El Numancia vuelve a vencer a domicilio desués de siete meses sin hacerlo ante un Real Valladolid que fue de más a menos, y que después de colocarse con un tanteo de tres goles a uno, volvió a inmolarse y dejar sin valor el hat-trick anotado por Javi Guerra y lo que apuntaba hacia un buen debut de Abel Resino.
Si a lo largo de la temporada había sido fuera del Nuevo José Zorrilla donde los blanquivioletas habían encajado la mayoría de los goles, la defensa adelantada planteada por el nuevo técnico sacó a relucir todas y cada una de las vergüenzas defensivas del equipo.
Por un lado, César Arzo volvió a hacer aguas en el centro de la zaga. Por otro, Guilherme cumplió en ataque pero fue casi un rojillo más a la hora de proteger la meta de un Jacobo que recibió cinco goles en casi otros tantos lanzamientos. Y, para rizar el rizo, la lesión de Pedro López hizo volver al lateral a Javi Baraja, lugar donde volvió a quedar constatado que rinde menos que en cualquier otro sitio.
Si la cruz la portaban a cuestas éstos en cada jugada en que Cedric o Barkero acariciaban el esférico, la cara la daban Jofre, Nauzet, Sisi y Javi Guerra frente a los Nagore, Culebras o Nano, zagueros que se vieron superados en numerosas ocasiones por unos atacantes blanquivioletas que hacían buena la consolidación del nuevo sistema.
Prueba de ello fueron los dos goles anotados en los primeros veinticinco minutos, ambos obra de un Javi Guerra que probablemente jugase su mejor partido desde su llegada a Valladolid. Apenas cinco minutos después de su segundo tanto albivioleta, Cedric ganaba la espalda a César Arzo y comenzaba a generar frío en una grada que demostraría luego ser de sangre caliente.
Guerra completó antes del descanso su hat-trick, a centro de Guilherme, e Iñigo Vélez bailaba un pasodoble ante César Arzo que tendría como respuesta el rechazo de éste. Sólo así se puede uno explicar el gol del aparatoso delantero, quien tras recibir de espaldas logró darse la vuelta con una facilidad impropia del fútbol profesional.
Fue el segundo jarro de agua fría para una afición que veía atónita como el resultado engañaba al más pintado. La tarde prometió ser plácida en los primeros veinte minutos, pero el síndrome de bipolaridad no permitiría a la postre que esa tranquilidad permaneciese entre los fieles con sendos (y enésimos) errores defensivos y mentales.
Porque, si un problema tiene este equipo, es de carácter. Buena cuenta de ello da el hecho de que, pese a ser claramente superiores en el primer periodo, el tanto de Vélez hizo a los blanquivioletas retirarse a vestuarios con las cabezas gachas, como si fuesen ellos quienes iban por detrás en el marcador.
Abel, que llegó para motivar a un equipo sin alma, tiene mucho trabajo por delante, pero tanto en el arranque del encuentro como en el del segundo periodo los jugadores dieron señas de que puede ser el elegido para la mejora. Prueba de ello es que en la reanudación hubo un penalty no pitado a Sisi y varias ocasiones que seguían invitando al optimismo con respecto a la suma de los tres puntos.
No obstante, la sensación es que Valladolid no puede ilusionarse, ya que igual que ocurrió con el arranque de Onésimo, de Clemente y Antonio Gómez, siempre aparece algo que turba los intereses blanquivioletas. Ayer fue la incapacidad defensiva propia y la calidad ajena, la de una vieja aspiración como Barkero que anotaría dos goles en cinco minutos (el segundo de penalty, cometido por Arzo).
Con el tres a cuatro en el marcador, viejos fantasmas reaparecieron sobre el José Zorrilla. Los de todos aquellos que hacen bueno el dicho de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Y la afición lo sabe. Por eso volvió tímidamente a mirar al palco y a pitar a un equipo que devolvía a sus mentes una frase en la que José Luis Mendilibar hablaba de correr, de vacas y defecaciones.
El Numancia, merecido vencedor por incapacidad del rival, aprovechó sus ocasiones frente a un Valladolid que por momentos fue netamente superior. Como lo fue tras una nueva igualada en el marcador, la lograda por Marc Valiente en el minuto ochenta y cuatro. Sin embargo, esta superioridad fue efímera, ya que el ritmo del último tramo de partido se rompió con la salida de César Arzo del césped tras un choque.
El trencilla decretó cinco minutos de añadido, en los que ya casi todo el mundo daba por bueno el empate hasta que otra vez Barkero, junto a Cedric el mejor de los numantinos, hacía justicia con un Valladolid que a pesar de mostrar signos de mejoría era castigado por sus excesos (o carencias) en labores defensivas y por una falta de carácter más preocupante si cabe que tiene ya bastante mosqueada a la afición, que una vez más al finalizar el partido volvió a mostrar que ha despertado de su letargo y en cuya sangre ebulle un claro desacuerdo con las labores últimas de gestión de su presidente, Carlos Suárez.