Julio Álvarez, que anotó un doblete la pasada jornada, es una de las piezas claves del equipo de Jagoba Arrasate

La inteligencia corporal-kinestésica es la habilidad que poseen algunas personas para controlar los movimientos del cuerpo y manejar objetos con destreza. Los músicos o los escultores, por ejemplo, destacan por tener esta facultad. La mayoría de los titulares responden a perfiles perfeccionistas o metódicos.
En su mente los engranajes giran y giran hasta encontrar la fórmula perfecta, la tecla idónea, el recurso adecuado. Son modelos que se dan en todas las disciplinas, también en el fútbol. Sin embargo, cada vez resulta más difícil encontrar figuras reseñables sobre el campo aparte de los clásicos velocistas, defensores de raza o poderosos mediocentros.
El llamado “jugador arquitecto” es una especie en peligro de extinción pues su talento tiene origen innato. Su calidad es algo que no se entrena y que, a diferencia del físico, permanece.
Hay una forma de reconocerlos, de ahí la referencia anterior a los músicos, y es que lo más útil para poder descubrirlos es escuchar. En medio del turbulento ruido de un partido, de los gritos de los aficionados y del agudo pitido del colegiado basta con taparse los ojos un momento y escuchar. Entonces ocurre.
Un golpe seco y sordo como un profundo tambor, una caricia a la red similar a un platillo, incluso un pequeño y melodioso regate crean las notas y armonías que hacen sonar el fútbol. El público se encarga de hacer los coros. Palmadas y expresiones de asombro desde la grada acompañan la sinfonía de su juego. Son ellos, no hay duda, los ingenieros de este deporte.
Aunque escasean, tampoco hay que irse a los equipos de máximo nivel para encontrarlos. Muchos dieron sus primeros destellos en Segunda División, como por ejemplo Valerón. ‘El Flaco’ volvió a su primer equipo la temporada pasada para recordar que aunque sus piernas ya no corren como antaño, su cerebro continúa trabajando a mil revoluciones. Un auténtico concierto para los grancanarios al que no dudaron en asistir cada semana.
Algo más lejos de las islas se encuentra otro de estos curiosos especímenes. Un futbolista que jornada tras jornada saca el pincel, la escuadra y cartabón para mimar el esférico y seguir deleitando a todos aquellos que acuden a verle danzar sobre el césped. Es en el estadio de los Pajaritos, en las tierras sorianas, donde reside el experimentado arquitecto, Julio Álvarez. Un viejo conocido de la categoría de plata que regresó al Numancia en el año 2011 para iniciar su segunda etapa en el cuadro rojillo después de vivir, y de qué manera, el ascenso del equipo en la temporada 2007/08.
Julio comenzó su carrera nada más y nada menos que en el Real Madrid, donde jugó con los filiales de Segunda B y Tercera. Pese a permanecer siempre en las categorías inferiores del Madrid, su calidad no pasó desapercibida para los grandes sabedores de esta materia. De hecho, el actual centrocampista del Numancia destaca en alguna de sus entrevistas una curiosa anécdota que tuvo con el mismísimo Zidane. Fue en una pretemporada merengue, ejercitándose con el primer equipo cuando ‘Zizou’ se sentó a su lado y le dijo “Julio, aquí se corre mucho”.

Aquella conversación de ingeniero a ingeniero, o mejor dicho, de ingeniero a aprendiz, le mostró que, aun siendo un novato, uno de los más grandes ya le había cogido la matrícula. Y no tuvo mal ojo, puesto que después de vestir las camisetas del Real Racing Club de Santander, Rayo Vallecano o Almería, entre otros, las estadísticas y sobre todo el brillante juego que le acompaña no ha dejado indiferente nunca a nadie.
Aunque nacido en Caracas, la mayoría de su vida la ha pasado en territorio español, al que vino con tan solo cuatro años. No tardó demasiado en convertirse en el profesional que todavía es, al que siempre le ha acompañado a modo de tarjeta de presentación la garantía de ser un excelente deportista con técnica, visión de juego y espíritu competitivo.
No obstante, y al margen de las múltiples cualidades del hispano-venezolano, la mayor virtud que ha ido puliendo con el paso de los años son los libres directos. Una habilidad que le permite seguir anotando goles a sus 34 años de edad, los dos últimos la pasada jornada frente al Mallorca. Curiosamente, el mejor registro goleador de Julio Álvarez data del año pasado, cuando marcó 12 goles en 24 partidos.
Goleando o no, está claro que Julio se ha consolidado como un líder dentro y fuera del campo. Su participación está siendo clave para el equipo que dirige Jagoba Arrasate. No hay más que fijarse en los datos y en la clasificación para darse cuenta de ello, de tal manera que la peor racha numantina, de octubre a diciembre, coincide con la baja del futbolista y su lesión de tobillo.
Nuevamente incorporado, el arquitecto vuelve a carburar y sus compañeros lo notan. Desde su regreso el número diez ha devuelto la pausa necesaria que marca las diferencias en ataque y proporciona el equilibrio en defensa. La música vuelve a sonar gracias al tintineo de las botas de Julio. Un pase, un giro, un golpeo son delicia para los oídos. La orquesta ya ha afinado. El concierto está a punto de comenzar.
