
Gurús del fútbol tienden a afirmar que el fútbol es un estado de ánimo. Casualidad o no, uno de los topicazos mayores del mundo del balón aciertan en lo que atañe al Real Valladolid, donde como pareja de hecho reinan el caos y la desidia.
Después de caer en Alcorcón y Villarreal, el conjunto blanquivioleta sumó su tercera derrota consecutiva frente al Granada, continuando así con su caída libre frente a un equipo que no vencía a domicilio desde el pasado diez de octubre.
En honor a la verdad, ha de reconocerse que los jugadores buscaron durante gran parte del encuentro una victoria ante su público que parecía no querer el conjunto rival, a pesar de adelantarse en el minuto dos en su primera ocasión, gracias al tanto del nigeriano Ighalo.
Cuestión de aptitud y actitud. Uno quería pero no podía y otro podía pero no quería. De ello fueron fiel reflejo los planteamientos de los entrenadores. El (por ahora) vallisoletano buscaba el manejo de balón en tres cuartos de campo. El granadino, todo lo contrario.
A pesar de la manifiesta superioridad de los hombres del Granada en mediocampo, el gallego Fabri se limitó a esperar y buscar matar a la contra como una semana antes había logrado hacer con el Real Betis Balompié.
El Valladolid, que jamás en la temporada se había impuesto en la zona ancha, lo hacía en esta ocasión por la escasa actitud que mostraba su rival a hacerlo. Porque Fabri sabe que los de Resino de aptitud parecen ir cortos a la hora de hilvanar, incluso en las escasas ocasiones en que les da por correr.
Uno de los que hasta ahora apenas lo había hecho es el catalán Jofre Mateu. Él, porque no le han dejado. Porque salvo en contadas ocasiones, él jamás ha perdido la cara al partido. Prueba de ello fue el penalty provocado, y que Nauzet transformaría para llegar al cuarto de hora con empate a uno.
La idea inicial de uno y otro entrenador no varió un ápice tras estos tantos. Abel continuaba con su apuesta porque el fútbol llegase desde las medias puntas y Fabri seguía pensando en contener y correr, buscando a los veloces Dani Benítez, Orellana e Ighalo.
Pero en el manual de éste había marcado un punto que no parecía estarlo en el de Resino. O por lo menos no bien trabajado. En el minuto cuarenta y dos, Lucena recogería un rechace en una jugada a balón parado y anotaría el uno a dos en el enésimo error vallisoletano en ese tipo de jugadas.
Con la momentánea derrota campeando en el electrónico, se retiró el Valladolid a vestuarios, quizá con la sensación de estar viviendo una injusticia. Quizá, equivocado. Porque el control del fútbol no siempre lo ejerce quien maneja el balón.
Por este manejo apostó su míster al poco de iniciarse el segundo periodo, con la entrada de Jorge Alonso en el lugar de Matabuena. Erró, posiblemente, en dar salida también a Jofre, hasta ese momento quizá el mejor jugador del partido.
No obstante, la entrada de Quique pareció dar mordiente en ataque necesaria para igualar el envite. De su botas nació la triangulación que terminaría con el tanto de Óscar González, improvisado nueve ante la baja de Javi Guerra.
El arreón provocó que el salmantino y Carlos Peña dispusiesen de sendas oportunidades para adelantar al Real Valladolid. No hubo suerte. Ni tan siquiera tras la entrada de Sisi.
El guión continuó siendo el mismo hasta que el Granada quiso. Cuando Nyom y Siqueira comenzaron a correr hacia adelante y Juande y Rico a trenzar jugada, lo que hasta entonces había parecido un equipo manso se convirtió en lo que en realidad es, uno de los más fieros de la categoría.
Ighalo tuvo en sus botas el tercer tanto en el minuto setenta, tras lograr escaparse por enésima vez de su par. En este caso, de Juanito. Lo que no tuvo, para gracia de los suyos y desgracia propia, fue la picardía para dejarse caer ante el claro penalty que pareció hacerle el central gaditano.
Junto a los laterales, otros dos portentos físicos, como son Orellana y Dani Benítez, despertaron de su letargo. Bien de su desacierto o gracias a la fortuna de Justo Villar el tercer gol granadino seguía sin subir al marcador. Hasta el minuto ochenta y uno.
Allan Nyom – mucho más impreciso de lo habitual -, sacó de banda para el chileno Orellana, que aprovechó su técnica y velocidad para llegar a línea de fondo y poner el balón al corazón del área a otro hasta el momento desaparecido, Abel Gómez.
El sevillano, a placer, ajustició a un Real Valladolid en el que – por una vez – sí se vio actitud, pero por desgracia no aptitud. La aptitud la puso un rival que por calidad y nombre será serio candidato al ascenso… si su técnico lo permite.
Cuanto menos es chocante que un jugador con el físico de Nyom parezca tan mediocre y desaprovechado. Como la calidad de Siqueira. O como la de unos hombres, los de ataque, que se dedican a correr. Y nada más. A pesar de su gran técnica.
Contra rivales como el Real Valladolid, no obstante, con la ley del mínimo esfuerzo es suficiente. Máxime en el momento en el que uno y otro se encuentran. Porque el envite entre castellano-leoneses y andaluces fue fiel reflejo del topicazo.
Con muy poca aptitud pero suficiente actitud, el Real Valladolid estuvo cerca de arañar un punto a un equipo al que le ocurre todo lo contrario. A un equipo al que, todo lo contrario a lo que sucede los blanquivioletas, sonríe la buena suerte al cruzar la esquina.
No tanto del estado de ánimo como de estas actitudes y aptitudes fueron fiel reflejo los planteamientos de uno y otro entrenador.
Sabedor de que el Real Valladolid tiene problemas en la creación, Fabri cedió el balón. Y a sabiendas de la escasa velocidad de los zagueros vallisoletanos, planteó un correcalles en ataque. Incluso, por lo que pudiera pasar, no permitió a sus laterales sumarse a posiciones de ataque hasta bien entrada la segunda mitad.
Resino, en cambio, no supo resguardar su defensa de la velocidad de los tres cabeceros del Granada, ni tampoco dar con la tecla adecuada de las jugadas que plantean a balón parado.
Consecuencia de ello fueron los tres goles. Ninguno de los dos anotados puede achacarse a la pizarra, cosa que sí puede hacerse con la pérdida de lo que hasta entonces había aportado Jofre.
Luego, por meterse él a gurú, habló de justicia en el fútbol. Como si desconociese su profesión. Como si no supiese que no todo en el fútbol gira en torno al balón, y que sin mantener su posesión también se puede controlar un partido, tal y como el Granada hizo.
En sala de prensa afirmó que “es la vez que más duro me está castigando el fútbol”. Olvidando, parece, que mayor castigo está siendo para la afición verse a estas alturas de la temporada tan solo tres puntos por encima del descenso.