Se hace difícil, en un día como este, centrarse en lo táctico y dejar atrás lo emocional cuando el Real Valladolid ya es, de manera estadística, equipo de Segunda División. El primero en apuntarse tras caer ante el Real Betis, junto a otros tantos equipos que, ya en la segunda categoría, deben estar esperándole con los brazos abiertos. El partido que debía ser una muestra clara de intención, dignidad y rabia contra el “si no es hoy es mañana”, se convirtió en otra goleada más para guardar en el recuerdo de quienes se desplazaron y de quienes lo vivieron desde sus casas.
El Real Betis ganó al Real Valladolid cuando quiso ganar, ni más ni menos. El equipo solo supo dar la cara en unos minutos en los que, antes del descanso, el Betis parecía herido de pereza. Aún con mucha rabia, este podría ser el resumen general de lo que ha sido el duelo, pero, aún así, trataremos de ser profesionales. Repasamos las claves del partido y de la derrota sufrida ante el Real Betis.
El Valladolid jugó sin centrales ante el Betis… y casi sin portero
Suena fuerte, pero es la realidad desde un punto de vista defensivo. En pocas oportunidades de peligro evidentes del Real Betis lograron ser un baluarte defensivo para repeler las acciones rivales. Al término del partido, se anotaron seis tiros a puerta del Real Betis de una nómina final de cinco goles anotados en el marcador.
Un registro que muestra varios sonrojos, empezando por lo poco que contribuyó André Ferreira a convencer a la afición de que puede ser un recurso válido de cara a la Segunda División. Solo logró hacer una parada en todo el partido, teniendo en cuenta, además, que el Betis fue un equipo bastante errático en la exigencia al meta, sin hacer uso de una gran puntería ni rehusar la fortuna en lanzamientos lejanos, que acabaron en la grada en casi todos sus intentos.
Precisamente en esa búsqueda de recursos distintos, el Betis empezó a amenazar con centros, once en total, que sirvieron para poner dos de los cinco goles en el marcador, específicamente los dos primeros, que sirvieron para señalar a Aidoo, que no tuvo la implicación ni la contundencia necesaria para evitar los dos goles. Primero con el de Jesús Rodríguez, al que le da un balón de rebote franco para rematar a portería, y después sin presencia para incomodar el remate de un ‘Cucho’ Hernández que, además, supo buscar el palo para evitar la estirada de André Ferreira.
Hablar del resto de los goles es hacerlo de estatuas de sal, especialmente Luis Pérez, Cömert y Aznou, entre las que Abde, Perraud y Antony se movieron a su antojo. Primero el brasileño para acabar poniendo un balón certero al que no va a fallar, Isco, dentro del área y solísimo de nuevo, y después lateral y extremo. Perraud lo lograría que por medio de una pared simplísima y ante la mirada de tres defensas, se plantó ante Ferreira para limitarse a tirar entre los tres palos.
Abde, sirviéndose de pillería, que no de velocidad (y aún así, lo hizo sencillo), se presentó en un uno contra uno contra el guardameta y la mandó a guardar casi sin buscar la rosca o un disparo especialmente fuerte. Una debacle defensiva que habla de nivel, de contundencia, de intenciones y, me temo, que de mentalidad. La de un equipo hundido al que no han sabido convencer de que podían salir al campo a competir en ningún momento.
Oh mon Romain! #DíaDeBetis #RealBetisRealValladolid #LaLigaHighlights pic.twitter.com/4kkWrKWsKO
— Real Betis Balompié (@RealBetis_en) April 24, 2025
Irrelevante capacidad para sostener el mediocampo
Lo del mediocampo es otro tema. Sin entrar a dirimir sobre la capacidad que tuvo el equipo para crear ocasiones, pues ya se ha hablado en infinidad de ocasiones sobre lo inviable que es intentar crear juego con solo un perfil creativo como el de Chuki, muy alejado para mí del perfil de jugadores como Mario Martín, alejándolo de la zona en la que brilla de verdad y sin tener la opción de acercarlo por los perfiles con los que cuenta el equipo. No, esta vez voy hacia el equilibrio.
Ese equilibrio que se ha intentado potenciar desde la dirección deportiva en varios mercados, a juzgar por casi todos los fichajes realizados para esa posición en particular. Si hablamos de centrocampistas, casi todos son de contención, casi todos son para dar refugio al balón y dar ese primer pase hacia quien está dotado para construir (aunque no lo haya). Y, aún así, no hay muchas razones para confiar en algunos de esos perfiles visto lo visto.
El propio Juric hace un partido ante el Betis muy deficiente. Alejado de posición en demasiadas ocasiones por abandonar zona para presionar en situaciones en las que el rival, además, se libra de la presión con facilidad y, en consecuencia, tiene después una estepa fértil para progresar, como en el caso de la jugada de Isco, presionada por el croata sin acierto y que supuso el primer tanto tras la carambola de errores posterior. Es preciso entender por qué en la parcela del campo y en la función más poblada de la plantilla se es tan inconstante e impreciso. No es viable para poder competir ni tiene sentido caer una y otra vez en los mismos errores.
Isco hizo lo que quiso en su jardín
Esta podría ser la primera clave, pero me parece que es más consecuencia que causa en esta realidad. Sabemos todos lo que es Isco. Es buenísimo y muy difícil de detectar. Además, en el campo sorprende con una movilidad tremenda. Acabas de verlo en el centro, dominando y dando ritmo a una jugada, en principio, insustancial, y de golpe lo tienes apareciendo por banda haciendo un sprint (por llamarlo de alguna forma), para superar línea de presión y buscar un pase al delantero.
Esa dificultad la tienes de inicio, antes de elegir a los once que saltarán al campo. Contra esa realidad no puedes competir por talento, porque el Betis lo tiene y tú no. Y eso significa que vas a necesitar hacer las cosas muy bien para que ese talento no sobresalga. En la pizarra, para evitar esa actuación memorable, y en el césped, para que los errores, forzados y no forzados, no acaben por sepultar tu trabajo. Por eso me parece una consecuencia más que una causa. Porque probablemente Isco saldría de su campo con una sonrisa de oreja a oreja, tras un partido plácido en el que le dejaron ser lo que es: Un demonio.

