Contracrónica del Villarreal 2-0 Real Valladolid
El Real Valladolid cayó en el Estadio de La Cerámica, lugar donde la historia ha sido siempre esquiva a los blanquivioletas, como lo fue la fortuna, dicen, por los manidos “matices” a los que se refirió Sergio González en su rueda de prensa posterior al encuentro. El entrenador catalán dio por bueno el trabajo realizado hasta el uno a cero, hasta la entrada en liza de esos matices, lo que le ha granjeado críticas por culpa de su planteamiento desde la misma convocatoria. Ser más resultadista que en las tres salidas anteriores no se tradujo en puntos; sí en críticas en base al resultado adverso. Terminó siendo atroz.
Fede se merecía seguir. La vieja guardia cobró protagonismo en el difícil Estadio de La Cerámica, donde Antoñito volvió a doblar el lateral derecho y Alcaraz recuperó su puesto en el once. Sin embargo, estuvo lejos de su mejor rendimiento, al igual que Míchel, lo que inevitablemente llevó a extrañar a Fede San Emeterio, que ha comenzado la temporada como uno de los futbolistas más en forma. Si la idea era aguantar y esperar, el cántabro, con un mejor tono físico aparente y sin errores de bulto en la mochila, parecía una buena opción ante un Villarreal que planteó un partido de paciencia y de desgaste, uno que los dos mediocentros titulares notaron.
Mal de muchos, penalti de Sali. El penalti cometido por Salisu –el segundo en tres jornadas, aunque el anterior, contra el Levante quedara sin efecto– ha abierto la caja de Pandora contra el ghanés, que si bien se equivocó, no fue el único en hacerlo. La zancadilla a Ontiveros viene precedida de un mal gesto técnico propio, pero también de otras situaciones a mejorar como la pérdida de balón Míchel y su permisividad frente a la conducción y el pase del andaluz o como la mejorable disposición de Antoñito y Pedro Porro, quienes no intervienen en la acción a pesar de transcurrir por su costado.
Sin margen de maniobra. No le quedó al Pucela mucho margen de reacción una vez encajó. Sandro, fatigado y con molestias musculares, había sido sustituido, y Sergio González no había incluido un tercer delantero en una convocatoria en la que había, por el contrario, siete zagueros y cuatro mediocentros. Pablo Hervías, Waldo y Sergi Guardiola acabaron como únicos atacantes puros, seguramente escasos para perpetrar una remontada de la que ni siquiera hubo atisbos. Más de uno echó de menos algún hombre ofensivo más, los que más, como en la previa, a Toni Villa.
