Contracrónica del SD Eibar 3-1 Real Valladolid
Tenía el Real Valladolid en Ipurúa una de esas dos primeras citas para disfrutar, como se había advertido en la previa, y terminó sufriendo una derrota que duele más por las formas que por su valor. A pesar del buen inicio y de una segunda parte combativa, pesaron más los problemas de cobertura, esa conectividad baja que provocó que llegasen los dos primeros goles eibarreses. No le gustaron nada a Sergio González, por más que el equipo esté ya salvado, pues no es la primera vez (más bien al contrario) que errores puntuales de concentración impiden el lustre de una actuación mejor de lo que indica que el resultado, ni tampoco a todo el que quería un acicate clasificatorio que implicaría un plus económico nada desdeñable.
Conectividad baja. Conseguida la salvación matemática, llegó la descompresión. Dijo al finalizar el partido José Luis Mendilibar que había percibido a un Real Valladolid de menos control, y así fue; fue bravo desde el inicio, lo que le permitió encadenar varios saques de esquina y un par de tempraneras ocasiones. La falta de acierto volvió a hacer acto de presencia y el Eibar se adelantó en la primera ocasión que tuvo, a balón parado, marca de la casa. Afectó, pero lo peor vino después del dos a cero. El equipo mostró una conectividad baja impropia de cualquier competición, incluso con la salvación en el bolsillo, después del infame pase de Fede San Emeterio hacia un lugar prohibido y del dichoso resbalón de Caro.
Reacción insuficiente. Los dos goles del cuadro vasco obligaron a remar contra corriente por enésima vez, cosa habitual cuando uno va perdiendo, pero que duele más cuando lo hace por deméritos propios. Quizás el primer tanto, pese a conocer las capacidades del Eibar, puede apuntarse más en su haber que en el debe blanquivioleta. El segundo jamás se debe cometer, ni con el equipo salvado, porque si bien es cierto que el Pucela siempre que cae se levanta, no siempre le basta. Estos borrones no han puesto en peligro el devenir de la temporada en ningún momento, realmente, pero han hecho que la situación clasificatoria no sea la que debería haberse acreditado. Jamás se podrá decir que en una carrera de fondo como es LaLiga lo que suceda es injusto, pero la solidez empañada por despistes como los de Ipurúa harán que la justicia sea menor.
Acicate clasificatorio. Sin esos pequeños detalles, el Real Valladolid podría tener unos cuantos puntos más, incluso pese a la falta de gol. Haber ganado al Eibar habría permitido garantizar una posición más alta y estar en disposición de terminar el año encaramados a la decimotercera posición. Este puesto todavía se puede conseguir si se gana al Betis, si el Eibar pierde en Villarreal y el Alavés no gana al Barcelona. A pesar de las numerosísimas bajas, ese tiene que ser el objetivo para el partido que despide la temporada el domingo en Zorrilla. Descomprimirse cuando ya se ha conseguido el objetivo es fácil, incluso tiene algo de normal, pero Sergio no miente cuando dice que cada partido cuenta. Sin ir más lejos, acabar en esa decimotercera plaza, y no en la decimosexta actual, cuenta un buen puñado de euros. Aunque la historia no recuerde a los puestos intermedios, el acicate clasificatorio debería ser una razón para luchar también para la plantilla. Si la tabla refleja los méritos, seguramente quieran acumular los más posibles.
