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Cuando lo poco no agrada

por Jesús Domínguez
18 de febrero de 2012
en Noticias
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El Real Valladolid vence al Girona gracias a una pena máxima anotada por Víctor Pérez en un partido insulso y sin brillo, en el que pudo perder incluso dos puntos en el tramo final.

 

Víctor Pérez1El refranero español, sabio donde los haya, reza que lo poco agrada y lo mucho cansa. Sin embargo, no por ser sabio deja de equivocarse, pues en ocasiones olvida que de cuando en vez, por más que rece al Dios de guardia, éste sale por peteneras a la mínima oportunidad, dejándolo en evidencia.

Como por pocos creyentes que vayan al Nuevo José Zorrilla ha de entenderse que en rezos ganaban a los fieles del Girona, es de suponer que bien sabían Alá, Buda o Yahvé que al menos uno de ellos debía dar un empujoncito al Real Valladolid, pero fue ésta una de las tardes en que en el templo vallisoletano sobró la humanidad de unos pocos para que los blanquivioletas doblegasen al rival.

A los de blanco y violeta les fue suficiente con el tanto de Víctor Pérez en el primer periodo para meterse en el zurrón los tres puntos de la colecta con la misma candidez con que la hija del reverendo dejó a Bart Simpson con un palmo de narices, castigado e incomprendido.

En buena lógica, quizá tampoco Josu Uribe pueda pedir mucho más, ya que, en ocasiones, no bastan buenas intenciones al final del capítulo de turno. Si el fútbol se escribiese en amarillo, quizá. Haciéndolo con el trazo grueso de la competitividad, difícilmente con tan pocos mimbres pueda hacer mejores cestos.

El solo hecho de buscar expiar sus pecados comulgando con el gol pudo haber supuesto que el Girona se fuese dejando la sensación de ser un párvulo angelical, de esos que la santificada oblea la cogen con la mano y la comen a solas en una esquina con reparo.

La hostia -con perdón- no habría sido nada justa, y Jaime así lo entendió al sacar de forma portentosa el cuero endemoniado que envió hacia su meta Jandro a falta de apenas un suspiro para el final. “Virgencita, virgencita…”, parecían murmurar los feligreses, mientras tanto. ¿O acaso censuraban la actuación del sacerdote que come cordero en pleno viernes de vigilia?

Las voces, en fin, parecían no permitir que aquellos a los que iba dirigido el sermón que el entrenador lanzaba desde el banquillo captasen el mensaje como éste pretendía. De lo contrario, y salvo que los hombres de Djukic actuasen en un acto de caridad, difícilmente uno podrá explicarse cómo tanta posesión ante un rival tan pobre sirvió de tan poco.

Teniendo en cuenta que el fútbol es deporte de cruzadas, y más esta segunda división, parece poco probable imaginarse a un ejército perdonar a otro por el mero hecho de ir ellos a caballo y el enemigo a gatas. Más lógico es creer que si no hubo más ocasiones -¡y goles!- fue, simple y llanamente, porque no fue su tarde.

En un partido propicio para golear -no por clasificación, sino a tenor de lo visto- bastaron un gol y dos destellos para seguir leyendo ‘Real Valladolid’ en una de las primeras líneas de la hoja parroquial. Sin pretender condenar a los infiernos a los vallisoletanos, es de justicia reconocer que en los próximos envites debe volver a elevarse sobre sus rivales como hasta hace escasas semanas hacía. Porque en cuestión de fútbol el refranero falla. Ni lo poco agrada ni lo mucho cansa.

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