Héctor Rodríguez, compañero de Onda Cero Valladolid y Marca, cuenta cómo afectará el salto de categoría a la estabilidad del club y del proyecto iniciado hace casi un año en la persona de Carlos Suárez.
 En pleno proceso de concurso de acreedores y con los administradores concursales lanzando avisos claros de la realidad del Real Valladolid, el logro alcanzado el pasado sábado por la plantilla de Miroslav Djukic trasciende la parcela deportiva.
En pleno proceso de concurso de acreedores y con los administradores concursales lanzando avisos claros de la realidad del Real Valladolid, el logro alcanzado el pasado sábado por la plantilla de Miroslav Djukic trasciende la parcela deportiva.
Los responsables judiciales de gestionar las cuentas blanquivioleta han sido plenamente conscientes, y así se lo han hecho saber a los directivos y trabajadores del club, que la supervivencia de la entidad sólo sería viable en primera división y que, de no alcanzarse el ascenso, habría serias posibilidades de disolver la sociedad. Triste, pero muy real.
Con 84 años de historia y más de setenta millones de euros de deuda acumulada, el Real Valladolid ha caminado entre las sombras durante una temporada plagada de conflictos financieros que han afectado, y siguen haciéndolo, a todos los estamentos del club.
Del primero al último de los trabajadores tienen mensualidades pendientes de cobro, por no hablar de todos aquellos que dependen de la Fundación Real Valladolid que no han visto un euro desde noviembre; es decir, todos los jugadores y empleados vinculados con las categorías inferiores.
Ante ese panorama, y pendiente todavía de alcanzar un acuerdo con la Agencia Tributaria para dar forma al convenio con el que se abordará el calendario de pagos de la deuda, el ascenso a la primera división multiplicará los ingresos del club y, como consecuencia, allanará algo el camino. Eso sí, sabiendo que la entidad todavía tiene por delante años de mucho sufrimiento.
Nada más conseguir unos de sus mayores éxitos deportivos Miroslav Djukic confirmó su continuidad al frente del proyecto blanquivioleta y sólo pidió una cosa para la próxima temporada: “Quiero gente comprometida”.
El serbio no habló de grandes fichajes, de reforzar la plantilla, de dar un salto de calidad ni de cualquier otra frase tan habitual en estas circunstancias. Lo único que pide es tener a su cargo un vestuario como el de la temporada que acaba de terminar, que no pierda su unión ni en los peores momentos.
No hace demasiados años, Mendilibar reclamó lo mismo y desde las oficinas se construyó un equipo que, teóricamente, iba a tener más calidad para subir más puestos en la clasificación y acercarse a la zona europea.
El resultado de aquel salto al vacío fue un descenso de categoría, el fin de una de las épocas más doradas que se recuerdan en Zorrilla y el aumento de la deuda hasta límites insospechados. Aprendamos de los errores y no pequemos de unos aires de grandeza que, por desgracia, no tenemos.
 
			