El estallido de Djukic en rueda de prensa responde a múltiples motivos; el más jugoso, el que tiene que ver con la motivación y la psicología, ramas tan poco exploradas como ignoradas no ya en el deporte, sino por su entorno.
“Nuestros rivales vienen muy motivados, y yo estoy encantado porque me pongan las cosas difíciles, pero me gustaría que a los demás también, sabemos realmente que les estamos ahorrando un dineral al Celta. Esperemos que sigamos así”.
“Nosotros iremos partido a partido, sudando e intentando ahorrar dinero al Celta. Vamos a ir a tope porque nosotros no tenemos otra posibilidad. Unos somos gilipollas y otros son listos en este país. Nosotros también podíamos primar, pero no tenemos ni para nuestros jugadores, llevamos cinco meses sin cobrar”.

De esta forma tan altisonante se manifestó este mediodía Miroslav Djukic, entrenador del Real Valladolid. Sus palabras denotan seriedad, por el objetivo buscado y anhelado y por las actitudes y acciones que denuncia y con las que en las últimas semanas se viene especulando.
La liebre saltó cuando el Barça B, después de encajar el gol que a la postre supondría la victoria del Real Valladolid en el Mini Estadi, corrió como si le fuese la vida en ello; para muchos de manera impropia para un equipo que no se juega ya más que el honor, como era el caso.
La pregunta, la de siempre: ¿Existen las primas?
La respuesta que proviene en muchos casos desde dentro del propio fútbol es que sí, que existen. Quienes no las denuncian miran a otro lado, o bien creen que -como as meigas– haberlas haylas, aunque nunca hayan dado con ellas. De forma rotunda tan solo a quien se le acusa de ofrecerlas las niega.
En primera división esta misma temporada Quique Pina, máximo mandatario del Granada, acusó al Real Zaragoza de Agapito Iglesias de pagar a sus rivales por arañarles puntos en su lucha por la permanencia. Más tarde, en la última jornada, fueron sus propios jugadores quienes recibieron la solicitud por parte de los jugadores del Rayo de dejarse hacer un tanto salvador.
Las imágenes de televisión son esclarecedoras. Pero, como es lógico y lícito, el hombre que maneja también los hilos de Cádiz y Tenerife -con el hermano de su mano derecha y su padre como parapeto- y al que la Federación permitió vender la plaza de ‘su’ Ciudad de Murcia para que el equipo terminase convertido en un engendro granadino, no dijo nada.
“¿Cómo iba a hacerlo?”, preguntará el lector de forma retórica. Claro. ¿Cómo hacerlo? ¿Quién no se ha jugado alguna vez algo en algún deporte, por ínfimo que sea, y se ha indignado porque el rival no se ha dejado llevar? En la victoria y en la derrota pasa. Da igual un ascenso, un título de hojalata, las cañas de después… pasa.
Al factor competición, en el caso aquí referido, hay que añadir el de profesionalidad, teóricamente obligada en una empresa. Pero, ¿cómo medir competición y profesionalidad cuando se han cumplido los objetivos marcados al principio de la correspondiente temporada? ¿Cómo conseguir mantener el afán competitivo de un equipo que tan solo cuenta cuánto le queda para que empiecen sus vacaciones?
Lo habitual es que en estos casos el técnico se dirija a sus jugadores apelando al orgullo o a la casta, que descargue tensión de sus jugadores en pos de un fútbol más alegre, menos encorsetado; o que les pida honestidad, especialmente cuando juegan delante de su afición. Suena sencillo. ¿Lo es? En absoluto.
Las razones de Djukic
Miroslav Djukic, tipo inteligente y hombre de fútbol, como entrenador y ex jugador, sabe cómo son esos finales de temporada. Que puede haber primas, o que puede que no las haya.
No hay más que recordar el final de aquella campaña en que pudo alzarse con su primer título en España. Falló incluso un penalty ante un Valencia que nada se jugaba, y que -dicen- jugó como si le fuera la vida en ello.
Lo ético, lo moral; lo que debiera ser normal, es actuar de esa forma. Sin embargo, no sentaron bien los saltitos de González cuando el actual técnico del Real Valladolid detuvo la pena máxima que dejó al Deportivo de La Coruña sin su primer título. La duda que desde entonces existe es si su motivación fue lógica o provocada por un saco lleno de pesetas.
Pese a ser lo ético, lo moral; lo deseado, incluso, esa falta de competitividad que acostumbran a mostrar los equipos que deportivamente no encuentran motivos para luchar cuando el curso está cerca de tocar a su fin es la que ha invitado al serbio a posicionarse del lado del deporte, en contra de unas presuntas primas o relajaciones varias.
Sonaría tan extraño como probablemente equivocado decir que Djukic no cree en realidad en lo que dijo. De manera acertada o no, el mensaje transmitido denota una desconfianza que por otra parte han alimentado determinados hechos como el que, pese a la manifiesta igualdad entre equipos, el Celta lleve semanas jugando antes que sus chicos; o las palabras de Jaume Roures, presidente de Mediapro, mostrando de forma abierta su preferencia por el ascenso vigués.
Más allá de estas cuestiones, y de los rumores de prima elevados al grado de noticia, la inteligencia del almirante Miroslav se hace patente en un plano más humano, el psicológico. Con independencia de que sea o no en la gravedad de lo afirmado o tan solo desconfíe de la existencia de tales escenarios; si se disocian los medios del fin, el mensaje motivador es exquisito y de una lucidez extrema. Para con los suyos y los rivales que le restan al Celta.
El año de la garrapata
Sin insultos ni gritos, de una forma mucho más fría y calculada, las palabras del técnico blanquivioleta recordaron a las del personaje del gallego Luis Zahera a Fonseca y sus compañero comerciales en el film ‘El año de la garrapata’. Al contrario de lo que dicen en la película, en los tiempos que corren, para encontrar una manera agresiva de motivar no es necesario irse tan lejos.
Las dudas sobre la profesionalidad de los rivales a los que se ha enfrentado el Celta y a los que le restan es un intento de buscar un desafío, un reto, una presión y agitación del ánimo de Xerez -con quien ya han jugado-, Nàstic y Córdoba de manera agresiva; una forma de realizar coaching que en el deporte no suele utilizarse, pero que bien dosificada puede surtir efecto.
Como muestra, la reacción del Real Zaragoza a partir de la rueda de prensa en que Manolo Jiménez afirma sentir vergüenza de los suyos. Probablemente su enfado no le permitiese pensar en que sus palabras serían motivación, pero a la vista está que lo fueron; y que sin embargo quizá no hubiesen sido tal de haberse repetido o de haberse dado de otro modo en alguna ocasión más.
Por decirlo de forma clara: Djukic no busca tanto transmitir que la competición no está limpia -que también- como encontrar una reacción por animadversión en esos equipos a los que los vigueses aún se han de enfrentar, además de enviar a los de Paco Herrera un mensaje encriptado que viene a decir que para ascender necesitan recurrir a malas artes; a la vez que dice a los suyos que están solos, que no hay margen de error, y que aunque la situación es harto complicada, quizá quede un resquicio para el milagro, pero que para que éste exista hay que morir sobre el campo -algo que por otra parte su equipo no ha dejado de hacer en ningún momento-.
Sus formas no han dejado indiferente a nadie. Pensará más de uno al llegar hasta aquí que el fin no justifica los medios. Ciertamente, es posible que Djukic se equivoque al lanzar ciertas acusaciones -o no. Quizá sí ha terminado de explotar es porque sabe más de lo que el común de los mortales (esto es, que el aficionado de a pie)-. En lo que segurísimo acierta es en la pretensión de agitar el ánimo ajeno. Aunque luego no surta efecto.
El serbio es entrenador, pero no mago. Si en sus manos estuviese, el equipo que dirige Paco Herrera fallaría, y los suyos lo ganarían todo. Pero él no juega. De hecho, ni tan siquiera los partidos del Real Valladolid están cien por cien bajo su control. Hay tantos factores que influyen en el fútbol… Lo que sí ha demostrado controlar es la estrategia, los tiempos y formas de motivación. En repetidas ocasiones, la de sus jugadores; en adelante, ojalá la de otros.
Qué duda cabe que si el Celta tropieza contra el Nàstic de Tarragona -durante una hora dio la sensación de que lo haría ante el Xerez- mucha gente le echará en cara haberse equivocado en sus apreciaciones. También si es el Córdoba quien consigue arañar puntos en Balaídos y gracias a ello sube el Real Valladolid. Quien lo haga, será quien de verdad se equivoque. Si el Celta pincha y el Pucela lo gana todo, la batalla mental la habrá ganado Djukic.
