
No hubo lleno, pero sí una entrada como pocas se recuerdan. La gran iniciativa del club de repartir banderas y las camisetas del #noaflojes, etiqueta que se ha colgado toda la ciudad, favorecían al gran ambiente.
Ni tan siquiera la lluvia se lo quiso perder. No hizo acto de presencia la copiosa lluvia de semanas anteriores, pero sí apareció esa lluvia que parece no mojar, y sin embargo, humedece.
Muchos fueron los mojados de blanco y violeta. Otros, más precavidos, daban colorido a la grada con sus chubasqueros de colores. Los menos. Los más eran también fieles por fuera a un equipo que, como su afición, volvió a demostrar con su intensidad sus ganas de primera.
También las tiene el Elche, por más que se pueda discutir el fútbol realizado en el Nuevo José Zorrilla. Como era de esperar, convirtió al grupo en falange militar y su fuerza en su máximo exponente. Cayó, quizá, por momentos en una agresividad excesiva.
En el inicio no pareció tal, quizá porque la maraña de piernas en que se convirtieron los escasos treinta metros en que se disputó casi el cómputo de la primera mitad no permitían separar los toques de pierna y de balón.
La clara intención ilicitana de alejar a los hombres de Resino de su área chocó con el hambre de gol de Guerra al poco de iniciarse el encuentro. Un error de Verdés quebró la falange y el malacitano huyó buscando la meta de Jaime.
El punta logró esquivarlo y enviar el balón hacia la portería, debajo de la cual Carpio logró sacar un cuero que raseaba bastante menos de lo que volaba de lado a lado o se mantenía parado, calcando lo que había sido el primer periodo entre Celta y Granada en Vigo.
Durante el disputado en terreno pucelano apenas aparecieron los hombres interiores de tres cuartos. Lógico, teniendo en cuenta que las defensas no permitían la llegada a dicha zona en ninguna de las dos mitades de la parcela.
Sí se vio a Óscar González en la reanudación. Como en otros encuentros ha ocurrido, el salmantino retrocedió unos metros para dar invertir la pirámide formada con Nafti y Álvaro Rubio.
Pasó el que fuera campeón del mundo sub-20 a ser vértice inferior, dejando la alternancia en los apoyos de salida a un lado, y con ello Óscar permutaba el paralelo y perpendicular con Nafti. Buscando con sus pases romper las dos líneas frontales disputó sus mejores minutos.
La mayor lucidez del ’24’ blanquivioleta como metrónomo abrió la mente en las filas vallisoletanas, donde Antonio Barragán y Nauzet Alemán comenzaban a percutir con más metros por delante a los dobles laterales ilicitanos.
Conocedor del peligro de la banda derecha local, Pepe Bordalás envió a Cristobal a la diestra y sustituyó al habitual Xumetra por Ripa en el once, con la clara intención de que el trabajo defensivo fuese más realidad que voluntad.
Funcionó hasta el minuto sesenta, en el que el lateral gallego y el interior canario trenzaron una jugada que llevó al primero a la línea de fondo, desde donde puso un gran centro para que Javi Guerra, esta vez sí, pusiese el primer y a la postre único tanto del encuentro.
Antes Mantecón había impedido a Sisi poner salsa al envite, tras interponerse entre el pequeño extremo y su meta y evitar, quizá con el codo, que de la superioridad terrenal llegase la real.
No se cobró la pena máxima Pérez Montero, como tampoco lo hizo ante la ostentosa petición de Óscar en el 68, que entendió que el agarrón de Pelegrín – ya con amarilla – era suficiente para la señalización del punto fatídico.
Entre las protestas de un bando y otro, el fútbol se diluyó y dio paso únicamente a la tensión. De ella pudieron llegar las expulsiones de Javi Guerra, por un pisotón a Héctor Verdés; y Jofre, por un empujón sobre un rival en protesta por el codazo propinado por el propio Verdés sobre Guerra.
Ya con un hombre más, en el escaso tiempo restante, los albivioletas volvieron a intentar tímidamente alcanzar una mayor renta de cara a la vuelta, sin descuidar en ningún momento la propia meta.
Después de una igualada primera parte, quizá en la segunda el Real Valladolid mereciese algún tanto más, por aproximaciones y ocasiones; pero el fútbol, una vez más, no entendió de merecimientos y el resultado restó quieto hasta el final.
No era hora de cometer errores, y así lo entendió el equipo de Abel. Si bien el Elche apenas cercó la meta de Javi Jiménez, correcto en las escasas veces en que debió entrar en juego, la renta favorable puede considerarse suficiente.
Definitiva, nunca; pues a pesar del buen juego y resultado, aún queda mucha guerra por librar. Las tablas valen en la próxima batalla, que tendrá lugar el domingo a las nueve en el Estadio Martínez Valero, lugar en el que el Elche apenas ha caído ante Rayo y Betis.