.
Ahora bien; después de tanto enredo de última hora con su fichaje, deberá justificar la tensa espera a base de goles, precisamente, pues, con la plantilla completa y a priori competitiva, es lo único que faltaba, el ‘nueve’ que las enchufara. Zorrilla, es bien sabido, no es una gran olla a presión, pero sí exigente con sus futbolistas. Y si no las mete, posiblemente le acabe echando en cara su demora.
No obstante, invita al optimismo el que sea un goleador consumado, cuyas sensaciones y números en el Cádiz CF fueron difíciles de mejorar. Solo cuatro futbolistas lo hicieron, Joselu, Roger, Ángel y Jorge Molina, y tres de ellos están hoy en Primera División, uno en el Levante y dos en el Getafe, y el restante, en un recién descendido que pasa por ser uno de los principales candidatos al ascenso como es el Granada.
Justamente su afán de encontrar hueco en la máxima categoría es una de las razones que llevaron a retrasarlo todo. Ahora bien, estaba justificado por su buen curso pasado, sus condiciones y su edad, puesto que sus veintiséis años parecen un buen momento para abordar el salto definitivo, ese que parece haber dado Roger, de su misma edad, aunque no así Joselu, quien, como ‘Billy el Niño’, superó la veintena de dianas la pasada campaña.
Si Ortuño no lo consiguió fue porque se le atascó el tramo final de la temporada, como al propio Cádiz, y no fue capaz de marcar desde la jornada 33, desde la que su equipo solo ganó tres veces, contando el play-off. Sin embargo, contaba con generadores de ocasiones, como lo hará en Valladolid, como recordó días antes de su llegada Luis César.
Y el yeclano los necesita, porque por sí mismo es menos generador. Si bien su presencia y sus movimientos en el área suponen una gran amenaza, su perfil se aproxima más al de un nueve puro, que vive mejor en el área o empujando hacia ella a los defensores rivales. Y eso es justo lo que la dirección deportiva y su nuevo entrenador querían, alguien con jerarquía y contrastado en la categoría para suplir a los Juan Villar, Raúl de Tomás y, salido más recientemente, Jose Arnáiz.
También, porque el fútbol de Luis César lo necesita, necesita de un ariete que remate todo lo que proponen los hombres de banda y que dé profundidad y fije a los defensas para que fluya el juego entre líneas. Y de eso él es capaz, como ha constatado en su trayectoria, pese a su edad, de mucho recorrido, con hasta diez equipos (el Pucela es el undécimo) en los que ha militado.
Esta falta de continuidad en un mismo sitio debe ser una de las razones que pueden haber impedido que sea realmente consistente y regular desde que debutó en Segunda con diecisiete años, en las filas del Albacete Balompié. Hasta en tres temporadas seguidas se cambió de camiseta en invierno, las tres precedentes a su llegada al Ramón de Carranza. En dos de ellas vio puerta con cierta asiduidad, aunque nunca con la continuidad del año pasado en la Liga 1|2|3.
Así, hizo diecinueve goles en la 2013/14, en la que militó en La Hoya Lorca en Segunda B y en el Girona en Segunda, solo cuatro en la 2014/15, en la que debutó en Primera División con el Granada y pasó en enero a la UD Las Palmas, y once la 2015/16 entre el Real Zaragoza y el RCD Mallorca. En la siguiente, la pasada, lo ya sabido: diecisiete en el Cádiz, todos ellos en la liga regular.
En Zorrilla, como es lógico, querrá volver a acercarse más a los veinte, o, por qué no, superarlos por primera vez en su carrera, en busca de aquello que le quitaba el sueño y que casi le deja compuesto y sin Pucela: dar el salto a Primera División, uno que también ansía el Real Valladolid, para quien supone la guinda a una plantilla que, con él, invita más si cabe al optimismo.