Dos meses después, después de siete partidos, el Real Valladolid volvió a vencer, una vez más en casa frente al Huesca de Onésimo Sánchez, gracias al doblete anotado por el delantero malacitano Javi Guerra, quien ya suma doce. Con él bastó para por fin ver la primera victoria de la época Abel Resino.
Lo hizo tanto para unos como para otros, ya que ninguno de los dos equipos fue capaz de poner fútbol en una triste como la niebla que estos días no abandona la ciudad del Pisuerga. Triste por los ánimos y por el ambiente reinante en la grada, ya que casi ninguno de los ocho mil aficionados parecía creer en su equipo.
Buena cuenta de ello dio el hecho de que el once que puso en liza Abel fue silbado a la retirada del calentamiento y cuando saltó al césped. Después, apenas protestó un par de malas entregas de los de blanco y violeta y celebró los tantos. Incluso por momentos podían escucharse conversaciones del verde. A un volumen bajo, eso sí. Como los gritos contra Suárez una vez el partido parecía concluso.
El caso es que si en la previa la doce oscense no confiaba en los suyos, quizá era porque eran sabedores de que el ‘efecto aspirina’ tan manido en el fútbol recaería en esta ocasión sobre ellos. Y ya era hora que lo hiciera en un rival, después de hacerlo tantas veces sobre el Real Valladolid.
Ocho encuentros consecutivos sin caer no fueron suficientes para llegar a Valladolid y luchar por los tres puntos de un equipo que si bien es cierto que encaja poco, poco también anota. Logico. Cuando no se tira una sola vez entre los tres palos, y salvo que la defensa rival te haga alguna concesión de esas que acostumbra a hacer la defensa del Valladolid, no se marca.
Aguerridos en defensa, sin llegar siquiera a la agresividad; tienden a buscar un trato de balón dispar con respecto a pasados años. Atrás queda “la curva de Maturana”, pero sigue Onésimo teniendo gusto por la jugada hilvanada, si bien esta vez pareció lastrarle el partido ramplón de Camacho, junto a Gilvan su mejor jugador.
Entre bostezo y bostezo de la parroquia local se cocinó el triunfo gracias también en parte al buen encuentro ofrecido por Carlos Peña, titularísimo tras el descarte de Guilherme y quien puso un centro medido a Javi Guerra a la media hora para que éste hiciese el primero tras un testarazo.
Terminó la primera mitad con el sopor de los dos equipos y la fe del local, algo que se prolongaría en la segunda mitad. Apenas habían pasado diez minutos de ésta cuando entró el nuevo fichaje del Real Valladolid, Sergio Matabuena, de carácter aguerrido y vocación barredora. Prueba de ello fueron las varias coberturas realizadas ante desajustes de sus nuevos compañeros y diversos tantarantanes con los rivales.
Trece minutos después de su debut, otra vez Peña recogía un balón en tres cuartos, avanzaba sin oposición y casi por dejadez de la defensa oscense e invitación de sus compañeros centraba para el único que se movía en aquel momento, un Javi Guerra que controlaría con el pecho antes de acariciar el cuero para que terminase nuevamente en la red de Andrés.
Le faltó el tercero, que pudo llegar de espuela en un momento en el que habitualmente se desatan las hostilidades, y en el que sin embargo apenas llegó un par de “quítame de allá estos goles” en el que aparecieron Sisi, muy activo todo el encuentro; y dos a los que presuntamente se está buscando salida, Álvaro y Óscar.
Gilvan, que volvía tras unos problemas burocráticos en Brasil, su tierra natal, puso un par de balones parados en los últimos minutos que inquietaron tímidamente a la parroquia local. Por lo menos a los no anestesiados. A esos que gritaron con la misma intensidad a Suárez con la que aplaudieron al final del partido a un equipo que, a falta de fútbol, al menos esta vez sí puso intensidad para sumar tres puntos por primera vez después de dos meses y desde la llegada de Abel.