El Real Valladolid B vaga sin pena ni gloria en Liga Nacional, a pesar de contar con jugadores sobre los que había puestos muchas miras y después de demostrar que, otro año más, la adaptación a la categoría no es fácil

Foto: Víctor Álvarez
Quien más, quien menos, a principios de curso colocaba al Real Valladolid B como firme candidato a estar entre los cinco primeros clasificados en la Liga Nacional. No era para menos, pues la generación que copa actualmente el segundo equipo juvenil blanquivioleta venía de arrasar en la pasada temporada en la Regional Cadete. Avalados por unos números difíciles de igualar –veintiocho victorias, un empate y una derrota, 112 goles a favor y solo 12 en contra en treinta partidos–, parecía que esta vez iba a ser de verdad. Pero no. De momento no.
A ello había (hay) que sumarle al que muchos señalan como el mejor entrenador del fútbol base vallisoletano, un Jonathan Prado siempre exigente y que todavía no ha sido capaz de impregnar de su competitividad a sus pupilos. Así, después de un inicio prometedor en casa, tras golear a la Ponferradina por cuatro goles a uno, se han disuelto hasta acabar la primera vuelta novenos, lejos de lo que de ellos cabía esperar.
Cierto es que no es fácil competir cuando semana tras semana estás pendiente de que tu primer equipo pueda llevarse a tus mejores jugadores. Pero no es excusa. Por la calidad técnica conocida y por presunto potencial, el Real Valladolid B debería encontrarse más arriba en la clasificación. Si bien es cierto que en más de una ocasión, tanto con Juan Carlos Pereira como con Paco de la Fuente han faltado los Blanco, Miguel o Raúl, con lo demás, y sus eventuales presencias, debería bastar.
No es difícil imaginar un futuro en el que jugadores como Nieto, Pablito, Raúl Calvo o Miguel alcancen el Real Valladolid Promesas. A ellos cabe sumar otros de buen nivel para la categoría que hoy ostentan, como Blanco, el cadete Cebri, Xavi o Adrián. Sin embargo, en lo global se encuentran alejados del rendimiento óptimo.
Año tras año sucede; al filial siempre le cuesta. Decíamos, no daba la sensación de que este fuera a ser el año, pero sí. Comenzó la temporada muy bien en casa, logrando tres goleadas consecutivas (la comentada ante la Ponfe, por cuatro a uno, ante el Puente Castro por cinco a cero y ante la Arandina por seis a uno), pero el partido que debía ser un punto de inflexión –el primer triunfo fuera, en Parquesol– lo fue para mal.
Desde entonces, no solo no ha vuelto a ganar a domicilio, sino que además ha perdido en casa ante el Atlético Bembibre y ante la Gimnástica Segoviana, rivales que, como el Villa de Simancas, último que les venció fuera, se encuentran inmersos en la lucha por la salvación. Lo bueno, quizá, es que ante el Colegios Diocesanos arañó un empate y casi hace lo propio ante el Santa Marta, ambos conjuntos que aspiran a día de hoy al ascenso.
Con 32 goles marcados, solo el Pizarrales les supera. Con 19 encajados, solo tres equipos han visto perforada su meta en menos ocasiones. Y sin embargo, seis son las derrotas que han cosechado ya, tantas como el Bembibre o el Arces. Con todo, sus veintiún puntos superan en uno a los logrados a estas alturas el curso pasado. Falta que el Real Valladolid B sí se levante y mejore, para superar la octava plaza final de entonces.
Por mimbres, desde luego, no será. Ahora llegó el momento de crecer y hacerse hombres.
