La madurez de las personas a las que nos gusta el fútbol está marcada por las edades de los futbolistas a los que apreciamos. Aunque cumplir años no se relaciona con ellos, empezamos a sentirlos cuando, de repente, aquel al que idolatrábamos se retira o cuando nuestro favorito es más joven que nosotros. Días atrás me pasaba con un amigo; ninguno de los dos asumíamos que un jugador de la actual plantilla del Real Valladolid es más joven que él, que sí, lo es. Hay detalles que cuesta asimilar… y el adiós de Anuar es uno de los que te hacen mayor de golpe.
Como periodista, primeramente, debo confesar un error: ni se me pasó por la cabeza indagar las razones por las que podía estar pensando tomar la decisión de marcharse, algo que con tino sí anticipó el Diario de Valladolid y que gente cercana me decía que estaba pasando. A veces existen olvidos, premeditados o no, respecto a nuestra figura; pareciera como si los periodistas no pudiéramos tener filias y fobias. Yo con él la tenía -la tengo-, como la mantengo con Toni Villa, Julio Iricibar, Manel Royo, Juanjo Nieto o tantos otros que estaban ahí mientras crecía.
Que Anuar llegase a la Residencia de Jóvenes Jugadores en 2008 significa que arribó a Pucela dos años más tarde que yo. Yo entonces todavía estudiaba Derecho, carrera que nunca acabé porque en mi primer día en la facultad me dio por contar los dichosos leones (y no solo por eso), y no conocía su existencia, pero me fui familiarizando según Los Anexos empezaron a convertirse en el lugar en el que echar los fines de semana. Era juvenil entonces -él; yo, ya sénior- y mostraba el corazón que siempre se le ha visto; no negociaba ni un gramo de esfuerzo.
Recuerdo perfectamente cuando Anuar y Toni empezaron a subir con el Promesas. También, que cuando el filial empezó a decir adiós a la Tercera División, ellos estaban allí. Blanquivioletas y la normalidad de aquel vestuario nos permitieron estar cerca de ellos cuando subieron; de hecho, antes. El día que se confirmó el campeonato de Tercera, partido que cubrí para El Norte de Castilla, acabé empapado en las duchas celebrando con ellos. Y sí, fue Anuar quien me empujó, mientras algún otro amenazaba con meterme con el móvil, con el cuaderno y con todo.
De la final por el ascenso en Somozas prometo escribir pronto. Como anticipo: cuando marcó el gol allí, pensé que tenía que ser él. No fue un pálpito: es que encarnaba, ya entonces, lo que es sentir al Real Valladolid. Quien tenga dudas de que se le impregnaron los colores bien pronto, no tiene más que ver el vídeo que hizo Óscar Rodríguez, empleado del club, en ‘La Resi’, cuando los soldados de Djukic apuntaban hacia el ascenso a Primera.
No siempre fueron a su lado, pero recuerdo algún otro momento de Anuar, como ese día que se lo olvidaron en Guijuelo al final de un partido y tuvieron que volver a por él. También cuando se hizo hueco en el primer equipo por pura cabezonería, después de decir que no quería jugar en el filial más. Como quiera que ha prescrito, he de contar que, por aquel entonces, mientras no le aseguraban el puesto en la primera plantilla, hubo un entrenador que estaba loco por llevárselo con él. Hizo fuerza, pero Miguel Ángel Gómez, por suerte, le cerró la puerta.
Digo por suerte porque eso, junto a ese ímpetu suyo, permitió que acabara jugando de blanquivioleta. Cuando no lo hizo, le dolió, porque fue porque no se creía en él. Otras veces, como cuando tuvo la grave lesión de rodilla, nos dolió a todos. Ni por esas calmó su juego: ha ido al límite con cada balón. Incluso aunque hacerlo no fuera suficiente, como ha pasado este año. Incluso cuando quien le acompañaba, en realidad, no lo hacía. Cuando el Real Valladolid ha subido, pero también cuando ha bajado. Esta vez, sin embargo, todo ha sido diferente.
Como hasta un capitán tan digno como Anuar tiene detractores, en ocasiones he discutido sobre su valía con quien cree que no tiene demasiado fútbol. Lo he hecho desde los confines, desde que alguien definió su posible salto al primer equipo como “la duda razonable”. Habrá quien piense que es de mediocres no querer tener unos jugadores mejores, más técnicos, y que todos jugaríamos si se primaran los colores, y me da igual. A todos esos les decía siempre -y les seguiré diciendo- que, en este Real Valladolid, es fundamental contar con quien sepa cuál es el peso de ese escudo y de esa camiseta, y que peores son los que tienen más calidad y todo eso lo pisotean.
Yo lo tengo claro: Anuar es y será uno di noi, aunque ya no vaya a jugar en el Pucela. Cosa que duele escribir, porque su adiós cierra un ciclo al que se le podría llamar hacerse mayor. Como periodista y como blanquivioleta.
 
			