El mediapunta camerunés regresó a Tarragona en el mercado de invierno para reanimar al vestuario y ayudar al Nàstic a salir de los puestos de descenso

Hay jugadores que funcionan como una pastilla revitalizante. Basta con dejarles caer sobre el terreno de juego para que el césped empiece a temblar y con él sus compañeros. El resultado es el mismo que el causado por el medicamento: bienestar, desahogo, liberación.
No es fácil encontrar a este tipo de futbolistas y menos aún lograr que su efecto perdure más allá de un par de partidos. En ocasiones, la pastilla burbujea durante escasos minutos, suficiente para enganchar una racha de dos o tres victorias seguidas, pero pasado ese tiempo la píldora maravillosa acaba por convertirse en un producto estéril, diluido en un líquido turbio y grisáceo.
Achille Emana volvió este invierno a Tarragona con la garantía de ser el mejor remedio del escaparate. Uno ya testado y que dejaba atrás gratas sensaciones, aunque esta vez el Nàstic padecía de una enfermedad mucho más tortuosa, incapaz de mostrar el gran fútbol al que había acostumbrado. Firmar el peor inicio liguero en la historia de Segunda División se traducía en una necesidad: había que buscar a un revulsivo de inmediato.
El antídoto estaba lejos, concretamente en Japón, país donde residía, hasta el pasado diciembre, aquel poderoso camerunés, viejo conocido de la liga española. Ese que llegó a Europa con apenas catorce años, con su talento como pasaporte y un balón como ángel de la guarda. Valencia, Tolouse, Betis, Cruz Azul, muchos fueron los clubes que contaron con los servicios de Emaná, mas no cabe duda de que la camiseta tarraconense acabó por ser la que mejor le sentó o , al menos, la que más alegrías pudo brindarle.
El vínculo de Achille con la entidad catalana comenzó en el año 2015, tras incorporarse al equipo durante la clásica pretemporada veraniega. A su término, el mediapunta recibió una oferta que le permitió incorporarse oficialmente a la plantilla. Así comenzó su andadura en la escuadra granota, lugar donde acabaría ganándose la confianza del cuerpo técnico y, sobretodo, el cariño de los aficionados.
Nueve goles en 35 partidos ratificaron su tremenda capacidad ofensiva. Su poderío físico y rapidez permitían convulsionar cualquier encuentro. Un disparo envidiable, combinado con un olfato felino, lograron levantar, jornada tras jornada, a la imponente grada del Nou Estadi.
Quizás fue por eso por lo que su adiós fue tan doloroso. El ofertón del gigante asiático se reveló demasiado atractivo para el Gimnàstic de Tarragona. De esta manera, al terminar la pasada temporada, el centrocampista abandonó España para adentrarse en una nueva aventura, probablemente sin saber que su viaje iba a durar menos de lo que creía.
Escasos seis meses después de su marcha a tierras niponas, Emana recibió la llamada de un equipo que le añoraba demasiado. El Nastic demandaba su regreso con el fin de revertir la pesadilla que estaba atravesando. El principal impedimento para su vuelta, la elevada ficha del africano.
La gran ventaja, la desagradable situación que vivía el jugador, reticente de adaptarse a un nuevo país en el que apenas gozaba de minutos.Sin embargo, la insistencia del por aquel entonces entrenador del club, Vicente Moreno y el esfuerzo de la dirección deportiva motivaron un retorno destinado a reanimar a un conjunto tremendamente alicaído.
De esta forma, Emana volvió para rencontrarse con buenos amigos y también con su hermano Stephane, al que saca doce años y con el que ahora, otra vez, comparte vestuario. Volvió para burbujear los entrenamientos, para encarrilar partidos, para lograr victorias, para demostrar su poder de efervescencia. En definitiva, volvió. Y eso era lo que importaba.
Y poco tardó en notarse el efecto positivo. El mismo Víctor Moreno se mostró sorprendido por el gran estado de forma de su nuevo refuerzo y afirmó verle en fantásticas condiciones, mejores incluso que en su primera etapa. Coincidencia o no, lo cierto es que desde su vuelta al once, en enero de 2017, el Nàstic de Tarragona se ha vuelto a encontrar consigo mismo, consiguiendo salir de unos puestos de descenso en los que estaba desde de la jornada cinco.
El ‘efecto Emana’ ha dejado este 2017 dos goles por parte de Achille y otros dos con la firma del pequeño Stephane, al que parece venirle bien la compañía fraternal en la delantera. Además, aunque el descenso siga cerca, el haber salido de la zona de peligro invita al optimismo. Únicamente dos derrotas en lo que va de año confirman el éxito de haber recuperado a este antiguo ídolo.
Queda trabajo por hacer, pues solamente un punto separa al Nàstic de Tarragona de su siguiente enemigo en el objetivo de la salvación, colocado en la antepenúltima posición de la tabla. No obstante, el camino ahora parece más fácil gracias a la reinvención post-invierno.
A Emana no le ha pesado echarse el equipo a la espalda. El jugador, ya más maduro, ha jugado los once partidos en los que ha sido convocado, por lo que no hay duda de que es una pieza fundamental. La única preocupación que surge a día de hoy es cuánto durará su poder de efervescencia. Por el momento, la fórmula continua funcionando, la familia grana esta sanando y espera seguir haciéndolo. Todo depende de la valía de este medicamento, que espera sus pompas de ebullición no cesen jamás.
