El Real Valladolid suma su segunda derrota en dos partidos jugados en un pobre encuentro en Castellón, en el que los inventos de Juan Ignacio no funcionaron.
Dos de dos. Y los agoreros tuercen el morro. Con una tercera, alguno comenzará a tirarse de los pelos, o lo que es peor, a pedir sangre. O esa sensación hay con el entorno del Real Valladolid, que parece haber perdido la humildad con la misma prontitud con la que el equipo parece haberse desdibujado. Esto, y no tanto las derrotas, debe preocupar. Que alguno parece creer que el proyecto, efectivamente, pasaba por aspirar a Europa y que da la sensación de que con el serbio se ha ido el fútbol.
Esta afirmación suena tanto a desdicho como a desdicha. Esto es, no solo suena triste, sino que además es injusto con los buenos momentos de juego esbozado ante el Athletic. Pero con ese rato no basta. No bastó entonces, en el debut, y menos lo hace ahora, después de caer ante un buen Villarreal en la primera salida de la temporada, tan mustia y taciturna como nocturna.
El caso es que, por lo que fuera, los de Juan Ignacio empezaron de dulce, aunque el terrón pronto se diluyó. Varias buenas combinaciones en tres cuartos, esencialmente por el costado izquierdo, en el que Bergdich azotaba al lateral, como extremo, provocaron el esbozo de más de una sonrisa. Y de más de dos cuando el marroquí sirvió una genial asistencia para que Javi Guerra hiciera su primer gol de la temporada.
El buen sabor de boca duró un segundo, un efímero instante, que es lo que tardó el Villarreal en marcarse un ‘Keep Calm & Pass Giovani’. Y el mexicano, que sabe de qué va esto, empezó a mover el balón y a sacar de sitio a Heinz, que debutaba, y a castigar a Alcatraz, que también. En ocasiones, en persona; otras, mediante enviado especial. Pero, vaya, que no fue su estreno soñado.
El colombiano, una de las revelaciones de la pretemporada, actuó en el extremo derecho, donde sustituía a Patrick Ebert, que de nuevo dejó huérfano de padre el ruido que hace el Valladolid en ataque. Y no solo eso, sino que cometió el claro penalti con el que los amarillos empezaron a dar la vuelta. Aunque, en honor a la verdad, suya fue la culpa del penal; no de la remontada.
Difuminado y deslabazado, el equipo de Juan Ignacio Martínez se vio superado por dentro, donde Rueda volvió al centro del campo y no pareció mejorar a Sastre, y por fuera, donde las dobles parejas parecieron una mano pobre a jugar ante las caídas de Gio, el juego falso de Cani y el puñal de Javier Aquino, uno de los jugadores del submarino que más dará que hablar este curso.
Ya sin Giovani en el campo, en el segundo periodo, los de Marcelino mantuvieron su idea de atacar y atacar, aunque en lugar de dos puntas volátiles hubiera un nueve purísimo y un acompañante con cierto vuelo; Pereira primero, Uche más tarde. Dicho esto casi como anécdota, decíamos, el Villarreal siguió a lo suyo, a culminar su segunda remontada en dos encuentros.
El tanto con el que llegó el triunfo arribaría a falta de menos de diez minutos para el final, con una buena jugada terminada con una genialidad de Cani. Pero, como a Alcatraz en la pena máxima, tampoco hay que ‘culparle’ en exceso. Fue él como pudo ser cualquiera, porque aunque los amarillos no tuviesen un número elevado de ocasiones, lo cierto es que ganaron con total merecimiento.
Fueron demasiado, pero no tanto por derroche como por encontrarse con un rival deshilachado. Es más, como contra el Almería, les costó traducir en los tres puntos un juego que, siendo aceptable, está obligado a crecer en regularidad. No obstante, no hay que restarles mérito: van por el buen camino y caminan ya con seis puntos que ya quisiera para sí un Pucela que todavía no funciona.
Omar, suplente en esta ocasión, fue la nada. Valdet Rama dejó al canario en casi. Y Osorio sigue con su particular preparación. Consecuencia: los cambios no sirvieron para cambiar. Y cuando se cambia y nada cambia, es que el problema tiene un calado mayor del esperado. Porque el primer plan, el del sábado pasado, no funcionó, como tampoco lo hizo el segundo, revolución mediante; con y sin permutas.
Lo positivo, si es que hay algo, es que los errores son tan clamorosos que no hace falta contratar a un experto para detectarlos. Álvaro Rubio se siente solo si no es Víctor Pérez quien está con él, el equipo es menos sin Patrick Ebert y Óscar aún no ha aparecido. Que ‘El Mago’ resurja es cuestión de tiempo. Que los dos vacíos primeros se colmen, cuestión de mercado.