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Cerrado por descanso

por Jesús Moreno
21 de marzo de 2013
Líneas de cal

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Jesús Moreno se acuerda del síndrome de Estocolmo, del perro de Pávlov y de Miguel Delibes en una nueva entrega de ‘Líneas de cal’.

 

PávlovEl aficionado del Real Valladolid lleva un ADN especial, un hecho diferencial no recogido en fueros o leyes que nos distingue del resto de los mortales y que no es otra cosa que una extraordinaria capacidad de sufrimiento que hemos convertido casi en una necesidad de sentirlo hasta el punto de generar una especie de síndrome de abstinencia si, como ocurre este año, no recibimos nuestra dosis transistor y culito apretado.

Hemos desarrollado un síndrome de Estocolmo tal que echamos de menos la angustia de antaño y hemos asumido por el recuerdo antiguo de temporadas anteriores, como una suerte de perro de Pávlov, que a partir del mes de marzo debemos entrar en situación de nerviosismo pues a estas alturas de curso era costumbre continuar con los deberes sin hacer. Da la sensación de que tenemos que buscarnos emociones para salir del letargo como hacen algunas parejas cuyo matrimonio ha entrado en la rutina. Un enemigo a las puertas que nos saque de esa monotonía con carácter funcionarial al que parece abocado nuestro periplo por la Primera División a partir de ahora y hasta que termine esta temporada.

Sin embargo, por mucho que nos desazonemos observando las andanzas de aquellos equipos que caminan por detrás del Real Valladolid en la clasificación, por mucho que queramos auto-imponernos cierta dosis de nerviosismo y sufrimiento, por mucho que nos queramos engañar excusándonos en que el equipo aún no tiene asegurada la permanencia para la próxima temporada en Primera, lo cierto es que los jugadores -a la vista de lo ocurrido en San Sebastián- sí han interiorizado que la categoría está asegurada y han decidido que no tienen interés en luchar por nada más.

Sea, quizá, por el error de planificar una temporada con un objetivo como la permanencia, repetido tan machaconamente que cuando ésta está cerca de ser alcanzada el jugador reserva esfuerzos y marca en rojo los partidos que debe ganar para sellar tan escuálido logro, igual que los sprinters que corren el Tour de Francia ponen una cruz en aquellas etapas en las que habrá llegada masiva. O sea, quizá, por no haber sabido transmitir que el Real Valladolid tiene como único objetivo ganar siempre al rival que se pone delante, pues así lo dice el himno del equipo, lo cierto es que parece que el equipo ya puso el cartel de cerrado por descanso, o el de vuelvo en diez minutos –o la temporada que viene-.

Da la sensación de que se va a dejar arrastrar suavemente por el oleaje de la competición hasta alcanzar nuestra particular playa de Omaha, en son de paz, sin ganarse más enemigos y guardándose muy mucho de recibir nuevas bajas.

La causa de perder partidos a partir de ahora, y como ocurrió en un pasado no demasiado lejano, no será el haber nombrado la innombrable Europa que como especie de hechizo esotérico provoca derrotas en quien la pronuncia ni el hecho de pensar en alcanzar la competición continental pues, por extraño que pudiera parecer, para llegar a esas posiciones que dan derecho a mostrar el pasaporte en aeropuertos continentales la temporada venidera es necesario –al igual que ocurre para sellar una permanencia- ganar encuentros. Más aún si cabe. Sino que la razón que pudiera explicar las derrotas que puedan llegar a partir de ahora debemos buscarla en la relajación del que se sabe neutral en unas guerras –las que se disputan por la zona noble o en la frontera con el infierno- que ya no son la suya.

Confío, como le pasaba a Miguel Delibes, en que en Zorrilla basten nuestras palmas y nuestro aliento para que el equipo saque los puntos necesarios que le sirvan para deslizarse dulcemente hasta asegurar la permanencia, pero mucho me temo que, como hacía don Miguel en su niñez, a partir de ahora serán necesarias solemnes promesas y embajadas al Todopoderoso para lograr que el Real Valladolid salga victorioso en los estadios a los que acudamos con el cartel de forasteros.

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