El fin del convenio del club naranja con el Atlético de Madrid abre la puerta a que las relaciones y viejas alianzas se vuelvan a encauzar con el fútbol femenino como pilar fundamental
Cuando el Real Valladolid hizo oficial el comienzo de las conversaciones para ligarse al Club Baloncesto Ciudad de Valladolid, más de un aficionado se preguntó qué pasa con el fútbol femenino, aquel al que la entidad blanquivioleta pretende aproximarse y que a priori tendrá cabida en sus instalaciones cuando la nueva ciudad deportiva esté construida. Antes, durante el pasado verano, la cúpula directiva se llegó a plantear la viabilidad de un acuerdo con el CD Tacón, el próximo Real Madrid femenino. Sí, teniendo más cerca al CD Parquesol, club hasta ahora convenido con el Atlético de Madrid y que dejará de estarlo a partir del próximo treinta de junio.
La no renovación de dicho acuerdo abre la puerta a que las relaciones entre los dos mayores clubes de Valladolid se refuercen, quizás prestando especial atención a ese ‘otro’ fútbol, después de que, sin que llegasen a romperse, se vieran deterioradas por decisiones como esa unión con el Atlético. Siendo libre y respetable, no entendió Carlos Suárez –ni entendieron muchos– que la entidad naranja se ligara a una de otra ciudad, por más que fuera una con tanto músculo. Como el exmandatario, otros en Zorrilla pensaban en que los lazos han de ser más cercanos, algo que en el Saso nunca se negó; simplemente se optó por otra vía sin renunciar oficialmente a mantener una relación cordial con el vecino.
En el ideario blanquivioleta otra circunstancia pesó para no ver al CD Parquesol como el mejor de los amigos. El inicio de la Liga Nacional juvenil de la temporada pasada dejó un resultado sobre el campo en un derbi y otro en los despachos: el Real Valladolid B venció por dos a cero en Los Anexos, pero perdió los tres puntos después de un recurso parquesolino ante una alineación indebida. Esto se entendió como una afrenta que acabó con jugadores que hicieron el camino de vuelta del Saso a Los Anexos y otros que teniendo pocos minutos y opciones de vestir de naranja no lo hicieron. A la postre, aquello hizo que una generación brillante como es la del 2002 no se alzara con el título de campeón a pesar de ser el mejor equipo.
El malestar, profundo, evidente y conocido en el fútbol provincial, debe entender, de la misma manera que cabe ser comprensivo con las posturas adoptadas en el José Luis Saso ante estas cuestiones. Sucede que agua pasada no mueve molinos, y que el camino se anda más firme si se hace con la seguridad de una alianza como la que, llegados a este punto, Real Valladolid y CD Parquesol deberían retomar. Ni de otro modo que no fuera volviendo a los antiguos convenios de colaboración ni, desde luego, con el afán de dañar a otros clubes de la provincia –que ya están lo suficientemente preocupados con otras situaciones como para añadir una más–, pero quizás sí atendiendo a una particularidad que diferencia a los naranjas del resto: su femenino.
El mérito de la entidad que preside Jacinto Santos está fuera de toda duda; cuando nadie lo hacía, fue dando pasos y avanzando en su apuesta por un fútbol dignísimo y al alza. Estos pasos han posicionado al barrio y al club en un contexto competitivo altísimo, compartiendo categoría con multitud de estructuras profesionales y que tienen un mayor músculo económico. Y, bien es verdad, lo ha hecho sin necesidad de ir de la mano del fútbol masculino, con una generación de futbolistas única en Valladolid, de calidad y apasionada, y con un puñado de ‘locos’ que se han ido sumando por el camino, creyendo en ellas. Igual que hasta ahora, qué duda cabe que el CD Parquesol, hoy apellidado Patatas Meléndez después del fuerte impulso de su benefactor, puede seguir caminando ‘solo’ (como de hecho está haciendo, tal y como en esta web se ha ido informando puntualmente, como desde hace años).
Sucede, sin embargo, que igual que Patatas Meléndez ha sido un bastón, el Real Valladolid puede ser otro en el intento de avance del fútbol femenino vallisoletano por esa montaña que es la élite. Igual que el CBC Valladolid ha comprendido que generar sinergias junto a la estructura hoy presidida por Ronaldo puede resultar beneficioso en su crecimiento, bien se podría tratar de hacer un acercamiento que dejara atrás lo negativo en pos de un futuro mejor, sino unido, sí próximo, en el que ambas marcas se retroalimenten por lo que es un bien común: un fútbol mejor. En sus entornos tienen varias fórmulas en las que pueden fijarse para percibirlo como lo que es, un ‘win to win’. Porque si quieren pueden seguir caminando separados, pero seguro que juntos llegarán antes más lejos.
