Durante años, la ansiedad se ha explicado como una reacción puntual al estrés, un problema que aparece cuando las circunstancias te desbordan. Sin embargo, cada vez más especialistas ponen el foco en algo menos evidente, que es nuestra propia personalidad. Y sí, nuestra forma de ser puede actuar como terreno fértil para que la ansiedad eche raíces.
Así lo sostiene la psicóloga Ángela Fernández en un vídeo que ha circulado con fuerza en las redes sociales y donde la doctora detalla que ciertos rasgos, lejos de ser meras características individuales, pueden incrementar la vulnerabilidad al malestar emocional. Y no, no habla de ellas como defectos, algo que recalca mucho y desde el principio, sino de tendencias que conviene revisar para evitar que te acaben dominando en el día a día.
La clave, según Fernández, está en comprender que la ansiedad no surge de un único factor y que a menudo es la interacción entre una predisposición personal, un estilo de vida exigente y un patrón de pensamiento que se repite de forma casi automática. Por eso su mensaje ha conectado con miles de personas, pues invita a mirar hacia dentro sin dramatismos y con la idea de identificar aquello que se ha vuelto demasiado rígido o desproporcionado.
El primero de los rasgos que destaca es la autoexigencia. No se trata simplemente de personas responsables, sino que transitan en una forma de vivir que está marcada por la idea de que todo debe hacerse bien y a la primera. Un deseo de control que muchas veces se reforzó durante años a través del reconocimiento externo y que termina convirtiéndose en una presión constante.
Los rasgos que nos acercan a detectar la ansiedad
Fernández explica que este perfil suele anticipar problemas, repasar decisiones una y otra vez y sentir que cualquier error pone en riesgo su valía personal. El resultado es un nivel de activación interna que rara vez se apaga, como si fuera esa luz de emergencia que vemos en un pasillo o en las escaleras de casa. No se trata, para la psicóloga, de renunciar a ser disciplinado u organizado, sino de no darnos tanta caña y aprender que no todo lo que hacemos tiene que ser un 10 de 10. “No todo depende de ti”, llega a decir Fernández, que invita a que nos tomemos nuestras pausas (como si hubiera un botón) y que aceptemos que, efectivamente, la imperfección sí que existe y está en nosotros (sí, sí: también en ti). “Es una frase que muchas personas con ansiedad necesitan escuchar”, asegura.
Pero hay más; decía Fernández, tres rasgos. Y el segundo es la dichosa manía que muchas de estas personas tienen de priorizar lo de otros sobre lo suyo. Este comportamiento, que muchas veces te elogiarán si eres de los que lo hacen, pues socialmente se percibe como una virtud, impide poner límites. Es el “sí a todo”, incluso cuando por dentro piensas (o piensa quien lo dice) que realmente no va a ser tan fácil, y todo por el miedo que a veces tenemos al qué dirán o a decepcionar a otros. Aquí, Fernández es clara (como si fuera fácil…): el camino más rápido hacia revertir la ansiedad o evitarlo es cuidarse a uno mismo y marcar fronteras. Dicho de otra manera: hay que aprender a decir que no y que ese no no significa que seas empático.
El tercer rasgo quizás sea el menos conocido por su nombre científico, pues se denomina ‘neuroticismo’, pero lo conocerás más si piensas en su definición: es una “alta reactividad emocional”. Dicho de otro modo; habla de las personas que son muy sensibles -así lo reconocemos mejor- y que dan a todo más vueltas que el centrifugado de la lavadora de su abuela, que se pueden quedar durante horas fastidiados por un comentario que puede ser inofensivo (pero no para ellos), que ante el más mínimo contratiempo se pasan todo el día dale que te pego… “No se trata de fragilidad, sino de un sistema nervioso especialmente receptivo”, insiste la psicóloga, que cree que si bien esto ayuda a desarrollar la empatía, la intuición o la creatividad, en exceso puede llevar a la ansiedad. Como en todo, la virtud está en el término medio, y lo que Fernández dice es que lo ideal es contar con rutinas o técnicas que nos ayuden a bajar esa intensidad emocional, así como darnos tregua en la autocrítica.
