Julio Iricibar lució por primera vez el brazalete en el Real Valladolid Promesas en el partido de Avilés

Equipado de rojo y con unas botas de Joma que crearon polémica. Con guantes blancos y la misma ilusión –y seriedad– que siempre. Y para rematar, con barba. Que aquí no nos gustan nada los jugadores con barba, no. Calma, que ni de lejos nos planteamos crear el #julismo. Primero, porque no queda ni la mitad de bien que, veáse, el #ayubismo. Y segundo, porque no hace falta crear una palabra para dejar claro que en Pucela somos muy del hijo de Antonio Iricibar y Alicia María Bayarri.
Algo marcaba la diferencia en el partido ante el Real Avilés. Y no, no era ni la barba, ni el color de la equipación ni sus botas. Como si no fuese suficiente con proclamarse héroe del último ascenso, Premio Zamora de la temporada pasada y titular indiscutible del Promesas en Segunda B, además de haber debutado esta temporada con el primer equipo en Liga, Julio fue el portador del brazalete de capitán debido a la suplencia de Iván y Fran No.
Y ahí estaba. El recuerdo de Javi Baraja. El Zorrilla en pie cuando Don Álvaro Rubio pisa el terreno de juego. Los galones de Javi Torres con el ‘8’ a la espalda. La contundencia al jugar y al hablar de Alberto Marcos. El ‘capi’ con el que aún se refieren algunos a Juan Carlos ‘El Galgo’. Y de pronto el orgullo, la satisfacción de ser pucelano y de ver cómo aun siendo pobres en dinero, somos tan ricos en galones.
Compromiso es la palabra que los define, y eso es algo que nadie puede negar. Doce años de Torres Gómez, quince de Marcos, seis de Juan Carlos y otros doce de Javier Baraja. Y Álvaro Rubio aún sigue. Mientras el guardameta del filial lo mira y se entrena bien cerca, soñando con llegar algún día a donde él ha llegado.
Trabajando duro y en silencio, Julio representa al vallisoletano de pro. Frío como el ‘Estadio de la Pulmonía’, con semblante serio y directo a la hora de hablar, de ideas claras y objetivos fijados, pero con una sonrisa y buenas palabras a cualquiera que se le acerque. Trece temporadas vistiendo la elástica blanquivioleta en los que ha crecido hasta defenderla este curso, una vez, en el Nuevo José Zorrilla.
Después de que la afición se haya acostumbrado a que sus canteranos no valgan para el primer equipo, parece que algo está empezando a cambiar a orillas del Pisuerga, puesto que Julio es solo una muestra de que, ahora, desde las oficinas sí se mira a Los Anexos, algo que, con cada tuit, respalda un buen número de aficionados; por ejemplo, en respuesta al propio Julio.
Y lo cierto es que es algo que de verdad hace falta. Héroes, de la tierra, de la casa, que estén acostumbrados a sufrir. El Pucela necesita gente que ame estos colores como cualquiera de las personas que van al estadio un domingo a las diez de la noche en invierno, o como todos esos aficionados, que viven lejos de la capital del Pisuerga pero todos los fines de semana se muerden las uñas delante del televisor.
O igual que las personas que juran y perjuran tras un mal partido que van a dejar de ir al estadio pero acaban volviendo, o como esos viajeros que vayan donde vayan se llevan la elástica blanquivioleta para presumir, ante el resto del mundo, que no hay mejor equipo al que defender.
Valladolid necesita gente de Valladolid, pero sobre todo del Valladolid. Que defiendan al equipo en las buenas, pero más en las malas, para que en un futuro podamos dejar de decir aquello de ‘en el equipo contrario juegan más vallisoletanos que en el Pucela’. Y ojalá no haga falta esperar mucho para eso.
