El extremo abandonó el Real Valladolid tras tres temporadas en las que los problemas personales en su tierra marcaron su devenir futbolístico
Corría el minuto 72 del partido que enfrentaba al Real Valladolid y al Xerez en el José Zorrilla, en una fría y encapotada tarde de noviembre en la ciudad del Pisuerga. Miroslav Djukic, tras observar una y otra vez el empate a uno en el luminoso, decidió que era buen momento para sacar al terreno de juego a Nauzet Alemán. El canario había estado dos partidos fuera de la convocatoria, pero aun así el almirante confiaba en él para deshacer la igualada y lograr tres puntos que colocaran al Pucela líder de la Liga Adelante.
Y así fue. Cuando se cumplía el minuto 77, un jugador xerecista cometió penalti sobre Nauzet y él mismo se encargó de transformarlo. Con ese gol, el extremo se quitó un gran peso de encima, pero, sobre todo, pudo dedicárselo a una persona muy importante para él: su padre.
En el momento en el que Piñeiro Crespo dio por válido el tanto, la rabia contenida se esfumó en un potente grito. Segundos después, Nauzet se levantaba la camiseta blanquivioleta para dejar ver otra que rezaba un mensaje muy especial: “Fuerza papá”.
Era por todos sabido que sus problemas personales estaban afectando más de lo que quisieran al devenir de su carrera. Fueron varias veces las que tuvo que viajar a Canarias -siempre con permiso del club- para estar cerca de sus seres queridos en momentos complicados por temas de salud. A pesar de esos vaivenes, Nauzet firmó su última temporada en blanquivioleta con buenos registros: trece goles entre Liga y Copa, los mejores números desde que recaló en el Pucela.
Nauzet llegó a Valladolid el año de Mendi, Onésimo y Javier Clemente. Es decir, la del descenso en Barcelona y el vestuario más polémico de los últimos años. Con los tres entrenadores jugó un total de 1.632 minutos y marcó seis goles. Ya en Segunda División, con Antonio Gómez y Abel Resino, el canario fue más importante y ese peso se tradujo en más minutos. Sumó 2.718 minutos y logró marcar siete tantos.
Con Miroslav Djukic, el año del ascenso, tuvo menos oportunidades por esos problemas personales, pero su rendimiento fue más que correcto. En los 2.312 minutos que jugó en Liga, marcó nueve goles; tantos que en algunos casos dieron puntos importantes al equipo y que sin duda le ayudaron anímicamente en una temporada complicada para él.
Por eso, a pesar de que todos los meses salieran rumores de que ya había firmado un contrato con la Unión Deportiva Las Palmas, el club de su vida y por el que fichó poco después de lograr el ascenso, no tuvo impedimento alguno en demostrar que es un jugador con una técnica y una calidad exquisita, que es un jugador comprometido y que defiende unos colores por encima de todo.
Cuando dejó al equipo donde se lo encontró, que no es otro sitio que en Primera, Nauzet respiró tranquilo. Había cumplido su objetivo y ya podía volver a Las Palmas, con la convicción de haber hecho bien su trabajo y ser agradecido con el club que tanto le dio.
Casi dos años y medio después, volverá a pisar el césped del José Zorrilla, si a bien lo tiene su entrenador. A buen seguro, cuando salga por el túnel de vestuarios este domingo recordará muchos momentos en blanquivioleta. Rememorará aquel día en que el feudo blanquivioleta estalló en júbilo al verse en Primera y él saltaba de alegría con una bufanda en la cabeza y la bandera canaria sobre su cuerpo. También, cuando mire a la portería del Fondo Norte, le brillarán los ojos porque verá aquel gol que le marcó al Xerez y que, con su mensaje en la camiseta, mandó ánimo hasta Canarias para hacer sonreír a su padre tal y como hizo él esa tarde.
