El conjunto blanquivioleta ha pasado de promediar 4’7 tarjetas por partido con Garitano a 3’1 con Portugal. Además, ha reducido ligeramente el número de protestas y expulsiones, aunque hay aspectos en los que aún debe mejorar

Foto: LFP
El Real Valladolid arrastra, desde que comenzó la temporada, un debe que, polémicas aparte, le ha hecho granjearse fama de duro, o cuanto menos de equipo incómodo para los árbitros. En las últimas nueve jornadas, en las que Miguel Ángel Portugal ha estado a cargo, ha venido mejorando esta situación, a pesar de que la polémica no ha desaparecido, auspiciada, en parte, por una política de comunicación y de recursos crítica e, incluso, dura.
Las diversas apariciones públicas de Carlos Suárez, presidente de la entidad, la sanción impuesta a Braulio Vázquez por denunciar premeditación por parte del colectivo arbitral y la expulsión vista por el propio Miguel Ángel Portugal en el Carlos Belmonte fueron los momentos más candentes de esta problemática, hoy ya fría, después de la última y contundente victoria de 2015 y por las vacaciones navideñas.
Pero, tal y como se contó a finales de octubre, el técnico burgalés heredó un equipo muy tarjeteado, el que más; sucio, se podría decir, en contra de la opinión generalizada que corría –y corre–, más favorable a pensar que no, o como poco, que no es para tanto.
Pasada la jornada nueve, el conjunto blanquivioleta era quien más amarillas y rojas veía, quien más tarjetas veía por derribos (lances de juego), por protestas y por enzarzarse con rivales, y el único que recibió dos expulsiones por acciones catalogadas como agresiones. Debajo se pueden comprobar los números de los veintidós equipos de la Liga Adelante hasta esa fecha.

En esos nueve partidos, el Real Valladolid promedió 4’7 amarillas y 0’45 rojas por encuentro. Una media que ha bajado ostensiblemente con la llegada del nuevo entrenador, hasta las 3’1 cartulinas amarillas y las 0’33 tarjetas rojas, con un matiz que cabe añadir en el caso de las expulsiones: una de ellas la vio el propio Portugal, y quedó sin efecto tras varios recursos.
En los últimos nueve envites, los blanquivioletas han visto veintiocho amarillas, un tercio menos que en los nueve primeros. Y del catálogo de rojas han desaparecido las agresiones, quedando solamente dos dobles amarillas, al margen de la ya comentada expulsión del técnico por una presunta conducta antideportiva, luego rechazada.
En la siguiente tabla se realiza la comparativa entre las amonestaciones de uno y otro color que el equipo vio con uno y otro entrenador, así como las razones que refleja el acta que derivaron en dichas tarjetas.

Como se puede percibir, el Real Valladolid no ha cambiado demasiado en lo relativo a las tarjetas que podríamos llamar ‘evitables’, y que provienen de lances no de juego/derribos. Es más, ha recibido una más… si excluimos las protestas. Es aquí donde se ve un cambio significativo: que el equipo protesta mucho menos y ha pasado de recibir siete amarillas a solo una en un lapso temporal idéntico.
En lo tocante a las faltas fruto del juego –las actas las recogen como derribos, zancadillas o similares– también se ha visto disminuido el número de amonestaciones, pasando de veintitrés a catorce, un 39% menos, algo que podría llevar a pensar o incluso a afirmar que el Pucela ya no es tan duro.
Asimismo, ha habido un ligero incremento de las tarjetas por agarrones o por el uso de los brazos, si bien este se puede interpretar como mero fruto del azar, al pasar solamente de dos a tres amonestaciones en ambos apartados. Incluso no se debe hacer sangre del hecho de que el equipo pierda más tiempo: también puntúa más, aunque por momentos siga sufriendo y, en todo caso, ese ‘otro fútbol’ socialmente no está muy mal visto (lo que, dicho sea también, tampoco quiere decir que esté bien).
Con todo, y como se adelantó a mediados de este mes de diciembre, el Real Valladolid ha mejorado en el aspecto disciplinario, tal y como se ha visto también en estas líneas. Fundamentalmente, porque habla menos y se emplea con menor dureza sobre el rival en la pugna ordinaria –con los pies– por el balón.
Aunque en otros apartados quizá podría mejorar, esto le ha servido para pasar de ser el equipo con más amarillas de Segunda a ser el cuarto y a ver cómo otros dos le igualan en tarjetas rojas, como se ve en la siguiente y última tabla.

