El Real Valladolid ha confirmado este lunes el adiós de Álvaro Rubio. Ocho años después de que comenzase su andadura como técnico en la primera plantilla blanquivioleta y después de ser el entrenador con el que el equipo descendió a Segunda División el pasado mes de abril, el riojano se marcha de una entidad que parecía ir a ser la suya de por vida. Atrás deja 310 partidos como futbolista, una etapa en la que llegó a ejercer como capitán, pero también unos últimos meses oscuros, que debilitaron su figura e imagen pública hasta la extenuación.
Su salida se produce ‘en diferido’ respecto a la campaña pasada y a todo lo acontecido en ella debido a que su contrato como empleado del Real Valladolid era indiferente de la posición última que ocupó. Por ello (y no solo), había voces que abogaran por que siguiera siendo trabajador del club, o incluso por que fuera incluido en alguno de los cuerpos técnicos principales, si bien estas opciones quedaron descartadas hace ya tiempo, casi el mismo que hace desde que se hiciera oficial que no iba a seguir siendo el entrenador principal.
El mencionado desgaste que produjeron las doce derrotas consecutivas con las que terminó la temporada, los veinte partidos sin ganar en este 2025 -contando los del Promesas- y sobre todo la sensación que flotaba en el ambiente de que le había superado la situación (dura, difícil, “un marrón”, dirían algunos), con los numerosos problemas difíciles de gestionar dentro del vestuario y fuera de él echaron por tierra al ídolo que para muchos fue. Este sentimiento quizás se disipe con el tiempo y vuelva a ser valorada la trayectoria que tuvo como jugador, así como también con el tiempo se valorará las oportunidades que Álvaro Rubio acabó dando a canteranos.

Paso al frente en momentos complicados
De esta labor formativa habla precisamente el club en su despedida, en la que recuerda que Rubio empezó en el cuerpo técnico de Luis César y estuvo posteriormente en los siguientes, en los de Sergio González, de Pacheta y Paulo Pezzolano. Asimismo, rememora cómo asumió con naturalidad el banquillo del Promesas a finales de 2023, cuando los problemas con Júlio Baptista conllevaron su despido. En el filial también sufrió, pero fue capaz de solventar la difícil temporada con una permanencia antes de encarar la pasada campaña como entrenador desde el principio.
En esas líneas de despedida, el club realza que Álvaro Rubio estuvo “siempre dispuesto a dar la cara en un momento complicado”; realmente, en varios, y le desea “la mejor de las suertes” en su “nuevo camino”, además de confirmar que “siempre tendrá abiertas” las puertas de una entidad en la que, gustara más o menos en su época de jugador -había quien le llamaba ‘el sobrinillo’- o haya podido hacer más o menos como entrenador, no se le puede negar la condición de figura importante en las últimas décadas del club, desde su llegada en 2006.

La carta de despedida de Álvaro Rubio
Con todo, el mismo Álvaro Rubio ha dedicado en la página web del club una carta de despedida a la que ha sido su afición durante estos casi veinte años y al que define como el club de su vida. “He vivido y pasado por muchas etapas a lo largo de este tiempo; buenas y malas, todas ellas acompañado por mi familia, mis hijos (más pucelanos que José Zorrilla) y, en especial, mi mujer, sin la que nada de esto habría sido posible. Todas ellas inolvidables, las cuales llevaré en mi corazón para siempre”, detalla.
En la afición y en la ciudad se detiene, agradeciendo “de verdad” el trato que siempre le han brindado, “con cariño y respeto, independientemente del momento deportivo” y haciéndole sentir parte de la historia del Real Valladolid. Asimismo, Álvaro Rubio dedica palabras emotivas también “a todos y cada uno de los trabajadores”, empezando por aquellos que, cuando llegó, le hicieron “sentir parte de esta familia blanquivioleta”, sentimiento que ha tratado de “inculcar a las siguientes generaciones” y que le ha acompañado en toda esta etapa.
“Me voy con una espina clavada, los que me conocen lo saben, pero extrañamente sintiéndome más orgulloso de este final de etapa, anteponiendo las necesidades del club sin pensar en las consecuencias personales. Ojalá nuestros caminos vuelvan a cruzarse algún día y en otras circunstancias”, continúa su misiva un Álvaro Rubio que confirma también que “a partir de ahora” luchará por continuar su carrera como entrenador, “con fuerza e ilusiones renovadas en otro destino”. Acaba la carta jurando amor eterno a Valladolid, ciudad que “vaya donde vaya”, formará parte de él y su familia, y a la que estará “eternamente agradecido” por todo lo que le ha dado.
 
			