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Anuar el luminoso

"Me acuerdo de llevar su camiseta por Kazán y de que mis alumnos y amigos uzbekos dijeran que ese nombre era suyo, que en Uzbekistán había muchos Anuar"

por Jesús A. Zalama
9 de mayo de 2025
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Es curioso que el nombre de uno de los jugadores sobre los que se ha dicho que menos condiciones tiene para brillar signifique, precisamente, eso: el que da luz, el más luminoso o el más brillante. Sinceramente, a estas alturas y tras esta temporada, me la pela que Anuar sea peor o mejor jugador: si algo hemos aprendido es que cuando no te queda nada, solo los símbolos permanecen. Fue esta la causa por la que se recuperó el escudo y, desgraciadamente, hemos comprobado bien pronto lo que se siente cuando solo nos queda eso (y menos mal). Se va otro símbolo del Real Valladolid.

Anuar no será una leyenda jamás. Ni el número de partidos disputado, ni su rendimiento o el de las plantillas que ha integrado son para ello. Y digo esto siendo muy de Anuar, asquerosamente de Anuar, anuarista hasta el tuétano, pero no soy ciego. Lo que tampoco soy es un desmemoriado ni un insensible, y si algunos forjaron memorias de tiempos pasados con estrellas blanquivioletas como Peternac, ‘Polilla’ Da Silva o Moré, a mí me ha tocado con Anuar. Lo siento si es triste, pero es mi vida.

Me acuerdo de llevar su camiseta por Kazán y de que mis alumnos y amigos uzbekos dijeran que ese nombre era suyo, que en Uzbekistán había muchos Anuar. Me acuerdo de que, en el día de mi regreso, él estaba sobre el césped y ascendimos. Y nos quedamos, vete a saber por qué, fuera del estadio esperando la nada. Apareció Anuar, nos hicimos una foto y hubo que pensar qué cojones hacíamos allí y dónde íbamos a beber para celebrar. Y entonces uno vuelve a casa.

Es probable que con jugadores como, por ejemplo, Álvaro Rubio, alguien que sí es leyenda en el Real Valladolid si sumamos números, estuviéramos más cerca de Primera División que con ‘anuares’. Pero chico, a mí Álvaro Rubio como jugador me decía poco, pese a que su valía era incuestionable, y ahora como entrenador me parece un calvario y un tipo insufrible. También Víctor, mi primer ídolo blanquivioleta, era buenísimo y su hijo ha acabado en el Levante.

Identidad, sentimiento de pertenencia, formar parte de un todo, simbolismo… Lo hemos dicho tantas veces en Blanquivioletas que, si cansa escribirlo, no te quiero contar el leerlo. Me apetecía menos que madrugar el escribir nada sobre el capitán que se marcha, pero me iba a dar vergüenza dentro de unos años haber escrito memeces enormes sobre grandes imbéciles y nada sobre la despedida de alguien que ha sido, espiritualmente, tanto Real Valladolid para mí.

Anuar se va sin haber sido nunca el más brillante, pero sí el más luminoso. La principal función de la luz es la de disipar las sombras y ofrecer claridad, y a mí este Real Valladolid me parece un pozo más negro que los cojones de un grillo. Me da bastante miedo que ni el protagonista de este artículo, el luminoso, quiera seguir. Cuando tampoco continuemos los demás, Anuar será de los pocos que lo lamentarán.

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