Gerardo P. relata las sensaciones del grupo de aficionados y amigos del que forma parte desde la pretemporada hasta el día de hoy, con el ascenso a primera ya confirmado.
 La B. La segunda del alfabeto. La segunda división italiana y la argentina. También el nombre de la Tribuna del Estadio Zorrilla donde nos sentamos un pequeño grupo de leales que ha resistido estos dos años a crisis, resultados, decepciones, jugadores que no acabaron de triunfar y otros no llegaron a debutar en la segunda división con el Real Valladolid.
La B. La segunda del alfabeto. La segunda división italiana y la argentina. También el nombre de la Tribuna del Estadio Zorrilla donde nos sentamos un pequeño grupo de leales que ha resistido estos dos años a crisis, resultados, decepciones, jugadores que no acabaron de triunfar y otros no llegaron a debutar en la segunda división con el Real Valladolid.
Antes de ocupar nuestros asientos fieles a la cita con nuestro equipo, este pasado verano decidimos acompañar a algunos trofeos amistosos que disputaba nuestro equipo.
A Medina nos fuimos, y allí tuvimos a tres metros a toda la plantilla y hasta un presidente con cara de preocupación, pues los fichajes no llegaban y las salidas no se concretaban. Escuchábamos chascarrillos (y en alguna ocasión participamos en ellos) con algunos de los jugadores que supuestamente no iban a seguir en el equipo.
El primer partido en casa nos trajo una pequeña desilusión que no tardó en desaparecer. En nuestra zona había muchas bajas. Mucha gente se había bajado del carro y por motivos diversos habían decidido no renovar su abono de socio. Fue algo pasajero. Rápidamente nos olvidamos de ellos y nos centramos en lo que nos interesaba, el equipo y las sensaciones que transmitía.
La B estaba dividida en dos zonas. Una que decía que era imposible ascender y otra que creímos desde el minuto uno. No sabemos muy bien si fue por la tranquilidad que nos transmitía el entrenador, porque los resultados fueron buenos, porque no nos descolgábamos en ningún momento de los puestos de arriba y el hueco con el descenso era cada día mayor.
Tras tres victorias llegaron un par de malos resultados y en la B se escuchaban comentarios y preguntas como que Djukic no era el entrenador adecuado, que no se había reforzado la defensa de manera correcta, que se había fichado a gente que no iban a tener minutos, pero el pequeño grupo siguió creyendo en el equipo.
Surgieron dudas. “Rueda no es central”, se escuchaba. “Nos hacen oportunidades porque es lento”. ¿Por qué jugamos con laterales y extremos fuera de su posición habitual?”. ¿Había revulsivo por si se lesionaba Guerra? “¿o crees que los contrarios saben que buscando la espalda de Rueda nos hacen ocasiones?”. “Pero que porterazo es Jaime”…
Fueron tiempos duros; siempre temiendo quedarnos rezagados con esos goles malditos, esos fallos puntuales, esos errores arbitrales casi siempre en contra. Era el temor a lo que decían los entendidos. “Si no se sube, vamos a vivir tiempos muy difíciles”. Hubo momentos que el equipo parecía que no carburaba y se escuchaban algunos silbidos que rápidamente eran silenciados por los aplausos y gritos de ánimo del resto.
 Llegaron más victorias, vivimos la sensación amarga de dos remontadas absolutamente injustas en Alicante y en Alcorcón, pero la B ya creía. Los gritos de ánimo eran constantes, no se escuchaban quejas, cada saque de esquina botado por Nauzet provocaba que nos levantásemos de nuestros asientos y aplaudiésemos como nunca. Cada carrerón de Sisi era alabado. Balenziaga pasó a ser un fichaje impresionante (“¡Aúpa Mikel!”, chillaba alguno con sus carreras), Victor Pérez era lo mejor y la versión de Rubio era la esperada desde hace tantísimo tiempo. La B era una piña, como el resto del estadio.
Llegaron más victorias, vivimos la sensación amarga de dos remontadas absolutamente injustas en Alicante y en Alcorcón, pero la B ya creía. Los gritos de ánimo eran constantes, no se escuchaban quejas, cada saque de esquina botado por Nauzet provocaba que nos levantásemos de nuestros asientos y aplaudiésemos como nunca. Cada carrerón de Sisi era alabado. Balenziaga pasó a ser un fichaje impresionante (“¡Aúpa Mikel!”, chillaba alguno con sus carreras), Victor Pérez era lo mejor y la versión de Rubio era la esperada desde hace tantísimo tiempo. La B era una piña, como el resto del estadio.
Durante semanas escuchábamos que el míster estaba recuperando a jugadores para la causa.
Alberto Bueno era solicitado y aplaudido. Manucho, autor de pocos goles pero importantísimos era una opción que a principios de temporada no era ni valorada. Djukic sacó la frase mágica que acabó de enganchar a la gente, el famoso #somosValladolid. La B lo sentía.
Sabíamos que era prácticamente imposible ascender directamente, pues el Depor no sufrió arbitrajes polémicos y el Celta de Vigo se enfrentaba a rivales que apenas oponían resistencia mientras que se dejaban la vida contra el Real Valladolid. Algún socio despotricó y de lo lindo contra Eusebio por el partido del Mini-estadi y la escasa lucha que mostró en partidos posteriores. Algunos decían que no querían ver NUNCA a Eusebio entrenando al Valladolid.
Y cada vez quedaban menos jornadas. Y el Celta no pinchaba. Y el Valladolid no cedía. Zorrilla era un fortín, pero llegó el día de Alcorcón y pese a los mas de mil pucelanos que fuímos al viaje, no se pudieron conseguir los tres puntos. Pero daba igual. La B había visto todo. Goles en propia meta, fuera de tiempo, faltas no pitadas, penas máximas falladas, jugadores expulsados… venía el play-off.
Y en ese play-off la afición apoyó al equipo. Como nunca, como debería de ser siempre. El Córdoba fue eliminado sin pasar demasiados apuros. Y llegó la hora de la verdad. Javi Guerra puso el hombro en el partido de ida para dar un triunfo vital y merecido. La afición se volcó como nunca con el partido de vuelta. NO HAY ENTRADAS. Muchos amigos y conocidos no pudieron acceder a Zorrilla.
El pequeño grupo de inicio de temporada eran legión en el día decisivo. Los bufandeos de los últimos partidos se repetían entre gritos de apoyo entusiasta al equipo. El gol de Javi Guerra no nos dejó afónicos pero casi. Ese gol lo marcó Javi de mi vida, aunque todos empujamos el balón. En la misma portería en la que Oscar marcó con el corazón. El gol del ascenso lo marcamos todos.
 Veintiséis mil pucelanos ayer. ¡Veintiséis mil! Increible. Engancharemos a alguno para el año que viene? Esa es la duda. Eso es lo que casi veinticuatro horas después del ascenso nos preguntamos no sólo los de la B, sino también nuestros hermanos blanquivioletas de los fondos y de las preferencias y Tribuna A.
Veintiséis mil pucelanos ayer. ¡Veintiséis mil! Increible. Engancharemos a alguno para el año que viene? Esa es la duda. Eso es lo que casi veinticuatro horas después del ascenso nos preguntamos no sólo los de la B, sino también nuestros hermanos blanquivioletas de los fondos y de las preferencias y Tribuna A.
Porque esta ciudad está en primera. Y este club necesita apoyo. Necesita el ánimo pero no solo de los diez mil de siempre. Necesitamos a todos. Porque todos #somosValladolid.
Todos somos blanquivioletas. El equipo ha demostrado ser capaz de sobreponerse a las adversidades, ahora nos toca a nosotros, nos toca a la ciudad demostrar que estamos a la altura y que también SOMOS DE PRIMERA.
P.D: Dedicado con todo mi cariño a los irreductibles seguidores. A Chus, Roberto,Guillermo, los dos Diegos y Jonathan que desde Nueva Zelanda no deja nunca de seguir la información del Real Valladolid.
Nosotros seguiremos. En las buenas y en las malas. Nosotros volveremos a Zorrilla. ¿Y tú?
 
			