El Real Valladolid muestra avances frente al Pontevedra CF, aunque a la vez que aún le falta. Ritmo, principalmente, aunque los automatismos del juego propuesto por Paco Herrera parecen ir adoptándose
Despacito y buena letra. O “poco a poco”, como luego dijo Paco Herrera en rueda de prensa, acompañando sus palabras de una cadencia lenta y de un gesto con la mano que asemeja a un avance. Así va el Real Valladolid y así se mostró frente al Pontevedra Club de Fútbol, en una dirección correcta, pero con camino por recorrer.
A estas alturas solamente faltaba, claro. Pero lo cierto es que los blanquivioletas adolecieron de ritmo en el tapiz de Pasarón, aunque mostraron automatismos a priori correctos para lo que quiere su entrenador. Nada menos que 219 segundos duró la primera posesión, solo interrumpida por un robo que no fue tal, y al que sucedieron más toques. El dominio del cuero fue total en los primeros compases, aunque no se encontrara el último pase.
Esto fue así hasta el final, con la excepción de algún chispazo. Tal es así que el gol, valedero para alzarse con el tercer Trofeo Ciudad de Pontevedra consecutivo, llegó a balón parado, en un certero disparo de falta de Iban Salvador.
Aunque incluso el tanto fue atropellado, ya que el saque de la infracción tuvo que ser repetido, algo que molestó a la parroquia local, porque la acción ya había muerto. Después de buscar la sorpresa sacando rápido a la primera, el africano envió la pelota a la jaula por bajo, haciendo inútil la estirada de Santi Canedo.
La primera ocasión, previa, llegó a pelota parada, con un testarazo de Rafa que se perdió por la línea de fondo tras una asistencia de Joan Jordán. El primer disparo granate, mientras tanto, llegó en el minuto 35, por mediación de David Añón, que actuaba como ‘nueve’ ante la falta de jugadores propios de esta posición en el cuadro de Luisito.
Una delicatessen de Sergio Marcos al filo del descanso amenazó con convertirse en el cero a uno, pero primero disparó al muñeco y luego fue un zaguero quien sacó el balón bajo palos. Fue la mejor acción, la más técnica, de los noventa minutos, y preludio del tanto citado de Iban Salvador. Una de tantas en las que los blanquivioletas intentaron dañar a una zaga lerezana muy bien plantada.
En el comienzo del segundo periodo Renzo, que entró en el descanso por Luismi, Juan Villar y Jordán, hilvanaron una acción que ‘El Duende de Aroche’ no acertó a convertir en gol. Poco después Moyano, de un zurdazo, disparó no muy lejos del palo largo. Aunque las ocasiones eran tímidas y escasas, o esa sensación daba por el hecho de que el ritmo jamás fue elevado.
Como el Pontevedra CF no dejaba un solo resquicio, había que tirar de inventiva, de la mayor técnica que se le presupone a los vallisoletanos para ser superiores. Y tirando de inventiva hubo un ajuste, que luego reconocería Paco Herrera que se debió a las propias intenciones del jugador: el debutante Álex López apareció durante unos minutos como cabecero, con la intención de ser él quien arrojara luz a un ataque oscurecido. Duró poco, eso sí, porque, como los demás, salvo Pau, fue sustituido en el 65′.
A la segunda unidad le costó hacerse, tanto que mientras le duró la gasolina a los locales, estos inquietaron. Lejos de hacer las permutas de golpe, su técnico las hizo paulatinamente, hecho que no rompió el ritmo simplemente porque no lo había; en cambio, hacerlos del tirón pareció perjudicar a los visitantes, que aunque más frescos de piernas no se encontraron en los minutos iniciales.
El Real Valladolid despertó a falta de diez minutos para el final, cuando a Miki le faltó un pelo para empatar tras rematar un centro de Miguel Loureiro. Entonces, Caye Quintana y José, desaparecidos hasta entonces, hicieron acto de presencia, y el talaverano pudo hacer el cero a dos, aunque Santi Canedo repelió su remate.
En sendos córners los vallisoletanos convirtieron en figura al guardameta granate, ya que a la chita callando acabó sumando tres o cuatro intervenciones de mérito. Y aun así no se puede hablar de una producción elevada, porque el balón apenas circuló con velocidad y puede hacerlo, vistos los mimbres con los que cuenta Paco Herrera.
Pero esto no ha de preocupar. Ya llegará (ojalá). Más importante es que se vayan viendo automatismos que el técnico reclama en su equipo, como que sus jugadores se junten por dentro, pisen mucho el campo rival y hagan suyo el balón. La alegría, la chispa, la ligereza, trabajando así, es cuestión de tiempo (ojalá).