Dice un compañero que cada uno en la vida llevamos nuestros propios zapatos, y sin embargo, tenemos la manía de querer tomar decisiones por los demás. Como si nos pusiéramos los de otros, no por empatía, sino porque es muy español, decimos a los demás qué han de sentir o cómo han de actuar, defendiendo que así lo haríamos en su situación nosotros. A Chuki le habrá pasado, seguro. No solo le habrán preguntado muchos si va a renovar su contrato con el Real Valladolid -que es lícito, como la Prensa debemos hacerlo-, sino que habrá quien le diga, en su círculo y fuera de él, haz esto o haz lo otro, así que por uno más…
En estos días, en los que su golazo ha vuelto a poner de manifiesto su calidad excelsa, la dichosa canción está en bucle otra vez, retumba por las paredes del José Zorrilla y se oyen fuera del templo sus ecos como si fuese un hit extemporáneo, y más cuando dijo el domingo que su renovación es cosa de sus representantes. Seguramente fuera la respuesta que debía dar en ese instante, en el que las negociaciones parecen estar en una fase aún algo incipiente, y más tras contribuir a una victoria tan importante como la conseguida. Pero una cosa es cierta, y que me perdone por cometer el vicio anterior: Chuki es quien debe coger las riendas.
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RIIIIIIIING RIIIIIIIING— Real Valladolid C.F. (@realvalladolid) October 12, 2025
El futuro es suyo
Que nadie busque un mensaje contrario a su agencia en estas palabras, ni tampoco a ninguna otra. Los agentes forman parte de este negocio tanto como los periodistas (o más) y como otros terceros que rodeamos al juego. Si él ha decidido que sean los que son, es cosa suya. Pero, asumiendo que el mejor consejo lo recibirá de ellos (y de su familia), hay una verdad tan obvia que parece absurdo recordarlo: el futuro es a él a quien le pertenece. Y ese futuro, sin querer comparar, puede disfrazarlo de héroe, villano, grande o pequeño.
Cuando el invierno hubo dudas sobre cuál sería el escenario que Chuki iba a encontrarse en la segunda vuelta, se optó por que siguiera vistiendo la camiseta del Real Valladolid. Sucedió después de que le dijeran que iba a ser importante, como a otros a los que a la postre se comprobó que mintieron, y más o menos lo fue, hasta que la lesión que sufrió en el tramo final echó al traste lo que estaba siendo la mejor noticia del final de campaña. Todo ello tras haber podido ejecutar en verano una cláusula gris en su contrato y, al margen del tono, rechazada pese al interés de terceros.
Una cuestión de Estado
Aquella relación que terminaba en verano fue negociada y, no se sabe muy bien por qué, se aparcó lo que iba a ser una renovación estratégica. Incluso en el club se veía como próxima -tanto que, para qué mentir, algunos la dimos por hecha-, aunque no se plasmó en una firma que sí estampó, por ejemplo, Jorge Delgado. Se aplazó, de esta manera, a esta temporada lo que debe ser, y efectivamente es, una cuestión de Estado en Zorrilla, pues no se entendería otra cosa que no fuera pelear hasta la extenuación por que siguiera uno de los jugadores más talentosos salidos de Los Anexos en la última década.
Sino el que más, porque otra cosa no, pero Chuki, dentro de su perfil tan específico y a la vez tan extraño, tiene talento a espuertas. Ese ‘diez’ moderno y punzante es difícil de encontrar en el mercado, y Víctor Orta lo sabe, igual que sabe lo que debe suponer para el equipo y el club. “Es clave para nuestro proyecto”, llegó a decir el director deportivo, que, no obstante -y esto es normal; más, viniendo de donde venimos-, no comprometerá la salud económica de la entidad por que siga de blanquivioleta. “Vamos a hacer el máximo esfuerzo posible”, ha advertido, y a esa realidad debe ajustarse todo el mundo.
Chuki y una realidad nueva
Esa realidad, que ahora mismo pasa por apretarse los machos -el Real Valladolid tiene el tercer límite de coste de plantilla de LaLiga Hypermotion, según LaLiga, pero su estatus seguramente sea inferior en lo económico-, será otra mañana; mañana puede construirse una nueva y Chuki tiene que saber quién quiere ser dentro de ella… o, incluso, si quiere integrarla. Porque puede que no este año, pero el destino del Real Valladolid, de su equipo y de su casa, es volver a Primera División. Y él puede tener un papel fundamental, en lo futbolístico, pero también en lo espiritual, dentro de ese retorno.
En una entidad tan vallisoletana como es y quiere ser este se entendería tan poco que el club no hiciera cuanto esté en su mano por seguir como que él, después de besarse el escudo en Burgos y llevando toda la vida en Los Anexos, se marchase a las primeras de cambio sin llegar a alcanzar un estatus inalcanzable o desorbitado. Lo puede hacer; decíamos, el futuro, le pertenece a él, pero quizás sus riendas deban servir primero para gobernar a un Real Valladolid que ya ha ensillado y que bien puede llegar a gobernar antes de pensar en dar otro paso en su incipiente carrera.