No sé la cantidad de veces que habré planteado esta situación: ganar la Copa del Rey y descender a Segunda o permanecer en Primera y eliminación en Copa. La respuesta, para mí, es claramente la Copa. He visto al Real Valladolid casi tanto tiempo en Primera como en Segunda, pero nunca he estado cerca de sentir la ilusión de poder ganar un título o de luchar por él. Evidentemente, no soy aficionado del Pucela por su extenso palmarés ni por su imponente vitrina de trofeos, pero me gustaría poder darle una alegría al cuerpo. Y si para eso tengo que sacrificar la Primera División, regalo quince temporadas si es necesario.
Es solo una hipótesis, pero siempre me ha sorprendido que cuando la he expuesto ha ganado la permanencia. “Antes hay que asentarse en Primera”, me suelen decir. Es curioso, pero al Real Valladolid, al menos desde la última final copera disputada contra el Real Madrid en el estadio Vicente Calderón, en junio de 1989, le ha ido mejor en Liga cuanto más positivo ha sido su desempeño en la Copa del Rey. Quizá el error sea de concepto y lo que haya que hacer sea asentarse antes en el torneo ‘monárquico’.
Otra respuesta habitual es: “No quiero que el Pucela se convierta en el Deportivo de La Coruña o en el Real Zaragoza”. No lo entiendo. Por muy negativo que sea el momento que atraviesan ambos, todos sus logros han quedado tanto para el disfrute como para el recuerdo de sus aficionados. Yo no me arrepentiría de nada. ¿Qué hemos obtenido los seguidores del Real Valladolid a cambio de haber tirado la Copa durante más de treinta años? Ser el equipo con más descensos de Primera en este siglo, haber caído al pozo seis veces en veinte años (siete contando desde la mencionada final copera del 89) y haber sufrido tres descensos en los últimos cuatro años me parece razón suficiente para mandar a freír espárragos todo y vivir por fin un día de felicidad, desenfreno y locura. ¿No compensa disfrutar de la ilusión que se siente y que va aumentando a medida que el equipo avanza en Copa? ¿No compensa vivir una experiencia casi única? ¿No compensa pasar a la historia dejando un legado real y no pasar desapercibido para siempre encerrado en un ascensor que no deja de subir y bajar?
Las cartas sobre la mesa: no es lo mismo ser histórico que hacer historia, y el Real Valladolid, nos guste o no nos guste, es un club tan histórico por su trayectoria como (al menos recientemente) intrascendente, salvo para sus aficionados. El Pucela sobrevive en la mente colectiva gracias a sus colores. Sin embargo, no ha hecho nada destacable por lo que el seguidor medio pueda recordar y situar en el tiempo al equipo blanquivioleta.
De hecho, un alto porcentaje de aficionados en España desconocen que el Pucela tiene un título oficial como es la Copa de la Liga, pero con qué cara podemos reclamarles nada cuando gran parte de la propia afición vallisoletana no sabe que su equipo posee un segundo trofeo oficial, la Copa Federación, conseguido en el año 1953. El espíritu castellano en su máximo esplendor. Un conformismo inoculado que no hace otra cosa que esconder una condescendencia tóxica, que nos ha llevado a que un club con 47 años en Primera tenga que dar gracias por estar en una categoría que es su casa. Por ese motivo, todo lo que signifique el mínimo rastro de exigencia lleva años quedando automáticamente desterrado.
La elección entre ganar una Copa del Rey o una permanencia no solo es el simple juego de imaginar. Es mucho más importante que eso y el hecho de que siempre gane la opción cómoda es la demostración de que nos hemos rendido a la mediocridad. El Real Valladolid necesita urgentemente una inyección de alma que le devuelva a la vida después de lo que está provocando este siglo. El cambio debe empezar por respetar todos los campeonatos y competirlos como si de verdad creyeran poder ganarlos. Menos calculadora y más locura. Más pedir perdón que pedir permiso. Vivir sin ilusión o morir por un sueño. Y si alguna vez debemos sacrificar la Liga, después de tantos tortazos continuos y dolorosos, al carajo la Primera División y que me sujeten el cubata.
 
			