El Real Valladolid se da un homenaje necesario
Como la primera vez
y la última.
Como una siesta
de noventa minutos.
Como el eructo abrupto
de una comida en ayunas.
Como nunca,
en mucho tiempo.
Como ojalá siempre.
Así ha sido el partido del Real Valladolid frente al Córdoba. Como el estallido de una afición loca por aplaudir a su equipo. Que por fin lo ha merecido, que por fin ha recompensado a quien se acercó a Zorrilla. Y es el momento, lo ha hecho en el momento adecuado. La chispa adecuada, que diría Bunbury.
“¡Esta noche no la perdona nadie!”. Un grito que se repite en cada boca que ha tenido durante mucho tiempo unos apuntes delante. Me refiero a la de los jóvenes universitarios que cerraban esta semana la primera tentativa de sus exámenes en Valladolid. La ida, con una vuelta muy próxima, en febrero; y es que estamos a las puertas de volver a encarar los papeles subrayados de prisas por estudiar lo que ya se debía haber estudiado.

Pero esta semana ha sido de finalizar y gozar. Y acaba con un Real Valladolid apoteósico, loco por beberse al Córdoba desde el primer minuto. El equipo blanquivioleta se moría por gustar a la chica que tenía enfrente y a esta le gustaron los requiebros que, con la batuta de Álvaro Rubio por bandera, iban realizando los blanquivioletas. Y tanto gustaron, y tantas ganas de mandar todo al carajo, de explotar de júbilo, de emborracharse de fútbol había, que la afición le dedicó la mejor de sus sonrisas cuando los jugadores encaraban el túnel de vestuarios.
Se besaron. La segunda parte ya fue la noche de dos enamorados que lo mismo les daba darse un beso que perdonarse un abrazo. En estas apareció Kepa, para salvar la noche, mientras los de arriba perdonaban el orgasmo. Aunque sabían que en cualquier momento lo podían tener al alcance de las manos.
En estas se fueron Manu del Moral y Álvaro Rubio, los que más juego habían dado. Los dos cargan en sus espaldas muchos exámenes ya y les retiraron a tiempo de la estampida jubilosa. Faltan muchos kilómetros por recorrer y será vital tenerlos siempre. Los exámenes de febrero, las recuperaciones, la recuperación del Real Valladolid, está a la vuelta de la esquina, y mejor no desgastarse demasiado, incluso en la celebración de lo que parecer ser el fin de un ciclo oscuro.
A la mañana siguiente, despertaron como masticando cartón, como si en el paladar tuvieran todavía el recuerdo de una noche mágica. Recogieron todo y empezaron a mirar hacia adelante. El objetivo: volver a celebrar. Y la próxima vez, sin tener que rendir cuentas a los pocos días. Queda la lucha sea para que se venga lo mejor. Desfogarse era necesario.
