Contracrónica del Real Valladolid 1-1 Valencia
El Real Valladolid dejó escapar dos puntos en el minuto 94 de un partido en el que ya abrazaba la victoria. La mereció, pero le fue esquiva; la tuvo en su mano después de que Sergi Guardiola marcara un golazo que premió el reencuentro de los blanquivioletas con su mejor cara, esa que permitió que acariciara la victoria también ante el Atlético de Madrid y que debió hacer que puntuase contra el Sevilla.
Epílogo triste. El Real Valladolid despidió 2019 con una sensación que le es de sobra conocida como es la de haber hecho las cosas mejor de lo que dicta el resultado. Su humildad se volvió a alinear con los astros –o con lo que cada uno quiera reseñar– para impedir que se pusiera fin a la racha de cinco partidos sin ganar. Habría sido un buen final a un guión que, sin embargo, parece haber sido escrito por David Trueba: con este Pucela uno siempre cree que podría ser más feliz mientras esboza una media sonrisa porque, a la vez, podría ser peor. Al menos el encuentro contra el Valencia sirvió para dejar atrás esa sensación tan amarga que habían provocado los últimos partidos de que faltaban goles e ideas. Quizás sea así –seguramente; que una buena actuación no oculte las necesidades ya constatadas–, pero parece que llueve menos.
El ejército de Toni Villa. El juego, en su acepción más estética del término, es de los trileros y los funambulistas. Toni Villa es uno de estos, de los que se cosen el balón al pie y comienzan a caminar por la cuerda floja evitando rivales (o intentando evitarlos). En Zorrilla, el murciano tiene un ejército de #laureanistas que, al contrario que el de Pancho, se organiza aunque sea de forma espontánea: así, su sustitución fue recibida con pitos a Sergio y con una ovación de despedida al ‘raspilla’. Y es que el equipo había bailado a su paso, al menos durante la primera mitad, en la que generó esa sensación de que podían pasar cosas cada vez que cogía el balón. Aunque creó sinergias con Sandro, no fueron suficientes; para acabar de hacer daño habría hecho falta bien un lateral profundo o bien que los medios le acompañaran. Lo que quedó claro es que, liberado y por dentro, puede encontrar su mejor versión. Y el equipo la necesita, porque cuando la muestra, sirve de faro que guía.
El Valencia y los saques de banda. Bien haría el Real Valladolid en extremar las cautelas cuando enfrente tiene el Valencia y el balón sale de banda. Como si estos saques estuvieran malditos, el conjunto blanquivioleta volvió a ver cómo perdía parte de su botín por culpa de una acción de este tipo, como ya sucediera en abril de 2013. Si entonces fue Hernández Hernández quien propició el triunfo valencianista dando cambiando sobre la marcha su decisión y regalándole el balón en la última jugada de encuentro, en la que marcó Jonas, esta vez fue el propio cuatro vallisoletano el que permitió que el equipo che sumara más de lo debido con una desatención fatal, que comenzó por Anuar, que no siguió a Ferrán Torres, y prosiguió con la línea defensiva, que, demasiado metida en el área, propició su centro para que Manu Vallejo marcara gol a un Jordi Masip que tampoco estuvo del todo atinado. Entre todos lo mataron y él solito se murió, y fue una pena, porque el Pucela había merecido despedir el año con una victoria sobre un ‘equipo Champions’ que en Zorrilla fue ramplón.