El Real Valladolid cae en la Nueva Condomina ante un Real Murcia bien plantado sobre el césped, pero falto de fútbol. Óscar Sánchez hace los dos tantos de los pimentoneros ante su antiguo equipo, que volvió a mostrarse fatigado y hastiado.
El Real Valladolid sumó en la Nueva Condomina su segunda derrota consecutiva ante un Real Murcia muy bien plantado sobre el terreno de juego, pero carente de fútbol. Tampoco precisó más, pues Miroslav Djukic y sus hombres se encargaron ellos solitos de permitir a los de Iñaki Alonso hacer bueno el planteamiento de su técnico.
Para más seña, fue Óscar Sánchez, otrora lateral izquierdo blanquivioleta, quien se encargó de castigar con un tanto en cada periodo a su antiguo club, cuyos mayores representantes volvieron a mostrarse fatigados y hastiados en su segunda derrota consecutiva a domicilio.
Cuando se produjo la primera, ante el Córdoba en el Nuevo Arcángel, fueron muchas las voces que pidieron romper filas en favor de un equipo que continúa en la pomada, pero que podría ver como su próximo envite toma un cáriz excesivamente importante si el Real Club Celta vence en su respectivo encuentro.
Así podría ser por el propio conjunto vigués y porque los de Djukic deben reivindicar una situación que algunos denuncian y otros consideran equivocada: la posibilidad, casi realidad obvia, de que los albivioletas estén atravesando un bache físico y psíquico.
Tal reconocimiento no tendría por qué ser señalado como teoría apocalíptica. Más bien al contrario. Podría -y debería ser- el primer paso para cambiar unas tornas que hoy se visten de tristeza ante el recuerdo de un fútbol mejor que el expuesto en Murcia.
De hecho, Miroslav Djukic intentó borrar la imagen apática mostrada en Córdoba y el sabor agridulce que dejó la victoria ante el Girona modificando su planteamiento de base habitual. Ante la baja de Guerra, entró Manucho en el ataque, con tres mediapuntas móviles por detrás para intentar confundir en las marcas a los zagueros murcianistas.
La confusión, sin embargo, fue propia, ya que el afán de despistar por dentro y fuera terminó cayendo en la perversión de unirse en zonas interiores tantos jugadores como debían aparecer en los costados, intentando aprovechar a la referencia angoleña con centros laterales.
Sisi, Marquitos y Nauzet se unían en el terreno de influencia del mediapunta -¡cuánto se echa de menos a Óscar González!-, estorbándose más que ayudándose. Manejaban el cuero, pero sin crear demasiados problemas a las dos líneas de gladiadores rivales.
Antes de llegar a la primera media hora, en cualquier caso, llegó la más clara oportunidad del Real Valladolid en todo el partido, un mano a mano de Marquitos ante Alberto que el guardameta -a cuya sombra, por cierto, sigue Javi Jiménez- desbarató con brillantez.
La respuesta de los pimentoneros fue más afortunada, tanto que terminó en gol. Miguel Albiol, que volvía a la titularidad después de ocho meses apartado de los terrenos de juego por una grave lesión, puso un centro que nadie acertó a rematar dentro del área, y lo que es peor, tampoco a despejar. El cuero terminó cayendo a Óscar Sánchez en la frontal, que de un tiro fuerte y ajustado al palo derecho hizo el primero.
En la segunda parte el guión fue el mismo que en el primer acto: los locales seguían igual de juntitos en la presión y en el repliegue ante un equipo poco punzante y vertical, que como en la primera mitad, volvió a conceder una franca oportunidad clave a ‘El Ñapas’, que hizo el segundo diez minutos después de la reanudación.
Sin hacer ruido, el carrilero zurdo entró en el área tras un lanzamiento de esquina para enviarlo a la red de un testarazo inapelable. Lo hizo solo solito solo, colándose en los dominios de Jaime Jiménez a la espalda de un Marquitos despistado, cuya gran virtud es no manchar, pero cuyo mayor defecto, tal y como se pudo ver en Murcia, es no limpiar.
Con el gol de cabeza de Óscar Sánchez el Real Valladolid perdió la ídem. Hasta los diez minutos finales mantuvo el corazón, pero de poco sirvió. La acumulación de hombres ofensivos -jugó hasta Aquino- tuvo el mismo nulo efecto que la sobrepoblación inicial del centro. Atropellados y sin ideas los blanquivioletas no pudieron tan siquiera reducir distancias.
Con el dos a cero final finalizó el tercer encuentro consecutivo en el que los de Miroslav Djukic dan señas de fatiga -especialmente Balenziaga, Rueda, Mehdi Nafti o Víctor Pérez, que no jugará ante el Celta por cumplir ciclo de amonestaciones-.
También, quizá, el hecho de que el almirante haya pasado revista el pasado jueves dé buena cuenta del hastío de sus soldados. Por la derrota en Córdoba -que parece haber marcado el camino del juego ante el Pucela a los demás rivales- y la postrera polémica, por la escasa alegría suscitada por la victoria ante el Girona y por la tensión vivida a lo largo de la semana.
A pesar de la derrota y las no muy buenas sensaciones dejadas en Murcia, convendría no hacer sangre ni dejar que la camiseta prime sobre la realidad. El equipo debe volver al nivel mostrado hace escasas semanas, pero incluso si tarda en hacerlo más allá del próximo envite, la distancia restante antes de llegar a la meta debe invitar a ver las cosas ni de color blanco ni de color negro.
			