Contracrónica del Marbella 1-1 Real Valladolid
Hablar y escribir del Real Valladolid en estos últimos tiempos es referirse a algo envuelto en un ambiente de guerracivilismo, en el que a todo se le saca punta. Moyano sí o no, Masip o Lunin, mejor o peor sin Míchel… Las trincheras abundan, también cuando se trata de la Copa del Rey. El acertado nuevo formato y un Marbella muy correcto y competitivo estuvo a punto de echar a los de Sergio González, que volvió a preferir ver el vaso medio lleno que otros ven, cuando menos, medio vacío: quizás se debió pasar de otra forma. Como quien no se consuela es porque no quiere, también podría haber sido peor. Que le pregunten al Getafe.
La Copa mola. El ‘EuroGeta’, como lo llaman en la capital, quedó apeado de la siguiente ronda por el Badalona, el Villarreal se salvó de ser eliminado por el Orihuela por un gol de Gerard Moreno en el minuto 117, el Zamora casi le da un disgusto al Mallorca, Ponferradina, Huesca, Albacete o Las Palmas cayeron… Como decía el presidente del Córdoba en aquel anuncio que se hizo viral hace unos cuantos años, “la Copa mola”. El nuevo formato la ha democratizado y hecho más atractiva al espectador neutral, algo que el del Pucela debería haber reconocido incluso en caso de verse visto fuera por caer en Marbella, algo que no sucedió por un tris.
El gesto torcido. Podría haber sido peor, de acuerdo. Pero bien es verdad que la imagen del Real Valladolid, por más que la defienda su entrenador o que se destaque al rival como importante de su categoría, debió ser mejor. En peores se vieron otros, efectivamente, pero el mal de muchos no debe ser consuelo: los blanquivioletas no supieron imponer su ritmo durante diferentes tramos porque carecieron de esa marcha más y, cuando fueron capaces de generar peligro, les faltó calidad, unas veces fue en la toma de decisiones y otras en la ejecución. El enfado de Sandro cuando fue sustituido o el partido de Míchel definen la situación actual. Quizás no solo haga falta un lateral.
Los últimos servicios. Con Luismi y Anuar con las maletas preparadas con dirección a Oviedo y Atenas y con Barba a la espera de encontrar acomodo, el partido pudo ser el último de algunos futbolistas, caso de Lunin, a quien Sergio preguntó si estaba dispuesto a jugar o si le daba pereza. El portero ucraniano es el claro ejemplo de las primeras líneas: vive rodeado de un continuo debate, alimentado por el hecho de pertenecer al Real Madrid, que quiere que juegue. Aguado es otro de esos que quizás se marchen antes del cierre del mercado, igual que Jorge de Frutos, cuyo futuro, no obstante, está menos claro. Como la Copa sigue en juego este mismo mes, quién sabe, a lo mejor en diez días alguno de ellos vuelve a vestirse de corto. En Liga, desde luego, tienen la puerta cerrada.
