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por Jesús Domínguez
18 de diciembre de 2012
en Noticias
Deportivo Valladolid

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El Real Valladolid suma en Riazor un punto que suena a engaño, pues pudo tanto ganar como perder ante un equipo que no se dejó dominar, pero que fue incapaz de convertir sus buenas intenciones en algo más.

 

Deportivo - ValladolidParecía el día adecuado para seguir abriendo hueco, pero la presunta idoneidad del colista no terminó en convertirse en un hecho plausible. O por lo menos merecedor de los tres puntos, ya que cualquier punto a domicilio es bueno para un equipo cuyo objetivo inicial para el final de temporada es no morir quemado.

El empate del Real Valladolid ante el Deportivo de La Coruña es merecedor de aplauso por lo que supone a estas alturas de campaña, más que por el juego realizado. Aunque pensará más de uno que sí, que era el día. Y de hecho quizá tenga razón. Pero no por ello la igualada se ha de hacer de menos ante un equipo cuyas intenciones son mejores que sus resultados.

Vaya, que el empate es para estar conformes. En un partido en el que los blanquivioletas no desplegaron un juego extremadamente brillante, por más que estuviesen cerca de alzarse con la victoria en el último suspiro o que dispusieran de alguna que otra ocasión para hacerlo anteriormente, puede darse por bueno si uno disocia al rival de su condición de colista.

Quizá se escaparon vivos. O, visto desde otro punto de vista, a lo mejor fueron los de Djukic quienes lo hicieron. Porque el equipo que dirige José Luis Oltra mandó durante el primer cuarto de hora y, si no lo hizo durante la segunda mitad, por lo menos sí discutió el dominio a un equipo acostumbrado a dominar balón y encuentro.

Para mejorar, el Real Valladolid necesitó antes ser golpeado, primero en una jugada del portugués Pizzi y, más tarde, en una bonita internada de Bruno Gama por la zona central izquierda, que terminó abortando un Dani Hernández que se mostró de nuevo segurísimo.

En el lado contrario, las oportunidades más claras corrieron a cargo de Óscar González, en esta ocasión, como Valerón, menos mago de lo que acostumbra, y que sin embargo obligó a Germán Lux a emplearse a fondo con un doble remate que el argentino, titular por primera vez por razones técnicas en Liga, despejó con brillantez.

Para entonces los vallisoletanos se habían ya apoderado de la posesión, si bien eran incapaces de imprimir un alto ritmo en ataque, ya que a las idas y venidas de Óscar hubo que sumar la discreción de Alberto Bueno y que, en el continuo sube-baja de Omar, esta vez tocó oscuridad.

La consecuencia de todo esto fue que Manucho, siempre voluntarioso, no pudo más que correr y correr. Máxime cuando Víctor Pérez tampoco fue él y el buen nivel de la zaga y Álvaro Rubio no fue suficiente como para activar siquiera el dichoso plan B, el del juego directo en busca del angoleño.

Total, que llegó la segunda mitad y el Depor, obligado a ganar por la necesidad de huir de la zona caliente de la tabla, pareció querer decir “aquí estoy yo”, pero el susurro solo se convirtió en estruendo de manera momentánea, cuando Diogo Salomão remató fuera un envío lateral pese a encontrarse en boca de gol.

El juego local, vertical aunque pesado, amenazó con cambiar de velocidad con la entrada de Nélson Oliveira y del canterano del Sporting Portugal, pero la cosa no fue a mayores. Esa pesadez, quién sabe si por contagio o simplemente porque tocaba, la mostró el Real Valladolid durante los noventa minutos, aun cuando Guerra y Rubén Peña entraron al campo.

Cuando el tiempo moría, los dos hombres de refresco introducidos por Miroslav Djukic pudieron castigar al Deportivo en una contra que culminó con un error del canterano, pues pecó de altruista al querer brindar el gol a un Javi Guerra que se había movido ya buscando un posible rechace. Antes, el malacitano tuvo la suya, pero esta vez, como otras pasadas, de nuevo no tocaba.

Sin brillar, uno y otro equipo tuvieron ocasiones, pocas, para llevarse los tres puntos. Lo único que a la postre se llevaron fueron sensaciones, el Depor de seguir igual, con buenas intenciones que no llegan a buen puerto -bien porque les falta suerte o mala leche- y el Valladolid de que el punto es bueno, como cualquiera que se logre.

Aunque, bien visto, para el exigente de más esta conformidad puede no ser tal. Después de todo, visto lo visto, el partido pareció propicio para que los puntos se distribuyesen de otro modo. Ese inconformismo es lógico, quizá, en el caso de la hinchada blanquiazul. Menos entre los fans blanquivioletas. Después de todo, el descenso sigue a nueve puntos; y en total el Pucela suma, ya, veintidós.

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