El Real Valladolid se deja dos puntos en el tiempo de descuento después de que Manucho anotase en propia meta el tanto del empate para el Hércules con el tiempo cumplido, gol que provoca que el equipo ya no dependa de sí mismo para ascender de forma directa.
En ocasiones, por paradójico o injusto que parezca, lo que el fútbol te da, el fútbol te quita. Existe una ingente cantidad de amantes del deporte que lo son también de las leyendas y la imaginería, y que creen que por ganar o perder de un modo u otro, el balón terminará buscando algún tipo de justicia divina que convertirá todo lo que toca en equilibrio.
Puede creer alguno que en el Nuevo José Zorrilla no se dio entre Real Valladolid y Hércules más que ese ajuste de cuentas para con los de casa, después de que éstos arañasen en morada ajena un punto el pasado fin de semana gracias al gol de Manucho.
Sin embargo, el tanto del angoleño va más allá, pues coloca al Real Club Celta por delante en la tabla cuando probablemente los de Djukic no hayan hecho deméritos para ir por detrás -en general, aunque quizá hoy el empate fuese justo castigo-.
Sirvió el encuentro para demostrar que un buen respaldo ayuda, pero que la mejor entrada de la temporada -se rozaron los quince mil espectadores- no sirve para marcar ni detener tanto alguno, ni tampoco para evitar que el anfitrión pueda equivocar el tarro del azúcar con la sal cuando el juego pasa a ser de trazo grueso.
Algo así le ocurrió al Real Valladolid frente al Hércules de Alicante. Pareció intentar endulzar el envite desde el primer minuto, tal y como acostumbra, pero cuando empezó a paladear, con el gol de Guerra, cedió el dominio a su rival, lo que produjo un efecto corrosivo que terminó quemando la ansiada victoria.
Salió el Pucela dominador, como suele hacer, buscando entre líneas a Óscar para que el salmantino encontrase a Nau y Jofre. Rubio se incrustaba entre Valiente y Rueda para dar salida y Víctor Pérez se erigía secundario silencioso. Por dentro, con los jugadores interiores monopolizando el cuero, se conseguían las superioridades que empequeñecían al Hércules y forjaban las oportunidades que llamaban a las puertas del gol.
El tanto llegaría a los veinte minutos, tras una jugada de estrategia botada por Nauzet Alemán a la que Marc Valiente dio continuidad para que Javi Guerra, que -libre de marca, como el central catalán- hizo saltar a la nación de zombies bajo el sol, en la grada.
Sin demasiadas ocasiones, el Real Valladolid siguió dominando durante algunos minutos, aunque cada vez con más problemas y menos probabilidades de embocar de nuevo, ya que con el avance de los minutos el Hércules fue dando varios pasos hacia adelante y prolongando cada vez más sus posesiones.
La sobriedad de los centrales locales provocó que los de Mandiá apenas se acercasen a los dominios de Jaime Jiménez, tónica que con el paso de los minutos cambió en el segundo periodo, en el que el repliegue de los hombres de Djukic se fue pronunciando cada vez más en la esperanza de lograr lo que no se pudo en la primera mitad: matar el encuentro a la contra.
Víctor y Álvaro dejaron de robar con la facilidad del principio y Óscar desapareció de forma definitiva, y con él Guerra. Aganzo dio una mayor sensación de peligro que la provocada por Urko Vera, especialmente después de la entrada de Tote y Sanchón al campo por los desacertados Míchel y Calvo.
Manucho y Sisi trataron de hacer lo propio para el Real Valladolid, pero ni el pequeño ratón hiperactivo pudo multiplicarse como acostumbra por la falta de posesión del balón del Pucela ni el angoleño bajar los balones excesivamente azarosos o elevados, proyectados desde el achique.
El Hércules, sin excesiva clarividencia para encontrar los espacios que llevaban hacia la meta de sur, parecía condenado a irse de vacío de vuelta a Alicante incluso en el añadido. Fueron cuatro los minutos de más decretados por Gil Manzano, que terminaron con los blanquiazules volcados y con un córner favorable que no debió ser tal.
El balón voló hacia el área, donde ‘El Aviador’ angoleño, Manucho, erró en el despeje y anotó allí donde no debía, en la meta propia, regalando de ese modo un punto al conjunto herculano y provocando que los soldados de Djukic vuelvan a depender de un error ajeno para recuperar la segunda plaza perdida, la del ansiado ascenso directo.
